Mesas vacías. La inseguridad y la violencia que experimentan algunas zonas del país infunde temor en los consumidores, lo cual se traduce en una menor visitación de los locales comerciales. Este fenómeno tiende a alejar a los emprendedores o los obliga a incrementar su inversión en mecanismos de seguridad. Foto de la OCI con fines ilustrativos.
Para Hugo
Vargas González,coordinador de la Cátedra de Seguridad y
Convivencia Democrática del
Posgrado en Ciencias Políticas de la Universidad de Costa
Rica,este datonoesuna
mera percepción,sino que
tiene un sólido asidero en una realidad estadística que señala que
el 2023 es el año en el que se han cometido más homicidios en
toda la historia del país.
Este delito se une a los hurtos,robos, asaltos, pago de
peajes, tráfico de drogasestafas,entre otros, paracrear un ambiente de inseguridad, principal
ingrediente para desestimular la inversión nacional y
extranjeray
desalentarel surgimiento y
consolidación de emprendimientos de negocios.
“La
reactivación económica depende de factores como la confianza de los
emprendedores.Las
personas que pretenden realizar algún tipo de actividad económica
tienden a analizar el contexto en el que lo
realizarán. Si el modelo desarrollista apostó a la inversión
extranjera y, con mucha más razón, el actual modelo neoliberal,
necesariamentesedeben ofrecer condiciones que
resulten atractivas para que los inversionistas lleguen”,subrayóel docente e investigador.
Vargas
recuerda que, históricamente, Costa Rica ha tenido tres grandes
ventajas para el establecimiento de nuevos negocios: el nivel
educativo de su población, un clima de seguridad y la
estabilidad política que ofrece un Estado social y
democrático de derecho. No obstante, estas tres características
han sufrido un deterioro acelerado en los últimos años,lo cual pone en riesgo la
inversión existente y la creación y sostenimiento de micro,
pequeñas y medianas empresas (mipymes), las cuales conforman casi
la totalidad del parque empresarial costarricense y generan el 70 %
del empleo en el país.
“Un clima de inseguridad altera buena parte
delas condiciones para el
establecimiento de nuevas empresas, altera evidentemente la estabilidad.
Las empresas tienen que invertir más recursos y en mecanismos de
seguridad. De hecho, hay algo que se llama economía de seguridad,
que es un concepto relativamente reciente, el cual hace referencia
a todo el conjunto de inversiones en materia de seguridad de las
empresas, incluyendo la ciberseguridad”, agregó Vargas.
Un clima de inseguridad altera buena parte de las
condiciones para el establecimiento de nuevas empresas y su
estabilidad.
En este sentido, el especialista recuerda que
estas inversiones en seguridad son más gravosas para los
emprendimientos pequeños y medianos, los cuales tienen que contar
cada colón en los primeros meses de actividad porque todavía no
tienen una clientela consolidada. Pero independientemente de los
mecanismos de seguridad que implementen los negocios, un alto nivel
de delincuencia puede poner fin a la tranquilidad y confianza que
necesita una persona para ingresar a un establecimiento
comercial.
Al respecto,
Kathia CousinBrenes,profesora de Dirección de Empresas de
laSede del Pacíficode la UCR y coordinadora
delTrabajo Comunal
“Acompañamiento y
fortalecimientode
laspymes de la región
Pacífico Central”,ha
observado que en su zona de trabajo la desconfianza está a
flor de piel por la inseguridad que vive el país, lo cual ha
obligado a algunos emprendimientos a incrementar las medidas de
seguridad, como el refuerzo de rejas y tener un horario más
restringido.
“Un negocio seguro empieza por
conocer su vecindario.”
Kathia CousinBrenes,profesora de Dirección de Empresas de
laSede del Pacíficode la UCR y coordinadora
delTrabajo Comunal
“Acompañamiento y
fortalecimientode
laspymes de la región
Pacífico Central
Por otro lado, Vargas considera que la solución
a la creciente ola de inseguridad y de violencia que está
afectando, directa o indirectamente el surgimiento y consolidación
de emprendimientos comerciales, no pasa solamente por medidas
punitivas y de represión, sino también por la prevención, el
componente más importante de cualquier política de seguridad, a
criterio del experto.
“Se puede mejorar la eficiencia
de los Tribunales para que resuelvan los expedientes con mayor
celeridad, pero no es esa la vía para eliminar la delincuencia. Hay
que atacar los niveles de violencia, desde el núcleo familiar y las
comunidades. Si logramos quebrar esos generadores de violencia
lograremos disminuir significativamente los niveles de delincuencia
y, con ello, obtener mejores condiciones para los entornos
empresariales, desde el nivel de las pymes hasta la inversión
extranjera”, señaló el docente e investigador.
En este sentido, Manuel MojicaRojas, docente de la
Escuela de Administración de Negociosyprofesor colaborador delTrabajo Comunal“Desarrollo empresarial y fomento del
emprendimiento”,menciona
que el círculo vicioso de la pobreza y la violencia no se rompe
solo, sino solo con la fuerza de decisiones políticas y una
inversión estratégica.
“Si pensamos en crear una cultura de paz donde
las personas no están pasando hambre, donde viven en una
infraestructura adecuada y están en un ambiente seguro, de respeto,
que no está contaminado y donde pueden hacer deporte, todo eso
puede convencer a alguien de iniciar un emprendimiento en su propio
lugar de residencia y eso le puede dar empleo a otras personas
vecinas, quienes consumirán otros productos del lugar. Con esto, la
economía local puede dinamizarse”, enfatizó el
especialista.
Nadie puede decir “a mí no me va
a pasar”
En un instante, Marco Tulio Abarca Cerdas vio romperse la paz y tranquilidad que ha caracterizado a su negocio durante 17 años.
El restaurante La Cocina de Marco, en
Tejar de El Guarco de Cartago, tiene 17 años de existencia y su
dueño, Marco Tulio Abarca Cerdas, más de medio siglo de vivir en la
zona. Él asegura que ahí nunca había pasado ningún hecho violento
hasta que el pasado 26 de junio un sicario ingresó al negocio
persiguiendo a su víctima, quien intentó refugiarse
infructuosamente en la cocina del lugar. El resultado: una persona
fallecida en su restaurante, equipos y mobiliario dañado por las
balas, un enorme susto del equipo de trabajo y una clientela que se
alejó en los días posteriores.Este caso es un ejemplo más de que ningún lugar
está exento de ser un escenario para la delincuencia. De acuerdo
con Abarca, el Barrio Nuevo de Tejar de El Guarco siempre ha sido
tranquilo y seguro, características ideales para emprender un
negocio. Sin embargo, desde la experiencia de junio anterior, el
personal del restaurante labora con más cautela y observa con mayor
detenimiento a las personas que ingresan al local. De hecho, el
equipo de la Oficina de Comunicación Institucional de la
Universidad de Costa Rica que visitó el lugar percibió cierta
desconfianza a su llegada. ¡Y con toda razón! Reponerse de un hecho
tan violento no es sencillo.
“A veces viene gente extraña y ya
uno está medio arisco, como la semana pasada que vinieron unos
muchachos con bolsos, que eran como cobradores de gota a gota.
Entonces, les pregunté ‘¿ustedes qué, no traen cola que les pisen?,
¿nadie los viene buscando?’. Ya uno se pone nervioso al ver gente
que no ha venido o que se reconoce que son cobradores de este tipo
de préstamos. Uno se pone rejego y cuando pasa una moto muy
escandalosa uno se pone alerta”, confesó el dueño del
restaurante.
“El hecho es una mala reseña
para el pueblo porque nunca había pasado algo similar. Son cosas
que uno ve por televisión que pasan en otros lugares, pero uno
jamás se imagina que le pueda pasar a uno.”
Marco Tulio Abarca
Cerdas, dueño del restaurante La Cocina de
Marco
Abarca comenta que, luego del hecho delictivo,
pensó en construir una “habitación del pánico” (un cuarto blindado)
para refugiarse en situaciones similares. No obstante, terminó por
desechar la idea, al igual que implementar otras medidas de
seguridad, como colocar un portón en la entrada del restaurante o
tener un arma de fuego, porque está convencido de que una persona
que quiera hacer un daño, lo hará, aunque existan miles de
mecanismos que se lo impidan.
Por otro lado, considera que la
confianza es fundamental para todo negocio, pero sobre todo para un
restaurante, el cual debe mantener sus puertas abiertas para que la
gente se sienta bienvenida. De esta manera, sus opciones se reducen
a aprender a vivir y a trabajar con el temor de que ocurra otro
hecho parecido, con la fe de que no sea así.
Posterior al ajusticiamiento que
se dio en su negocio, el restaurante perdió a parte de su clientela
habitual, pero, en su lugar, otras personas se acercaron por
curiosidad. Al día de hoy, el nivel de ventas ha logrado
recuperarse, pero aún falta por reponer y reparar algunos daños
sufridos. En este sentido, Abarca subraya la importancia de la
seguridad para el surgimiento y consolidación de un negocio, tal y
como ha sucedido con su restaurante a lo largo de 17 años. Sin
embargo, reconoce la inexistencia de una organización vecinal que
vele por ella y por la recuperación del espacio público para la
misma comunidad. “Estoy seguro de que si algo está pasando nadie se
va a meter. Puede que ayuden más a un perro o a un niño de una
agresión, pero la gente no se mete a defender a otras personas”,
acotó.
El caso de los barrios
Amón y Otoya: la organización vecinal es clave para la seguridad de
los negocios
Mesas vacías. La inseguridad y la violencia que experimentan algunas zonas del país infunde temor en los consumidores, lo cual se traduce en una menor visitación de los locales comerciales. Este fenómeno tiende a alejar a los emprendedores o los obliga a incrementar su inversión en mecanismos de seguridad. Foto de la OCI con fines ilustrativos.
Para Hugo
Vargas González,coordinador de la Cátedra de Seguridad y
Convivencia Democrática del
Posgrado en Ciencias Políticas de la Universidad de Costa
Rica,este datonoesuna
mera percepción,sino que
tiene un sólido asidero en una realidad estadística que señala que
el 2023 es el año en el que se han cometido más homicidios en
toda la historia del país.
Este delito se une a los hurtos,robos, asaltos, pago de
peajes, tráfico de drogasestafas,entre otros, paracrear un ambiente de inseguridad, principal
ingrediente para desestimular la inversión nacional y
extranjeray
desalentarel surgimiento y
consolidación de emprendimientos de negocios.
“La
reactivación económica depende de factores como la confianza de los
emprendedores.Las
personas que pretenden realizar algún tipo de actividad económica
tienden a analizar el contexto en el que lo
realizarán. Si el modelo desarrollista apostó a la inversión
extranjera y, con mucha más razón, el actual modelo neoliberal,
necesariamentesedeben ofrecer condiciones que
resulten atractivas para que los inversionistas lleguen”,subrayóel docente e investigador.
Vargas
recuerda que, históricamente, Costa Rica ha tenido tres grandes
ventajas para el establecimiento de nuevos negocios: el nivel
educativo de su población, un clima de seguridad y la
estabilidad política que ofrece un Estado social y
democrático de derecho. No obstante, estas tres características
han sufrido un deterioro acelerado en los últimos años,lo cual pone en riesgo la
inversión existente y la creación y sostenimiento de micro,
pequeñas y medianas empresas (mipymes), las cuales conforman casi
la totalidad del parque empresarial costarricense y generan el 70 %
del empleo en el país.
“Un clima de inseguridad altera buena parte
delas condiciones para el
establecimiento de nuevas empresas, altera evidentemente la estabilidad.
Las empresas tienen que invertir más recursos y en mecanismos de
seguridad. De hecho, hay algo que se llama economía de seguridad,
que es un concepto relativamente reciente, el cual hace referencia
a todo el conjunto de inversiones en materia de seguridad de las
empresas, incluyendo la ciberseguridad”, agregó Vargas.
En este sentido, el especialista recuerda que
estas inversiones en seguridad son más gravosas para los
emprendimientos pequeños y medianos, los cuales tienen que contar
cada colón en los primeros meses de actividad porque todavía no
tienen una clientela consolidada. Pero independientemente de los
mecanismos de seguridad que implementen los negocios, un alto nivel
de delincuencia puede poner fin a la tranquilidad y confianza que
necesita una persona para ingresar a un establecimiento
comercial.
Al respecto,
Kathia CousinBrenes,profesora de Dirección de Empresas de
laSede del Pacíficode la UCR y coordinadora
delTrabajo Comunal
“Acompañamiento y
fortalecimientode
laspymes de la región
Pacífico Central”,ha
observado que en su zona de trabajo la desconfianza está a
flor de piel por la inseguridad que vive el país, lo cual ha
obligado a algunos emprendimientos a incrementar las medidas de
seguridad, como el refuerzo de rejas y tener un horario más
restringido.
“Un negocio seguro empieza por
conocer su vecindario.”
Kathia CousinBrenes,profesora de Dirección de Empresas de
laSede del Pacíficode la UCR y coordinadora
delTrabajo Comunal
“Acompañamiento y
fortalecimientode
laspymes de la región
Pacífico Central
Por otro lado, Vargas considera que la solución
a la creciente ola de inseguridad y de violencia que está
afectando, directa o indirectamente el surgimiento y consolidación
de emprendimientos comerciales, no pasa solamente por medidas
punitivas y de represión, sino también por la prevención, el
componente más importante de cualquier política de seguridad, a
criterio del experto.
“Se puede mejorar la eficiencia
de los Tribunales para que resuelvan los expedientes con mayor
celeridad, pero no es esa la vía para eliminar la delincuencia. Hay
que atacar los niveles de violencia, desde el núcleo familiar y las
comunidades. Si logramos quebrar esos generadores de violencia
lograremos disminuir significativamente los niveles de delincuencia
y, con ello, obtener mejores condiciones para los entornos
empresariales, desde el nivel de las pymes hasta la inversión
extranjera”, señaló el docente e investigador.
En este sentido, Manuel MojicaRojas, docente de la
Escuela de Administración de Negociosyprofesor colaborador delTrabajo Comunal“Desarrollo empresarial y fomento del
emprendimiento”,menciona
que el círculo vicioso de la pobreza y la violencia no se rompe
solo, sino solo con la fuerza de decisiones políticas y una
inversión estratégica.
“Si pensamos en crear una cultura de paz donde
las personas no están pasando hambre, donde viven en una
infraestructura adecuada y están en un ambiente seguro, de respeto,
que no está contaminado y donde pueden hacer deporte, todo eso
puede convencer a alguien de iniciar un emprendimiento en su propio
lugar de residencia y eso le puede dar empleo a otras personas
vecinas, quienes consumirán otros productos del lugar. Con esto, la
economía local puede dinamizarse”, enfatizó el
especialista.
Nadie puede decir “a mí no me va
a pasar”
En un instante, Marco Tulio Abarca Cerdas vio romperse la paz y tranquilidad que ha caracterizado a su negocio durante 17 años.
El restaurante La Cocina de Marco, en
Tejar de El Guarco de Cartago, tiene 17 años de existencia y su
dueño, Marco Tulio Abarca Cerdas, más de medio siglo de vivir en la
zona. Él asegura que ahí nunca había pasado ningún hecho violento
hasta que el pasado 26 de junio un sicario ingresó al negocio
persiguiendo a su víctima, quien intentó refugiarse
infructuosamente en la cocina del lugar. El resultado: una persona
fallecida en su restaurante, equipos y mobiliario dañado por las
balas, un enorme susto del equipo de trabajo y una clientela que se
alejó en los días posteriores.Este caso es un ejemplo más de que ningún lugar
está exento de ser un escenario para la delincuencia. De acuerdo
con Abarca, el Barrio Nuevo de Tejar de El Guarco siempre ha sido
tranquilo y seguro, características ideales para emprender un
negocio. Sin embargo, desde la experiencia de junio anterior, el
personal del restaurante labora con más cautela y observa con mayor
detenimiento a las personas que ingresan al local. De hecho, el
equipo de la Oficina de Comunicación Institucional de la
Universidad de Costa Rica que visitó el lugar percibió cierta
desconfianza a su llegada. ¡Y con toda razón! Reponerse de un hecho
tan violento no es sencillo.
“A veces viene gente extraña y ya
uno está medio arisco, como la semana pasada que vinieron unos
muchachos con bolsos, que eran como cobradores de gota a gota.
Entonces, les pregunté ‘¿ustedes qué, no traen cola que les pisen?,
¿nadie los viene buscando?’. Ya uno se pone nervioso al ver gente
que no ha venido o que se reconoce que son cobradores de este tipo
de préstamos. Uno se pone rejego y cuando pasa una moto muy
escandalosa uno se pone alerta”, confesó el dueño del
restaurante.
“El hecho es una mala reseña
para el pueblo porque nunca había pasado algo similar. Son cosas
que uno ve por televisión que pasan en otros lugares, pero uno
jamás se imagina que le pueda pasar a uno.”
Marco Tulio Abarca
Cerdas, dueño del restaurante La Cocina de
Marco
Abarca comenta que, luego del hecho delictivo,
pensó en construir una “habitación del pánico” (un cuarto blindado)
para refugiarse en situaciones similares. No obstante, terminó por
desechar la idea, al igual que implementar otras medidas de
seguridad, como colocar un portón en la entrada del restaurante o
tener un arma de fuego, porque está convencido de que una persona
que quiera hacer un daño, lo hará, aunque existan miles de
mecanismos que se lo impidan.
Por otro lado, considera que la
confianza es fundamental para todo negocio, pero sobre todo para un
restaurante, el cual debe mantener sus puertas abiertas para que la
gente se sienta bienvenida. De esta manera, sus opciones se reducen
a aprender a vivir y a trabajar con el temor de que ocurra otro
hecho parecido, con la fe de que no sea así.
Posterior al ajusticiamiento que
se dio en su negocio, el restaurante perdió a parte de su clientela
habitual, pero, en su lugar, otras personas se acercaron por
curiosidad. Al día de hoy, el nivel de ventas ha logrado
recuperarse, pero aún falta por reponer y reparar algunos daños
sufridos. En este sentido, Abarca subraya la importancia de la
seguridad para el surgimiento y consolidación de un negocio, tal y
como ha sucedido con su restaurante a lo largo de 17 años. Sin
embargo, reconoce la inexistencia de una organización vecinal que
vele por ella y por la recuperación del espacio público para la
misma comunidad. “Estoy seguro de que si algo está pasando nadie se
va a meter. Puede que ayuden más a un perro o a un niño de una
agresión, pero la gente no se mete a defender a otras personas”,
acotó.
El caso de los barrios
Amón y Otoya: la organización vecinal es clave para la seguridad de
los negocios
La coordinación vecinal con los cuerpos policiales y la
realización permanente de actividades culturales ha redundado en
mayor seguridad para este sector de la capital
No. No se trata de que usted vaya
a tocarle la puerta al narcotraficante de su barrio para pedirle
que deje de vender drogas, pero sí de un trabajo coordinado con
todos sus vecinos, con diversas instancias policiales y con otras
organizaciones sociales y culturales, para que el ambiente de su
comunidad se torne más seguro y le brinde mejores condiciones a los
emprendimientos de negocios que deseen instalarse ahí.
Los barrios Amón y Otoya en el
centro de San José son un ejemplo de ello. Otrora, este sector de
la capital se convirtió en una zona peligrosa por la naturaleza y
la cantidad de delitos que ahí se escenificaban. Sin embargo, esa
realidad cambió notablemente gracias al trabajo que ha desarrollado
la Asociación para la Conservación y el Desarrollo de Barrio Amón
en coordinación con la Fuerza Pública y la Policía de la
Municipalidad de San José, así como a la realización de múltiples
actividades sociales y culturales, las cuales han permitido
reconquistar espacios físicos que habían caído en manos de la
delincuencia.
Fernando Vega Guillén,
presidente de la Asociación, aclara que la organización no es
sinónimo de que las amenazas desaparezcan. Los problemas siguen
siendo los mismos, lo único que ha cambiado es la forma de
enfrentarlos. Esto ha creado un entorno más seguro, lo cual ha
contribuido con la consolidación de varios emprendimientos y con la
atracción de más turistas a esta zona histórica de San
José.
“Siguen siendo los mismos riesgos
que tenemos actualmente porque el tema del hampa usted no lo puede
eliminar, pero usted sí lo puede desplazar”, asegura Vega, uno de
los vecinos de Barrio Amón que más ha trabajado para devolverle a
ese sector de la capital el carácter de convivencia y paz que tuvo
mientras fue una zona mayoritariamente residencial.
“El principal problema de
seguridad de San José tiene que ver con sus pocos habitantes y con
el abandono del espacio público, no solo durante la pandemia, sino
de forma más sistemática, cada noche. No queda nadie en las
ciudades, no queda nadie para vigilar, no hay nadie corriendo
cortinas. Eso es un problema.”
Jimmy Zúñiga Rodríguez, dueño de Café Rojo, en
Barrio Amón
De acuerdo con una reciente encuesta, solo el 14
% del barrio es habitacional y se concentra en el sector cercano al
Parque Simón Bolívar, colindante con el río Torres. Si bien,
durante el día se registra mucho movimiento de turistas y de
personas que estudian o trabajan en los alrededores, en las noches
y fines de semana suele imperar la soledad, condición que algunos
han aprovechado para la concreción de delitos, tanto en vía pública
como dentro de algunos locales comerciales.
Ante esta realidad, la comunidad
se organizó y estableció alianzas estratégicas con empresas e
instituciones con dos objetivos fundamentales: por un lado,
trabajar de la mano con las autoridades policiales para
mejorar la vigilancia del sector, y por otro, desarrollar una
agenda de actividades para recuperar el espacio público para el
propio vecindario.Ante esta
realidad, la comunidad se organizó y estableció alianzas
estratégicas con empresas e instituciones con dos objetivos
fundamentales: por un lado, trabajar de la mano con las autoridades
policiales para mejorar la vigilancia del sector, y por otro,
desarrollar una agenda de actividades para recuperar el espacio
para el propio vecindario.
Fue así como, de la mano de la Fuerza Pública,
se desarrolló con gran éxito el Plan Cuadrante, una
iniciativa que consistió en la distribución estratégica del sector
y en la asignación de personal de la policía en cada cuadrante. Al
mismo tiempo, miembros de la comunidad se dieron a la tarea de ir,
casa por casa y negocio por negocio, a presentar la estrategia
junto a un oficial. Posteriormente, se organizó un chat de la
comunidad en el que se integró a la Fuerza Pública, el cual se
convirtió en el principal canal para hacer denuncias, reportes y
coordinar esfuerzos.
“Nosotros, como ciudadanos,
tenemos que entender que no nos vamos a lanzar a la calle a tomar
la ley en nuestras propias manos, pero sí sabemos que los expertos
son los servidores policiales y ellos nos han enseñado a cómo
actuar sin exponernos, pero sí teniendo una participación activa.
La diferencia se debe precisamente a que las instituciones
involucradas en el tema de seguridad, sobre todo el Ministerio de
Seguridad Pública, tomaron la iniciativa de llevar la seguridad
ciudadana a las comunidades”, especificó Vega.
Pero el plan fue mucho más allá. Ese fue el
inicio de constantes reuniones de la comunidad con todas las
instituciones y empresas presentes en el sector, así como con las
instancias relacionadas con el tema de la seguridad, que van desde
la labor policial del Ministerio de Seguridad Pública y de la
Municipalidad de San José, hasta garantizar una buena
iluminación en las calles por parte de la Compañía Nacional de
Fuerza y Luz. La presencia constante de oficiales de la Fuerza
Pública en todas estas reuniones educó al vecindario en torno a que
la seguridad no es solo un apéndice, sino que debe convertirse en
un eje que atraviese todas las actividades.
A pesar de que el Plan Cuadrante
ya no existe, la organización vecinal espera que sus logros y
buenas prácticas se mantengan en la nueva estrategia propuesta por
el actual Gobierno, denominada Sembremos Seguridad, la cual convoca
a diversas instituciones en mesas de articulación para la toma de
decisiones, pero elimina el contacto directo de la comunidad con
los oficiales de la policía, uno de los elementos mejor valorados
por los vecinos de los barrios Amón, Otoya y Aranjuez.
Pero quienes han llevado adelante
estos esfuerzos comunitarios saben muy bien que la vigilancia es
tan solo una de las dos alas con las que puede volar la seguridad.
La otra consiste en reconquistar los espacios públicos y darles un
uso constante para apropiarse de ellos. Es así como, entre muchas
otras actividades, la organización comunitaria está efectuando
recorridos guiados diurnos y nocturnos por estos barrios llenos de
historia y de gran riqueza arquitectónica.
“Cuando hemos tenido recorridos
nocturnos, algunos trabajadores del sexo que frecuentan estas
calles terminan involucrados con el grupo de 50 personas que es
guiado por un historiador. Eso es bueno porque todos necesitamos
aprender de la historia de San José, pero ¿qué sucede con la
clientela de esos trabajadores?, cuando ven aquel movimiento, se
van”, detalló Vega.
Además de
la apropiación del espacio y de contribuir con la seguridad de los
barrios, estas visitas guiadas están beneficiando a los comercios
del sector porque los grupos que hacen los recorridos terminan
degustando la gastronomía que se esconde tras las paredes de casas
centenarias o edificios patrimoniales.Eso sí, este dirigente comunal aclara que todas
las iniciativas para reconquistar el espacio público deben nacer de
la misma comunidad, porque los proyectos impuestos por grupos
externos no suelen perdurar en el tiempo, aunque parezcan ser muy
pertinentes.
De acuerdo con su experiencia, la
apropiación del espacio público se debe medir de acuerdo con las
necesidades y la realidad de una comunidad, pero hay que hacerlo
para que la gente lo defienda. Es así como se logra desplazar a los
delincuentes. “Cuando usted involucra a las personas y forman parte
de pintar o de poner un ladrillo, lo van a cuidar. Pero tiene que
estar muy bien planeado para que la gente se apropie, porque, si
no, le terminamos haciendo un espacio al hampa”,
advirtió.
Tampoco se necesita que la
comunidad sea numerosa o que sus integrantes trabajen tiempo
completo para ella. Basta con una buena organización y con
establecer alianzas estratégicas para tener una agenda permanente
de actividades que le den vida al barrio y mantengan alejada
cualquier amenaza.
La coordinación vecinal con los cuerpos policiales y la
realización permanente de actividades culturales ha redundado en
mayor seguridad para este sector de la capital
No. No se trata de que usted vaya
a tocarle la puerta al narcotraficante de su barrio para pedirle
que deje de vender drogas, pero sí de un trabajo coordinado con
todos sus vecinos, con diversas instancias policiales y con otras
organizaciones sociales y culturales, para que el ambiente de su
comunidad se torne más seguro y le brinde mejores condiciones a los
emprendimientos de negocios que deseen instalarse ahí.
Los barrios Amón y Otoya en el
centro de San José son un ejemplo de ello. Otrora, este sector de
la capital se convirtió en una zona peligrosa por la naturaleza y
la cantidad de delitos que ahí se escenificaban. Sin embargo, esa
realidad cambió notablemente gracias al trabajo que ha desarrollado
la Asociación para la Conservación y el Desarrollo de Barrio Amón
en coordinación con la Fuerza Pública y la Policía de la
Municipalidad de San José, así como a la realización de múltiples
actividades sociales y culturales, las cuales han permitido
reconquistar espacios físicos que habían caído en manos de la
delincuencia.
Fernando Vega Guillén,
presidente de la Asociación, aclara que la organización no es
sinónimo de que las amenazas desaparezcan. Los problemas siguen
siendo los mismos, lo único que ha cambiado es la forma de
enfrentarlos. Esto ha creado un entorno más seguro, lo cual ha
contribuido con la consolidación de varios emprendimientos y con la
atracción de más turistas a esta zona histórica de San
José.
“Siguen siendo los mismos riesgos
que tenemos actualmente porque el tema del hampa usted no lo puede
eliminar, pero usted sí lo puede desplazar”, asegura Vega, uno de
los vecinos de Barrio Amón que más ha trabajado para devolverle a
ese sector de la capital el carácter de convivencia y paz que tuvo
mientras fue una zona mayoritariamente residencial.
“El principal problema de
seguridad de San José tiene que ver con sus pocos habitantes y con
el abandono del espacio público, no solo durante la pandemia, sino
de forma más sistemática, cada noche. No queda nadie en las
ciudades, no queda nadie para vigilar, no hay nadie corriendo
cortinas. Eso es un problema.”
Jimmy Zúñiga Rodríguez, dueño de Café Rojo, en
Barrio Amón
De acuerdo con una reciente encuesta, solo el 14
% del barrio es habitacional y se concentra en el sector cercano al
Parque Simón Bolívar, colindante con el río Torres. Si bien,
durante el día se registra mucho movimiento de turistas y de
personas que estudian o trabajan en los alrededores, en las noches
y fines de semana suele imperar la soledad, condición que algunos
han aprovechado para la concreción de delitos, tanto en vía pública
como dentro de algunos locales comerciales.
Ante esta realidad, la comunidad
se organizó y estableció alianzas estratégicas con empresas e
instituciones con dos objetivos fundamentales: por un lado,
trabajar de la mano con las autoridades policiales para
mejorar la vigilancia del sector, y por otro, desarrollar una
agenda de actividades para recuperar el espacio público para el
propio vecindario.Ante esta
realidad, la comunidad se organizó y estableció alianzas
estratégicas con empresas e instituciones con dos objetivos
fundamentales: por un lado, trabajar de la mano con las autoridades
policiales para mejorar la vigilancia del sector, y por otro,
desarrollar una agenda de actividades para recuperar el espacio
para el propio vecindario.
Para Carlos Treminio Díaz, asistente administrativo del Hotel Dunn Inn, en Barrio Amón, actividades como las visitas guiadas y el chat entre el vecindario y la Fuerza Pública han contribuido con la seguridad del sector.
“La seguridad es la parte
primordial para el surgimiento y consolidación de un
emprendimiento. Yo no quisiera estar donde no hay seguridad y para
el turismo pasa igual. Para un hotel que depende del turismo
extranjero, mayoritariamente, el tema de la seguridad es sumamente
importante.”
Carlos Treminio Díaz, asistente administrativo
del Hotel Dunn Inn, en Barrio Amón
Fue así como, de la mano de la Fuerza Pública,
se desarrolló con gran éxito el Plan Cuadrante, una
iniciativa que consistió en la distribución estratégica del sector
y en la asignación de personal de la policía en cada cuadrante. Al
mismo tiempo, miembros de la comunidad se dieron a la tarea de ir,
casa por casa y negocio por negocio, a presentar la estrategia
junto a un oficial. Posteriormente, se organizó un chat de la
comunidad en el que se integró a la Fuerza Pública, el cual se
convirtió en el principal canal para hacer denuncias, reportes y
coordinar esfuerzos.
“Nosotros, como ciudadanos,
tenemos que entender que no nos vamos a lanzar a la calle a tomar
la ley en nuestras propias manos, pero sí sabemos que los expertos
son los servidores policiales y ellos nos han enseñado a cómo
actuar sin exponernos, pero sí teniendo una participación activa.
La diferencia se debe precisamente a que las instituciones
involucradas en el tema de seguridad, sobre todo el Ministerio de
Seguridad Pública, tomaron la iniciativa de llevar la seguridad
ciudadana a las comunidades”, especificó Vega.
“El chat de vecinos de seguridad
es bastante activo. Constantemente se ven reportes de emprendedores
solicitando ayuda y la pronta respuesta del cuerpo policial y eso
nos da tranquilidad. Esa hermandad también ayuda al crecimiento de
todo el vecindario y del distrito como tal.”
José Miguel Cruz,
dueño del restaurante La Esquinita de la Abuela, en Barrio
Otoya
Pero el plan fue mucho más allá. Ese fue el
inicio de constantes reuniones de la comunidad con todas las
instituciones y empresas presentes en el sector, así como con las
instancias relacionadas con el tema de la seguridad, que van desde
la labor policial del Ministerio de Seguridad Pública y de la
Municipalidad de San José, hasta garantizar una buena
iluminación en las calles por parte de la Compañía Nacional de
Fuerza y Luz. La presencia constante de oficiales de la Fuerza
Pública en todas estas reuniones educó al vecindario en torno a que
la seguridad no es solo un apéndice, sino que debe convertirse en
un eje que atraviese todas las actividades.
A pesar de que el Plan Cuadrante
ya no existe, la organización vecinal espera que sus logros y
buenas prácticas se mantengan en la nueva estrategia propuesta por
el actual Gobierno, denominada Sembremos Seguridad, la cual convoca
a diversas instituciones en mesas de articulación para la toma de
decisiones, pero elimina el contacto directo de la comunidad con
los oficiales de la policía, uno de los elementos mejor valorados
por los vecinos de los barrios Amón, Otoya y Aranjuez.
“Las cosas pueden funcionar
cuando una comunidad se compromete a velar por su propio
espacio.”
Fernando Vega
Guillén, presidente de la Asociación para la Conservación y el
Desarrollo de Barrio Amón.
Pero quienes han llevado adelante
estos esfuerzos comunitarios saben muy bien que la vigilancia es
tan solo una de las dos alas con las que puede volar la seguridad.
La otra consiste en reconquistar los espacios públicos y darles un
uso constante para apropiarse de ellos. Es así como, entre muchas
otras actividades, la organización comunitaria está efectuando
recorridos guiados diurnos y nocturnos por estos barrios llenos de
historia y de gran riqueza arquitectónica.
“Cuando hemos tenido recorridos
nocturnos, algunos trabajadores del sexo que frecuentan estas
calles terminan involucrados con el grupo de 50 personas que es
guiado por un historiador. Eso es bueno porque todos necesitamos
aprender de la historia de San José, pero ¿qué sucede con la
clientela de esos trabajadores?, cuando ven aquel movimiento, se
van”, detalló Vega.
Entre las actividades para recuperar el espacio público y fomentar la visitación a la zona, la Asociación para la Conservación y el Desarrollo de Barrio Amón realiza visitas guiadas los sábados por la mañana. Cada semana se ofrece un recorrido diferente a los barrios Amón, Otoya y Aranjuez. Próximamente, la oferta se ampliará a barrio Escalante. Las visitas están dirigidas por el arquitecto y cronista urbano Andrés Fernández (de frente al público). Foto: Fernando Montero Bolaños.
“Todo tipo de actividad que
reúna el arte, la cultura, la música va a atraer de manera positiva
a las personas y eso puede contribuir a la seguridad. Me parece que
la unión entre vecinos, municipalidad y todos los entes
relacionados con seguridad y cultura es importante para desarrollar
proyectos y que todos se sientan partícipes.”
José Miguel Cruz,
dueño del restaurante La Esquinita de la Abuela, en Barrio
Otoya
Además de
la apropiación del espacio y de contribuir con la seguridad de los
barrios, estas visitas guiadas están beneficiando a los comercios
del sector porque los grupos que hacen los recorridos terminan
degustando la gastronomía que se esconde tras las paredes de casas
centenarias o edificios patrimoniales.Eso sí, este dirigente comunal aclara que todas
las iniciativas para reconquistar el espacio público deben nacer de
la misma comunidad, porque los proyectos impuestos por grupos
externos no suelen perdurar en el tiempo, aunque parezcan ser muy
pertinentes.
De acuerdo con su experiencia, la
apropiación del espacio público se debe medir de acuerdo con las
necesidades y la realidad de una comunidad, pero hay que hacerlo
para que la gente lo defienda. Es así como se logra desplazar a los
delincuentes. “Cuando usted involucra a las personas y forman parte
de pintar o de poner un ladrillo, lo van a cuidar. Pero tiene que
estar muy bien planeado para que la gente se apropie, porque, si
no, le terminamos haciendo un espacio al hampa”,
advirtió.
Tampoco se necesita que la
comunidad sea numerosa o que sus integrantes trabajen tiempo
completo para ella. Basta con una buena organización y con
establecer alianzas estratégicas para tener una agenda permanente
de actividades que le den vida al barrio y mantengan alejada
cualquier amenaza.
“Mi restaurante y muchos otros
que están en Barrio Amón permiten que el espacio sea reclamado al
hampa, sea habitado y se vuelva más seguro. Tener un restaurante
que se frecuente, donde siempre hay gente y un equipo permanente de
gente trabajando, hace que la zona aledaña se vuelva más
segura.”
Jimmy Zúñiga Rodríguez, dueño de Café Rojo, en
Barrio Amón