Durante la mayor parte del periodo 1948-1978, “izquierda democrática” fue el nombre con que se identificaron como movimiento político, personas que formaron parte del llamado Movimiento de Liberación Nacional, que llevó adelante la Guerra Civil de 1948.
Al denominarse así, estrecharon lazos con otros políticos latinoamericanos que compartían los valores, y las metas sociales y económicas a que aspiraban esos muchachos que, en 1951, fundaron el Partido Liberación Nacional (PLN).
Una de las primeras ocasiones en que afirmaron su diferencia con respecto a movimientos políticos del pasado fue en la Conferencia interamericana pro-democracia y libertad, que se celebró en La Habana entre el 12 y el 14 de mayo de 1950.
A ese evento se presentaron alrededor de 200 líderes democráticos procedentes de unos 17 países latinoamericanos. Entre los presentes también estuvieron intelectuales y políticos estadounidenses como Frances Grant, Arthur M. Schlesinger, Jr. y Norman Thomas.
En la noche del 12 de mayo de 1950, José Figueres Ferrer pronunció un aplaudido discurso que, además, fue difundido por radio para toda América Latina. Figueres argumentó que el comunismo ruso constituía una amenaza grave para América, pero también lo era oponerle a ese movimiento uno que fuera igual de radical, por lo que sentenció que un “incendio no se apaga con otro incendio”, y lo que había que construir era un “frente de análisis sereno, en la lucha de las ideas, y una fuerza incontrastable en la pugna económica y militar”.
Dentro del capitalismo occidental, Figueres identificó dos corrientes en pugna: el incentivo de lucro y el espíritu de servicio. La diferencia entre ambas propuestas residía en que el incentivo de lucro movía a las empresas privadas, mientras que el espíritu de servicio alentaba a las instituciones que buscaban el bienestar general de la sociedad. Para Figueres, su movimiento político se debía decantar por la institución social, pues consideraba que el ser humano que producía el incentivo de lucro era egoísta y pequeño de alma.
Pero no se podía hacer una transformación sociopolítica de ese calibre por la fuerza, sino de manera prudente. Como ejemplo, Figueres expuso su movimiento político en Costa Rica, que había encontrado que se podía llegar a un planeamiento general de la economía del país, al encomendar “a organismos autónomos ciertos servicios generales, como el crédito, la electricidad, algunos transportes principales, el control científico de los precios, el fomento de la producción balanceada” y que, en ese marco, se dejaba trabajar a la iniciativa particular con la mayor libertad posible.
Para rematar, Figueres sentenció que existía “un contraste notable entre ese cuadro de prosperidad ordenada y sensata, y el caos que traería a estas horas la adopción de una economía libre, o en el otro extremo, el desbarajuste que acarrearía la implantación violenta y fanática de un sistema ideal, de administración centralizada”.
La “izquierda democrática” era entonces un movimiento político seguidor de las ideas económicas de los demócratas estadounidenses, anticomunista, que se decantaba por el bienestar general sin poner en duda la libertad de empresa y sin arrodillarse al mercado. Esa “izquierda” luchaba contra las dictaduras militares apoyadas por Estados Unidos, pero reconocía en la potencia del norte a la nación que guiaba la civilización occidental.
En Costa Rica, el PLN se identificó a sí mismo como un movimiento de la “izquierda democrática”. Usualmente, empero, los análisis de ese partido y del periodo 1948-1978 no utilizan ese término, incluso a pesar de que los actores históricos lo usaron constantemente.
En su lugar, la ideología liberacionista ha sido identificada como socialdemócrata desde su inicio. No obstante, ese término no fue popular entre los políticos y líderes liberacionistas, sino hasta después de 1970. Antes de eso, las variantes que se utilizaron para identificar su ideología incluyeron los términos “socialcristiano” y “socialista demócrata”.
Por lo anterior, no solo el PLN era representante de la “izquierda democrática”, pues otros dos grupos políticos cabían dentro de ese esfuerzo: el movimiento del Dr. Calderón Guardia, particularmente después de 1962, y los vanguardistas que, perseguidos como una expresión de la izquierda totalitaria, insistieron en apoyar al calderonismo como una fuerza progresista.
Varios líderes vanguardistas creían que las bases sociales del calderonismo eran netamente populares, formadas de las clases pobres y proletarias. Así, a pesar de los escandalosos pactos entre el Dr. Calderón Guardia y dictadores latinoamericanos, y a pesar de su primera estrategia política que fue tomar el poder por medio de una invasión desde el exterior (en 1948 y en 1955), los comunistas siguieron siendo fieles al calderonismo electoral y creyendo en la capacidad de redención del caudillo del Republicano Calderonista.
Por eso, no hay que mirar las desavenencias políticas que se forjaron en la década de 1940 como si fueran homogéneas y perennes durante la segunda mitad del siglo XX. Es cierto que el liberacionismo se construyó a contrapelo del llamado “calderocomunismo” y que los recuerdos de la década de 1940 marcaron la mayoría de las campañas electorales, pero esa producción partidista valoró las instituciones sociales heredadas por sus “enemigos”.
Ya en la década de 1960, una parte del PLN comenzó a reclamar como posible un acercamiento con el calderonismo; por un lado, como una estrategia electoral y, por otro lado, como un reconocimiento de que la clase media no sería suficiente para contener el avance de los grupos conservadores que amenazaban con echar abajo el modelo de Estado reformista. Si nunca hubo un pacto entre el PLN y los calderonistas fue porque era imposible un acercamiento entre Figueres y Calderón Guardia.
Los liberales habían contado con la figura de Ulate y con su Partido Unión Nacional (PUN) como caballo de batalla político, pero esa fórmula no funcionó más después de que el primer figuerismo electoral triunfó en las elecciones de 1953.
La fuerza de Figueres en las urnas, a pesar de las acusaciones de fraude electoral, era imbatible por el PUN y la figura de Ulate comenzó a disminuir en comparación con la del caudillo liberacionista que subía. El PUN y Ulate, que eran arrolladores en 1948, fueron disminuidos por el liberacionismo y por el calderonismo hasta convertirse en nada hacia 1970.
De esa forma, ya en 1962 los políticos, empresarios y economistas liberales vieron en el poder electoral del calderonismo su oportunidad política para catapultarse a disputarle el poder a los liberacionistas.
Con insistencia, y con un agresivo movimiento político, se acercaron a los republicanos y los convencieron de unir fuerzas para sacar al PLN del poder. En ese proceso de estira y encoge, finalmente, y después de desaparecido el Dr. Calderón Guardia en 1970, el calderonismo se rindió frente a los dueños del poder económico que podían financiar las campañas electorales y asegurar el apoyo de la prensa conservadora.
Así, después de 1970, a medida que la ANFE ganó espacios políticos en la oposición y que se desfiguró el rostro progresista del Republicano Calderonista, la Unificación Nacional pasó a representar el ala más conservadora de la política nacional.
Y cuando eso se consolidó entre 1974 y 1978, se delinearon mejor las diferencias ideológicas que existían en ese momento entre liberacionistas y calderonistas; antes de que eso ocurriera, en cambio, liberacionistas y calderonistas tuvieron más en común en sus proyectos políticos que, incluso, podrían haber llegado a ser un solo partido político.
Nota del autor: Estas ideas forman parte del estudio en preparación denominado: La sociedad del bienestar: historia de la “izquierda democrática” costarricense (1948-1978).
Reseña del autor: El Dr. David Díaz Arias es profesor catedrático de la Escuela de Historia de la UCR y del Programa de Posgrado en Historia, además es investigador del Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC).