La soya es un cultivo emergente en Costa Rica con gran potencial por su alto valor nutritivo, su versatilidad en diversas industrias como la alimentaria, la cosmética o la forrajera y su capacidad para contribuir a la seguridad alimentaria y a la reducción de importaciones. Aunque, actualmente, su producción en el país es limitada, su cultivo representa una alternativa frente a productos tradicionales como los frijoles.
La Universidad de Costa Rica (UCR), por medio del Centro de Investigaciones en Granos y Semillas (Cigras-UCR), desarrolla una diversidad de proyectos para rescatar y mejorar las variedades de soya que se adapten a las necesidades y las condiciones locales.
Desde la década de los 90, el Cigras ha trabajado en proyectos relacionados con la semilla de la soya. Hoy, esa labor se refuerza gracias a un equipo que retoma el mejoramiento de este cultivo con técnicas modernas.
El Dr. Luis Barboza Barquero, director del Cigras, explicó que el grano de la soya contiene cerca de 40 % de proteína, el doble de lo que tiene un frijol común. Por lo que se vuelve fundamental para dietas vegetarianas y veganas, además de ser esencial para la industria alimentaria y la producción animal.
También, ante escenarios de crisis, puede ser un cultivo emergente, que se convierta en una opción viable para diversificar la producción local. “Todo esto lo ligamos siempre a la seguridad alimentaria, buscar alimentos que estén disponibles, pero que no solo estén disponibles en buena cantidad, sino también que tengan un valor nutricional alto”, señaló Barboza.
Parte de la investigación se centra en desarrollar variedades de soya bajo esquemas de mejoramiento genético convencional con el fin de que adapten a los periodos de 12 horas de luz y 12 horas de oscuridad, y se pueda mejorar su sabor, su tamaño, su contenido nutricional y el rendimiento en términos de producción.
Para llevar a cabo este mejoramiento, se utilizan tecnologías como la secuenciación de ADN y el uso de marcadores moleculares para seleccionar genes clave relacionados con proteína, sabor y adaptación. También, se llevan a cabo análisis como la cromatografía líquida de alta eficiencia (HPLC) para identificar metabolitos valiosos, por ejemplo, variedades con alto contenido de vitamina E.
Además, se busca registrar nuevamente, ante la Oficina Nacional de Semillas, la variedad Cigras 06, una semilla de soya de doble de propósito (forraje y grano), para que pueda ser comercializada de manera oficial y que eso también sirva de insumo para las personas productoras.
Otra propuesta es hacer investigación en aceite de soya, para producir materia prima que se pueda exportar a regiones como África.
El trabajo del Cigras no se limita únicamente al laboratorio, ya que se está trabajando de la mano con productores, organizaciones internacionales y empresas nacionales. Han establecido alianzas con agricultores en el norte del país, explorado modelos de rotación con arroz y validado el uso de la soya como cultivo de servicio y forraje. Uno de los retos actuales es encontrar un socio estratégico para la propagación de la semilla.
Barboza enfatizó en que se buscan desarrollar mayores encadenamientos con las personas productoras, para ofrecer alternativas y que los productos derivados de la soya tengan valor agregado, ya que no se pretende competir en términos de grandes extensiones del cultivo, ni con el grado de mecanización o de subsidios que tienen otros países.
Así mismo, que tenga un valor social y que sea relevante para las personas, quienes, ya sea por necesidad o por estilo de vida, opten por producir su propia comida.