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Byron Salas, estudiante de Filosofía

Cuando lo importante en una foto es el mar que hay de fondo...

‘Mar de fondo’, obra ganadora de una mención de honor en la categoría de Cuento de los Premios Nacionales de Literatura Aquileo J. Echeverría 2021
5 abr 2022Artes y Letras

 

Byron Salas, estudiante de Filosofía

Ya sea como estudiante de Filosofía, como escritor o en su trabajo en la librería Andante, la vida de Salas está rodeada de libros.

Laura Rodríguez Rodríguez

 

Solemos tomar fotografías de los momentos que consideramos relevantes en medio de la monotonía de la vida: un nacimiento, una graduación, una boda o un paseo, por ejemplo. Pocas veces guardamos imágenes de nuestra cotidianidad y, mucho menos, nos fijamos en los detalles insignificantes que hay a nuestro alrededor día a día. Sin embargo, esas nimiedades pueden decir mucho más de nuestra vida que las fotos que orgullosamente publicamos en redes sociales como grandes experiencias y triunfos de nuestra existencia.

Con esto en mente, Byron Salas, escritor y estudiante de Filosofía, rescató una serie de fotos familiares que estaban a punto de desecharse y extrajo de ellas recuerdos suficientes que le sirvieron como combustible para impulsar la creación de Mar de fondo, su más reciente obra literaria, la cual obtuvo una mención de honor en la categoría de Cuento de los Premios Nacionales de Literatura Aquileo J. Echeverría 2021. De acuerdo con el jurado calificador, la obra “posee un sobresaliente nivel de escritura, como prosa poética y evocativa, con un lenguaje cargado de recursos metafóricos e imágenes envolventes”.

Si bien la mención de honor es en la categoría de Cuento, el mismo Salas confiesa que él no considera su obra dentro de tal género literario, sino que es una especie de cuaderno de apuntes que empezó mucho antes de sentarse a redactarlo, empezó con su vida, con cada paso que ha dado sobre este mundo. En este sentido, manifiesta desconocer la razón por la que escribe y espera nunca llegar a conocerla, para que lo siga impulsando como lo ha hecho hasta ahora.

De esta manera, el autor combina elementos biográficos con la ficción y la imaginación para relatar tramos de su vida, algunos surgidos de las fotos rescatadas del fuego, otros emanados de sus recuerdos y otros que brotaron cuando el cincel de la palabra talló su fantasía e ingenio. Es así como Salas describe su andar por la vida y la forma en la que ha cambiado su manera de pensar y de vivir a partir de momentos y situaciones “que uno hace mientras espera vivir”.

Conversamos con Salas sobre la naturaleza de su libro, su propósito a la hora de escribir y algunas particularidades de Mar de fondo. También nos contó sobre su experiencia de ser “niño y playo” en Atenas y la evolución del pensamiento que ha percibido en su familia, en la sociedad y en sí mismo en torno al tema de la homosexualidad. A continuación, la entrevista con el autor:

La mención de honor que recibiste es la categoría de cuento, pero el relato que hacés es muy poético. ¿Cómo definirías el estilo que usás en esta obra?

BS: Al principio, con Guillermo Barquero, que es el editor de Lanzallamas, discutimos mucho esto, ¿qué tipo de libro es Mar de Fondo? porque hay una búsqueda por esa indeterminación, que los materiales que hacen al libro puedan estar simultáneamente participando de todo lo que se consideran los géneros literarios, en algún momento el libro los atraviesa, hay partes más narrativas, hay partes más líricas e incluso hay partes más ensayísticas, que son más meditativas. Se trata más de ejercicios de literatura más intersticiales. Por esto, dentro del catálogo de la misma editorial quedó fuera de las colecciones de cuento, novela y ensayo, sino que quedó en un aparte. Lo que el libro busca no es clasificarse, sino precisamente mantenerse en ese aparte, en ese no saber qué es exactamente.

La otra cuestión era ¿cómo se manda un libro así a una estructura como la de los premios nacionales que es ajena a este tipo de escritura? Si no me equivoco, en algún momento hubo algo que se llamó “Libro no ubicable”, pero eso desapareció. Entonces, si tenés las categorías de cuento, de novela, de poesía, de dramaturgia y de ensayo, se esperaría que entregués o un libro de poesía, una novela, un libro de cuentos, una obra teatral, un ensayo. Nosotros no teníamos eso, teníamos este libro. Después de discutirlo mucho, hubo quien lo leyó como una novela, como una especie casi de monólogo de una conciencia que organiza muchísimos materiales distintos, pero como venía partido en textitos pequeños y algunos tenía la consistencia de cuento, decidimos ponerlo en cuento. Ahí terminó Mar de fondo. Yo sigo pensando que no es un cuento, que no es una novela, que no es estrictamente poesía, es casi un cuaderno de apuntes, una miscelánea.

Como sociedad asistimos a un momento en el que se están desestructurando las categorías y en el que la gente no anda buscando etiquetas, más bien busca desetiquetarse y asumir nuevas identidades. ¿Es este libro un esfuerzo en ese sentido?

BS: No creo que tenga algo estrictamente social en ese sentido. Creo que el libro sí es un poco esa apuesta. Dije antes que estaba como en un “afuera”. Ese “afuera”, ese lugar donde está Mar de fondo ya es una tradición literaria de muchísimos años. Libros renacentistas como El sueño de Polífilo de un autor italiano que se llama Francesco Colonna, nadie sabe a ciencia cierta qué es este libro, es una especie de travesía onírica en busca de alguien, no se sabe exactamente qué es. Luego, a todo lo largo del siglo XX han aparecido libros que van en esta línea, libros que se insertan, que dialogan con la tradición literaria de una forma exterior a ella y esto es paradójico porque en ese exterior están muy metidos en la tradición literaria, están siempre interrogando, buscando. Entonces, yo no creo que sea una cuestión actual, de este momento, en el que el relato político apunta hacia esa especie de ficción en la que todo parece desintegrado, atomizado que, por otro lado, políticamente es una herramienta que es explotable y que estamos en el momento en el que se explota más y literariamente es más bien una herramienta un poco vieja y lo que hay que hacer es afinarla un poco, pensarla, porque si hay una literatura tremendamente ingenua, que cree que es salirse de la etiqueta de novela, de la etiqueta de cuento, de la etiqueta de poesía, y que se trata de hacer lo que me da la gana, no es es así. Hay leyes muy rigurosas, generalmente autoimpuestas cuando un autor o autora quiere escribir de esta manera, las cuales surgen en el momento de estar con el libro, con el material que estás organizando. Pero es algo que viene de muy atrás, no es algo de este momento que a mí se me haya ocurrido pensando en una especie de particularidad de la obra, sino que pensaba en libros de autores que leo: Lorenzo García Vega, por ejemplo, o poetas que son de larga data.

 

Portada del libro Mar de fondo
"Quisiera empezar otra vez: quisiera limar de estos fragmentos la vulgaridad. A veces despierto lleno de una prematura senilidad que me permite pensar en la existencia de cosas como esa, como la vulgaridad ---o en textos que hablan del mundo tal y como es. ¿Qué será de mí, de nosotros, oh vida cargada de frío en medio del fuego, sin las incursiones terroristas de la vulgaridad?

Extracto de Mar de fondo, página 242.

 

Hay quienes dicen que un escritor debe escribir por solo el hecho artístico de escribir y para satisfacer su necesidad. Hay quienes dicen que el escritor debe escribir pensando en su público. ¿Con quienes se identifica más tu relato?

BS: Yo escribo un poco ensimismadamente. Es mentira si digo que cuando estoy escribiendo estoy pensando en quién lo va a leer o en qué momento, sino que obedece más al impulso de ir cincelando algo, en este caso la materia es la palabra. La analogía con la escultura puede funcionar. El escultor va tallando algo hasta darle una forma, una obra no es un solo libro, es la sucesión que podás hacer a lo largo del tiempo con muchos libros, sea como sea, pero lo que estás tallando es la misma materia, tu relación con el mundo, que a fin de cuentas es tu memoria, tu vida, tus cosas. Pienso que eso es lo que debería tocar la literatura, porque una literatura que se piensa, que piensa desde el momento en el que se está escribiendo, nace muerta. Las novelas con las que más familiarizado está uno, los best sellers, se piensan mucho en ese sentido, por eso son fenómenos de venta, pero yo busco otro tipo de relación con la escritura. A fin de cuentas, hacer literatura o hacer cualquier tipo de arte debería ser una búsqueda de vos mismo, casi espiritual, casi de modelamiento de cómo vas a vivir. Entonces, que alguien venga y se lea ahí o en algo de todo lo que está puesto ahí es una añadidura.

Por otro lado, no creo que eso signifique esa posición un poco snob de escritores o artistas que no les importa no tener público porque no existe algo así. Si el libro existe, si existe el diálogo, si estoy aquí conversando con alguien es que el libro llegó de alguna forma. Pero sí no creo que en el momento de escribir importe quién lo va a leer y no creo que importe a muy corto plazo o este problema que tienen muchos de si van a trascender o no, si los van a leer en cincuenta años, es un problema delirante. No importa. Marcaste algo en este momento, hiciste un poco de rayas y líneas, hiciste este libro y ya esttá.

Regresando al tema de las categorías, yo diría que es un álbum fotográfico puesto en palabras. ¿Tenías el álbum fotográfico familiar abierto a la hora de escribir el libro?

BS: Sí. Los álbumes fotográficos en la literatura deben ser ya un lugar común, deben existir un montón. Yo sí lo tenía porque tenía al principio una idea que no es nueva, sino que arrastro desde hace mucho tiempo. Creo que se explica en el primer texto, los detalles de las fotografías que no son el centro de la foto, sino que están un poco escondidos, por eso el libro tiene un subtítulo que es “El libro de los niños” y que se refiere a cosas que aparecen en las fotos y que nadie les prestó atención nunca, pero que de pronto te despiertan la memoria y eso es una historia familiar tan importante para vos en relación con la familia como lo puede ser la persona protagonista de la fotografía. Ese es uno de los significados que tienen los niños en este libro y por otro lado es el libro mismo, con sus retazos de textos, son esos textos que se quedaron casi en una caja de sastre, que luego vienen y bordan este libro que se llama Mar de fondo, pero sí trabajé directamente con el álbum. Me di cuenta que no es viable porque la escritura tiene que ser movilidad, la escritura tiene que ser tiempo, no puede hacer una simple ecfrasis, una descripción de la foto, me resultaba muy aburrido hacer una simple descripción, entonces la salida fue fabular, de manera que al final, no sé hasta qué punto realmente, es pura invención a partir de una foto de alguien que se supone que soy yo, pero es irreconocible a estas alturas. Así fue como salió sobre todo el primer texto de este libro.

¿Cuál es la inquietud que te movió a escribir Mar de fondo?

BS: Supongo que la misma que no conozco y espero no conocer nunca que me lleva a seguir escribiendo porque hay una especie de pregunta… en realidad escribir sea eso, sea como intentar hacer una pregunta y no dar una respuesta. La gente o, a veces, quien escribe tiene esta idea de que escribir es conocer cosas y descifrar cosas, que si hablás de vos mismo, conocés más tu historia. No, no. Yo siento que yo nublo las cosas más bien; siento que cada vez comprendo menos, pero continúo haciéndolo porque lo que busco es darle forma a esa pregunta. ¿Por qué estoy escribiendo? No es esa la pregunta, es algo que te constituye desde mucho antes de que uno aprendiera a leer y escribir, esa pulsión a querer marcar las cosas o a querer memorizar ciertas imágenes, ciertos relatos o a fijarte en cosas que, de pronto, para alguien más no tienen un significado, sean cosas en un patio, en un libro. Esa necesidad de estar marcando todo, esa desesperación… Hay una autora que se llama Ada Salas y que habla de la desesperación por dejar una marca como el motivo que lleva a mucha gente a escribir, aunque no todos, yo pienso mucho ahora en eso, en esa desesperación como por dejar constancia de que existió no solo una persona que pude haber sido yo, sino ese paisaje en el que vivió y ese lugar en el que estuvieron los suyos en algún momento. Solamente esa desesperación no sé hasta dónde vaya a llegar, no sé si algo sea descifrable, pero se escribe por eso, para mí, se escribe por ese impulso y no hay un fin en escribir si no hay un punto al cual llegás, no existe un punto final y el inicio no es la primera frase de la novela que yo escribí hace cinco años cuando empecé a escribir, es no es el inicio. Yo empecé a escribir o alguien empieza a escribir en un momento en que no lo sabe.

¿Cuáles fotos fueron las que rescataste del fuego?

BS: Esa es un historia un poco apócrifa que ya está metida en el libro en la que yo creo en este momento. Yo creo que fue así: creo que yo salvé esas fotos que realmente iban a desaparecer. Esa es para mí la historia. Eran fotos que venían mucho antes de mí. Es decir, había fotos de la adolescencia de mi mamá, primas de mi mamá que yo conocí casi como tías mías en su adolescencia, yo muy pequeño, esas fotos muy cotidianas de gente sin arreglarse sentada en el patio haciendo cualquier cosa. No hay fotos importantes, no hay eventos familiares, si acaso un par de cumpleaños, lo que usualmente se considera como acontecimientos en una vida como una graduación, un matrimonio, una muerte, un nacimiento, no existen ese tipo de fotos. Es como lo que está “entre” de lo importante de una vida, lo que realmente dura una vida, lo que uno hace mientras espera vivir. Si uno pone el ojo ahí eso es lo único rescatable, lo que pasa es que uno cree que el acontecimiento importante es eso que le han dicho que es el acontecimiento importante. En el caso de escribir, uno cree que el acontecimiento importante es publicar un libro o ser premiado por un libro, pero no es eso; es el tiempo en que se está haciendo y deshaciendo la escritura, ahí sucede algo. El libro viene después y es como el apéndice que le queda a lo que uno hizo. Igual con las fotos, son esas fotos sin importancia que en algún momento efectivamente iban a desaparecer y yo quise conservar por mi cuenta y en este momento no sé si alguien de mi familia sabrá que yo las tengo. Creo que no y las sigo usando a veces para escribir cosas.

¿Creés que debamos guardar todas las fotos de nuestra vida o hay algunas que sí deberíamos quemar?

BS: Creería que es imposible hacerlo voluntariamente porque al hablar de fotografía no estoy pensando en este momento en un álbum o en un soporte material de foto, estoy pensando en una cuestión de memoria y la memoria no funciona voluntariamente aunque uno lo quisiera. Para que haya memoria hay también olvido y el olvido, si la memoria es involuntaria, es todavía peor. La masa del olvido es tan inmensa que tal vez lo único que pueda hacer uno es lidiar con esos chispazos que, de pronto, en algo que uno ve, pasa cotidianamente, que a uno le llega un olor, un color, algo y recuerda algo que tenía años de no pensar, que estaba olvidado supuestamente. Es decir, no sé si vale la pena conservarlo todo, no creo. Y aunque uno quisiera conservarlo todo es imposible. Igual es imposible que todo se olvide. Entonces lo que va a quedar al final es una especie de recorte de la vida de alguien.

Planteaba esta pregunta pensando en términos de la memoria, en ese sentido más figurado, como cuando una pareja termina su relación y rompen y queman sus fotos y todos los objetos que les traen recuerdos de la relación. ¿Podemos darnos el lujo de olvidar algunos acontecimientos?

BS: Yo creería que eso opera en una forma contraria a la del olvido, por ejemplo, hacer una quema de fotos, y conecta con lo que te decía antes, una especie de desesperación. Tal vez hacer esa hoguera con una persona que alguien quiso mucho durante mucho tiempo sea una forma de escribir, porque estás quemando eso y estás dejando una marca. Eso que motiva la desesperación amorosa del momento tal vez sea una respuesta de esa índole, de hacer una marca, de cumplir un rito con uno mismo de que eso pasó, pero el quemarlo, la ausencia material de eso no implica el olvido, pero sí te da una especie de seguridad de que ahí hay algo cumplido, ocurrió algo. Entonces, un libro tal vez sea eso, ese poquito de cenizas que le quedan a uno de algo.

Me llamó la atención el uso que hacés de las ideas inconclusas que dejás a manera de párrafos cortados o de líneas que empiezan a mitad de una frase. ¿Cuál es la importancia de entender que así es la vida?

BS: Es un texto en particular que tiene su historia y creo que podría hablarlo en particular sobre ese texto, pero no sé si pueda hacer la abstracción general de por qué creo que así es como se vive y se escribe, esa forma incompleta siempre. Ese texto es un ajuste de cuentas conmigo mismo en el sentido de que yo venía escribiendo (Mar de fondo es mi tercer libro, yo primero publiqué una novela, después un libro de cuentos y después este), en el libro de cuentos yo había hecho ejercicios con un género que me gusta mucho, que me interesa mucho, que es terror. No son exactamente cuentos de terror, pero había intentado coquetear con el género y me salió un libro así, un poco oscuro. Cuando yo escribía los cuentos de ese libro que se llama Gloria al amor sombrío había un planteamiento por la cuestión del tema. Es decir, vos tenés que lograr asustar a alguien y hacés una arquitectura del relato para que eso suceda.

Ahora, escribir en ese sentido deja de lado la pregunta fundamental de la literatura, que no es un tema, es la literatura en sí misma, es la palabra interrogándose a sí misma. Entonces me había quedado un cuento rezagado que, al final, decidí no incluir en Gloria al amor sombrío, era un cuento larguísimo, de casi 30 páginas, y hablaba de una niña, de una mujer que la llevaba a la playa porque toda la familia que estaba en una casa que estaba un poco aislada en esa playa empezaban a tener síntomas muy extraños y empezaban a escamarse, a transformarse en peces. Yo empecé a hacer una demolición de ese cuento desde adentro, intentando aislar el momento de pánico nada más, en donde hay una duda extrema de qué puede estar pasando, un final frente al mar, ahí aparecen unos personajes, imágenes de árboles, imágenes de arena, imágenes de agua, pero son como flashes muy rápidos de algo que pasó, en analogía con la fotografía. Eso que quedó de ese cuento es lo que quedó, para mí, de ese libro, porque luego me hice la pregunta de si no surtirá más efecto dejarlo así todo inconcluso y, además, esa interrupción abrupta de una oración obliga a quien está en ese momento relacionándose con el texto imaginar un poco: ¿cómo completo esto? Uno siempre necesita que completen las cosas, que todo quede redondo, y no. No necesariamente las cosas son así. Nunca lo son, me atrevo a decir. Entonces, el cuento es un poco eso, es una rebuscada en broma para mí mismo, pero es también esa apuesta dentro de este libro de recoger un poco las sobras de las cosas que han quedado, que hay sobras escritas de otras cosas que pueden pasar a formar parte de esto.

 

Byron Salas, estudiante de Filosofía

"Un libro tal vez sea eso, ese poquito de cenizas que le quedan a uno de algo".

Laura Rodríguez Rodríguez

 

En tus mismas palabras: ¿Cuán difícil fue para vos ser playo y ser niño?

BS: Fue muy difícil por las razones que uno puede imaginar. Primero, la necesidad imperiosa de esconderlo o de negarlo a toda costa en un ambiente tan rural, tan marcado por un catolicismo muy... no voy a decir rígido, porque en realidad mi familia no es una familia católica rígida, pero sí es una familia de costumbres. Yo incluso, con el catolicismo particular de mi abuela y las hermanas de mi mamá, he llegado a ser muy flexible, a tolerarlo mucho, porque a veces parece que ellas practican una especie de catolicismo panteísta. Pero al principio hubo mucho temor. Recuerdo que me regañaran por mi forma de correr y yo no entender del todo por qué diantres me estaban regañando por mi forma de correr, porque para mí quebrar la mano no significaba nada, para ellos sí y era un problema mayor que un niño corriera con la mano quebrada cuando sus primos no lo hacían. Para mis primos tampoco era un problema, pero al parecer para los mayores sí lo era.

Luego, hay un momento con mi sexualidad que se entrevera con una cuestión religiosa muy dura que es el punto en el que hay gente cercana que cree que la religión efectivamente cura y que si Dios entra en la vida de alguien, cura, lo cual es un disparate y es algo que nadie debería atravesar. Esas cosas configuran algo que no voy a llamar trauma porque es una palabra muy fuerte y no lo es. Es simplemente una experiencia muy desagradable en donde tenés que repensar ¿qué es tu mamá frente a vos?, por ejemplo, ¿quién es tu papá?, que no ha estado nunca y, de pronto, está, pero no está; ¿quiénes son tus tías?, ¿quiénes son tus abuelos?, ¿cómo van a lidiar con vos? Luego de que pasó todo esto, después de que se dieron cuenta, que no es algo que cambie de la noche a la mañana, que te gustan los hombres, que amás los hombres, que te vas a seguir acostándote con hombres y fin, esa es tu vida; todo eso es un tipo de violencia, pero no me refiero a una violencia física, hay algo que se golpea en tu vida, una especie de fuerza violenta en tu vida que lleva entonces… ¿cómo va a salir, qué va a pasar? Bueno, tal vez escribir sea mi forma de entender esto, intentando escucharlos más, porque para mí sigue siendo todo un enigma. Yo todavía vivo allá, vivo ahora en Atenas, sigue siendo el lugar tenebrosamente conservador que me imaginé en la primera novela que escribí en muchos sentidos, pero al momento en que escribí Mar de fondo tenía algo que no tenía cuando empecé a escribir y es un poco de reconciliación con ellos y conmigo y esa reconciliación sigue siendo algo muy doloroso a veces; a veces ni siquiera comprendido, ni siquiera entendés cuándo estás hablando de esto, porque son gestos, son cosas que hacen o cosas que no se dicen, entonces es estar lidiando con ese pasado, pero entendí un poco más que tal vez en la literatura haya espacio para la comprensión no solo mía, sino de toda esa gente que estuvo con vos.

Para mí fue importantísimo ser niño, ser playo, estar en Atenas, ahí está mi paisaje, mi cuerpo, mi vida, mi lenguaje es ese. Ese lenguaje a veces tan exuberante tiene que ver con ese paisaje. Si yo no hubiera crecido en ese paisaje tal vez no estaría así, yo necesito llegar a la médula de ese lugar donde yo estuve y para eso tuve que pensar ¿cómo es la lengua?, ¿cómo es el idioma que yo hablo?, ¿de qué manera este idioma que me dieron estas mismas personas va a hablar de estas cosas?, ¿cómo voy a lidiar? Entonces mi lengua no solo es algo escrito, es algo vivido, es algo recordado y pasa necesariamente por mi sexualidad.

Al final de cuentas me he sentido afortunado por haber sido playo en Atenas. Todavía lo soy, vivo con mi pareja ahí y tal vez las cosas ahora son más benévolas porque he visto cómo ellos sí son capaces de pensar de otra manera las cosas y para mí eso ha sido un aprendizaje porque pasaron del momento en el que no entendían qué estaba pasando, no querían saber nada de esto, a verme vivir todos los días así.

En este momento en donde en una literatura a veces un poco melancólica, un poco despiadada, como la que a veces me sale, entra el campo de la compasión, que es algo que en este momento estoy empezando a tantear porque nunca he escrito sobre eso. Supongo que cuando uno empieza a escribir muy joven está esta idea de que escribir es simplemente transgredir, es sonar como lo que nunca antes s ha hecho. Luego uno entiende que no, que la literatura efectista no dura mucho. Luego hay un terreno para la comprensión de este tipo de cosas que nos dijeron que no servían para hacer literatura, como la compasión o, incluso, el amor. Incluso, te das cuenta de que todo arte surge de una relación amorosa muy fuerte con lo que sea, porque el amor no es algo bonito en el sentido en el que a uno se lo enseñan, es autodestructivo a veces. Por ahí van las cosas que me interesan en este momento.

¿Cuánta importancia tiene para vos haber escrito esta obra para afianzarte en tu identidad?

BS: Yo nunca me he considerado y eso es algo por lo que he peleado un poco, yo nunca me he considerado un escritor gay. Esa es una categoría que me parece que le es ajena a lo que alguien hace para escribir. La apuesta por esa etiqueta es una apuesta temática para escribir. En materia de creación literaria que alguien diga ser un escritor gay y escribir acorde a esa etiqueta, que se da a sí mismo, que le dan otros, me parece reaccionario, me parece una camisa de fuerza que no tiene por qué existir en el momento de escribir.

Ese libro no me ayudó en nada a mí en si me siento más o menos en lo que soy, pero es un libro en el que todo este mundo mío, en el que vivo cotidianamente, aparece, como espero que siga apareciendo en las cosas que escribo. Mi sexualidad no va a desaparecer de ahí como supongo, como supongo que en un autor heterosexual o en una autora heterosexual no desaparecerán sus relaciones heterosexuales.

Así que creo que son terrenos… que al menos lo que yo crea ser, que me resulta muy difícil hablar de eso porque no sé cómo yo podría saber lo que creo ser, es algo muy sujeto a transformaciones, a cosas. En ese sentido, creo que entre mi identidad sexual y mi escritura no hay una correspondencia. Creo que son peligrosas esas correspondencias, creo que cortan, que son una camisa de fuerza para la ficción porque, de pronto, un escritor gay puede escribir un cuento de fantasmas perfecto, pero nunca va a estar a la par de Henry James, porque Henry James, que es un clásico, no era un escritor gay. Bueno, a mí me interesaría alguien que escriba un cuento de fantasmas y que sea, como se dice ahora, sexualmente diverso, como lo soy yo, y pueda estar a la par de Henry James como si nada, o pueda estar a la par de cualquier persona. Creo que es una apuesta por la universalidad que es la apuesta que debería tener toda literatura, porque el hecho de que vivás en un país pequeño, de que vivás en un pueblo pequeño, no es una justificación para la pura mediocridad y en una literatura tan acostumbrada a un régimen de representación realista de todo, como la de este país, de correspondencias primarias con lo que ve, con lo que se siente, se cree que quien escribe se corresponde con lo que escribe y no es así. Entonces, hay que empezar a fisurar un poco esas cosas. Creo que no solo yo, creo que hay autores y autoras que ya lo han venido haciendo desde hace bastante tiempo.

Portada del libro Mercurio en primavera
Mercurio en primavera es la segunda obra literaria de Byron Salas, la cual ganó Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría 2017 en la categoría de Novela. El libro se puede encontrar en la biblioteca Carlos Monge Alfaro. Anel Kenjekeeva

¿Por qué considerás que es importante que el lector conozca tus primeros encuentros homosexuales?

BS: Creo que eso es algo necesario desde todo punto de vista porque siempre se cree que alguien dedicado al trabajo intelectual, en este caso la literatura, es gente “decente”, escritores de saco y corbata. Hay una fuerte tendencia a pensar de esa manera. Esa imagen es algo en lo que yo nunca he creído. La gente que leo y que admiro nunca ha estado en ese lugar. El campo de la sexualidad de una persona que escribe, para mí, me interesa muchísimo. Yo siempre he querido saber de esas cosas. Siento que la vida sexual de alguien que escribe tiene mucho que ver con su escritura, siento que alguien que no tiene una plena vida sexual o que está lleno de temores muy grandes y de cosas relacionadas con su imagen, con cómo se proyecta a los demás como alguien serio, como alguien monolítico y siempre frío, como un creador total, eso no existe. Yo siempre he querido saber ese tipo de deslices, ¿dónde anduvieron?, ¿por qué tuvieron esta relación? Es como deshacerse de la idea de que son como un poco dioses, como un poco invulnerables y no son así.

Por otro lado está la cuestión de hasta qué punto realmente son mis primeros encuentros sexuales y no una imaginación de encuentros sexuales de cualquiera. En ese sentido es parte de esos momentos en donde tal vez no es como el gran encuentro sexual de tu vida o el momento en donde conociste a la persona con quien vas a estar, sino una experiencia desazonante, pero ahí está, fue parte de tu vida, hubo un momento en el que hiciste eso; y a mí eso me obsesiona.

Cuando escribí mi primera novela ahí escribí un poco sobre la pornografía, sobre el incesto porque me interesa muchísimo esa parte de la sexualidad narrada abiertamente, mostrada tal y como es, porque hay gente que cree que para poder escribir una escena sexual tenés que usar metáforas para describir una penetración, por ejemplo. Podés hacerlo y te puede salir bien; yo mismo lo hice en mi novela. Podés no hacerlo y está bien no hacerlo. Está bien usar la imagen pornográfica directamente. Ahora, con esto no estoy haciendo una clase de apología de cierta literatura que se ocupa estrictamente en narrar encuentros sexuales, porque se vuelve mecánico. No sé si todavía alguien crea que alguien como este escritor Charles Bukowski vale algo… para mí no. Ese es otro riesgo, cuando estás mostrando estas cosas cómo hacés para no volverte simplemente una máquina que repite clichés sobre las cosas. Creo que cuando aparece en un libro tiene que narrarse incluso al punto de la crueldad. Ese es el terreno del sexo, llegar incluso a tocar esas fibras de crueldad donde uno retrocede. Eso está ahí, eso es parte de su vida y esconderlo sería una hipocresía. Entonces, si va a aparecer en el libro debe ser, para mí, así lo hago yo, debe aparecer de esa manera cuando sea necesario; si no es necesario, no me interesa mucho meterlo ahí. Pero me interesa pensar todo eso, cómo está imbricado con la creación, con la vida, por eso aparece de esa manera y por eso seguirá apareciendo cuando tenga que aparecer.

En los últimos años, algunos hombres han presentado denuncias contra otros hombres por haberlos abusado en su infancia. ¿Esta obra literaria es otro esfuerzo en ese sentido tomando en cuenta que describís un encuentro sexual a tus 14 años con un hombre adulto? ¿Desde dónde narrás los encuentros sexuales con los amigos de tu papá: desde la denuncia o desde la normalización de estas situaciones?

BS: Creo que es muy fácil tergiversar eso. Creo que es muy fácil pensar que puedo estar haciendo o una denuncia o una confesión. Lo que pasa es que se está asumiendo que esa narración de ese encuentro a los 14 años es biográfica cuando puede no serlo. Está en un libro de ficción. No creo que lo haya hecho en mi caso como una denuncia, no me interesa hacer literatura de denuncia, me interesa que estuviera ahí porque es algo que pasa, que me consta que pasa y vuelvo a lo mismo: sería una cuestión de hipocresía no narrarlo en esos términos. Sea o no mi experiencia, lo que me cuesta acá es la correspondencia entre el texto y yo, porque eso es algo que se ha asumido siempre con Mar de fondo y ese es un mal que la literatura de denuncia le ha puesto siempre a las cosas que suenan muy autobiográficas, es mal de identificación entre quien escribe y lo que pasa, creer que lo que pasa es estrictamente su vida, cuando alguien que escribe puede no estar escribiendo su vida, sino imaginándola.

En realidad, para mí, ese encuentro que se narra casi cae en el terreno dentro del libro de la fantasía sexual, de la fantasía masturbatoria, no entra en el terreno del abuso, llevarla al terreno del abuso me parecería arriesgadísimo y me parecería arriesgadísimo decir ahora algo relacionado con el abuso porque es algo que no le compete al libro ni me compete a mí en lo más mínimo. Dentro de Mar de fondo, eso que se narra en ese momento es eso: es una fantasía masturbatoria del narrador, con hombres mayores.

Pero, ¿qué pasa si este libro le llega a un jovencito que, efectivamente, está siendo abusado y que está confundido? ¿No hay riesgo de que él interprete que su situación es normal a partir de la lectura de Mar de fondo?

BS: Me parece aventuradísimo el escenario. Sería un escenario un poco oportunista para imaginar lo que pueda hacer ese pasaje del libro. Tendríamos que hacer el experimento, pero eso es algo en lo que yo no entro. Si lo que se esperara de mí es una especie de respuesta, si tengo responsabilidad moral o una especie de ética por escribir de esta manera tengo la que te decía anteriormente. Creo que si hay alguien confundido y si hay alguien que lee esto, no es ni mi trabajo ni es del libro ayudarle, sino que cae en un ámbito totalmente ajeno a mí. Pero sí me parece aventurado imaginarlo de esa manera y me parece que es el peso este de que ahora se cree que todos los libros de ficción son verdad, hay una especie de desprestigio de la ficción, ahora se cree que todo tiene que ser denuncia, que todo tiene que consistir en contar casos tremendos de gente que sufrió y ya no imaginar las cosas. Bueno, yo soy partidario de la imaginación y soy partidario de que la imaginación tiene que ser lacerante, a veces. Es la única forma de que, precisamente, te lleve a pensar este tipo de cosas y de pronto alguien puede estar haciendo eso. Pero le toca a otros, no a mí, no me interesa pensar ese tipo de cosas porque no me las planteo.

Nos han enseñado que estar extraviado es algo malo, pero no necesariamente lo es. Al final de la obra asegurás que estás extraviado en la noche y que lo seguirás estando. ¿Te complace estar en ese lugar?

BS: Sí, ahí estaré.

Fernando Montero Bolaños
Fernando Montero Bolaños
Periodista, Oficina de Divulgación e Información
fernando.monlljnterobolanos  @ucrliqp.ac.cr

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