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Estudiantes de Arquitectura diseñan espacios educativos para la niñez de Ngäbe-Buglé

La cooperación interinstitucional entre el MEP y la Escuela de Arquitectura dio paso al diseño de módulos educativos desarmables y amigables con el ambiente
28 oct 2019Ciencia y Tecnología
Foto 1 Módulos educativos no formales

Para los estudiantes José Barrantes y Ana María Lizano, la arquitectura se basa en la resolución de conflictos cotidianos y en un abordaje integral de los fenómenos. Foto Anel Kenjekeeva.

En el 2015, surgió en Costa Rica un nuevo modelo dentro de la Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil, con el objetivo de reconocer y garantizar los derechos de las niñas y niños de familias migrantes de Ngäbe-Buglé. El Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), como impulsor de este sistema de atención, creó las Casas de la Alegría de naturaleza público-privada.

Estos centros se instalan dentro de fincas y son construidos por sus propietarios o con fondos de cooperación internacional o donaciones. El Estado se encarga de financiar el costo de la atención diaria y servicios médicos a través de subsidios. Asimismo, le da un seguimiento periódico a la condición de las casas, capacita a las personas cuidadoras y cocineras, se encarga de los permisos de habilitación, entre otras acciones.

El año pasado se atendió a 629 menores en las 16 Casas de la Alegría habilitadas en los siguientes cuatro distritos de Coto Brus: Pittier, Gutiérrez Brown, San Vito y Sabalito. La función de estos centros consiste, principalmente, en brindar un cuido integral a los niños y niñas; sin embargo, no suplen el derecho fundamental de acceso a la educación.

A raíz de esta necesidad, surge una relación interinstitucional entre el Departamento de Interculturalidad del Ministerio de Educación Pública (MEP) y la Escuela de Arquitectura (EA) de la UCR, con el fin de crear espacios para brindar educación básica no formal a esta población, durante la época que permanecen en nuestro país y como complemento al cuido que reciben en las Casas de la Alegría.

Foto 2 Módulos educativos no formales comunidades indígenas
La Escuela de Arquitectura colabora con otras instituciones estatales para brindar mejores condiciones de desarrollo a las niñas y niños de comunidades indígenas. Foto Archivo ODI.

Ana María Lizano Zelaya y José Eduardo Barrantes Romero, estudiantes de la EA, habían desarrollado en el último año de carrera un proyecto académico que consistía en diseñar una vivienda desmontable.

“Un tiempo después me contacta el MEP para pedirme apoyo con el diseño de lo que llamaban un ‘aula móvil’ para la población de Ngäbe-Buglé. Lo relacioné con este proyecto (el de la pareja de estudiantes) y, como ya estaban en proceso de formular su tesis, me pareció que podría ser un buen momento”, mencionó el profesor y director de la tesis, Arq. Manuel Morales Alpízar.

La población indígena de Ngäbe-Buglé migró por primera vez hacia Costa Rica a mediados del siglo XX y provenían de la comarca que lleva su mismo nombre, en Panamá. En la actualidad generalmente ingresan a nuestro país a partir de octubre para el periodo de la recolecta de café, la cual se extiende hasta marzo del año siguiente. Por tratarse de habitantes no permanentes en nuestro territorio, enfrentan un difícil acceso a servicios básicos de salud y educación.

Cooperación interinstitucional

De esta manera, la iniciativa de los módulos educativos complementarios a las Casas de la Alegría ideada por el MEP se llegó a convertir, para los estudiantes Ana María Lizano y José Barrantes, en su proyecto de tesis de Licenciatura y pasó a adquirir el título de Provisionales y portátiles, espacios educativos para la niñez Ngäbe-Buglé en Coto Brus.

Foto 3 Estructuras módulos educativos no formales
Vista exterior del diseño de los módulos propuestos por los estudiantes de la Escuela de Arquitectura. Imagen cortesía Ana Lizano y José Barrantes.

“El proyecto se trata de un espacio dividido en dos tipologías, una para preescolar y otra para primaria. Esto debido a que el MEP planteó el proyecto de esta manera tanto por didácticas lectivas, necesidades específicas de las diferentes edades de 0-6 años y de 7-12, y también porque quieren implementar una estimulación temprana para los menores y para los más grandes otros temas diferentes”, explicó Ana María Lizano.

Se le denomina “educación básica no formal” debido a que esta no sigue el esquema básico planteado para el nivel de primaria de cualquier escuela pública del país, sino que se trata de una pedagogía más adecuada a la cultura indígena de Ngäbe-Buglé.

“La investigación se basó en tres ejes: educativo-legal, fisicoambiental, y sociocultural. Lo principal de la investigación está enfocado en lo fisicoambiental y lo sociocultural, tema por lo cual se hicieron dos giras de campo más que todo para tener un contacto con la población”, detalló José Barrantes.

“Con base en esto y en que las fincas tienen ciertas condicionantes de temas altitudinales, de climas, y zonas de vida, hubo que detallar un poco la investigación en cada finca y cada distrito; no solo considerar el proyecto en sí para ubicarlo en un lugar, sino adecuarlo a las necesidades de ese lugar”, agregó Barrantes.

Foto 4 Diseño módulos educativos no formales
Así se observa el interior de los módulos diseñados para ser instalados en comunidades indígenas. Imagen cortesía Ana Lizano y José Barrantes.

Los estudiantes visitaron zonas en Coto Brus donde es común que se asiente esta población indígena y, para entonces, había 14 Casas de la Alegría activas. Realizaron actividades con los niños y niñas que involucraron dibujos y pinturas a partir de las cuales los estudiantes pudieron delimitar las pautas de diseño de los módulos, para que estos fueran compatibles con la cultura desde el punto de vista infraestructural.

La mayoría de las personas con las que los estudiantes tuvieron contacto provienen de Kankintú, Panamá y el tiempo de traslado para llegar a Costa Rica les toma una o dos semanas. “Se hizo un mapeo de todos los centros educativos en esos distritos y ellos rondan distancias de hasta 5 km desde donde está la Casa de la Alegría. Es muy difícil para los papás pues tienen que empezar a trabajar temprano e ir a dejar a los niños a la escuela”, indicó Barrantes.

Módulos amigables con el ambiente

Según relató Barrantes, gran parte de los espacios tienen techos bajos y cuentan con materiales muy viejos, en mal estado o cerramientos de concreto prefabricado. No poseen controles de sus ventanas, por lo que si el cielo está abierto a la intemperie, es posible que la sensación térmica sea de mucho calor o frío.

Además los espacios son conjuntos, lo que ocasiona que el aroma de la comida se mezcle con otros olores y que los niños que duermen tengan que estar al lado de los que juegan; cualquier animal puede ingresar, así como el polvo y el humo de las quemas que hay en los alrededores.

Foto 5 Interiores módulos educativos no formales
Este proyecto busca mejorar el espacio de aprendizaje e intercambio de conocimiento en el que se desenvuelven los niños y jóvenes indígenas. Imagen cortesía Ana Lizano y José Barrantes.

Actualmente, las Casas de la Alegría no son aptas desde el punto de vista arquitectónico y desde nuestros criterios para una habitabilidad correcta, porque anteriormente eran utilizadas para barracas, bodegas y distintas construcciones en la finca. El dueño lo que hizo fue adaptarlo con sus recursos”, comentó Barrantes.

De acuerdo con el profesor Arq. Manuel Morales, uno de los objetivos consistió en que los módulos no superaran el costo típico de las Casas de la Alegría, las cuales no reúnen los parámetros adecuados para un uso de este tipo.

El objetivo, aseveró Morales, era que dichos módulos tuvieran un costo equivalente a las Casas de la Alegría, el cual se podría reducir por su producción en masa. Estos centros cuentan con mejores condiciones de flexibilidad, adaptación al clima y versatilidad, inclusive podrían funcionar eventualmente como albergues para situaciones de emergencia.

“Han aparecido algunas otras entidades públicas interesadas en el proyecto por sus múltiples posibilidades, por ser armable y desarmable. El manual técnico, por ejemplo, fue diseñado para ser comprendido independientemente del nivel de alfabetización de las personas. Incluye cómo debe de ser el proceso de almacenamiento para que los materiales se conserven bien, cómo se puede transportar de un lugar a otro a través de un contenedor o un camión, cómo es el desembalaje, y cómo armarlo en el sitio”, añadió Morales.

De acuerdo con los estudiantes, en los distritos que visitaron (Sabalito, San Vito y Pittier) hay un rango de la menor altitud a 862 metros sobre el nivel del mar y la mayor casi a 1 400 metros, lo que ocasiona que haya temperaturas de ambiente diferentes. Por este motivo, los módulos fueron diseñados a partir de pautas de arquitectura bioclimática, es decir, son estructuras capaces de adecuarse a los distintos factores que la rodean, tales como los cambios de temperatura.

Para efectos del proyecto de tesis, los estudiantes diseñaron dos módulos, uno más grande que el otro, los cuales tienen un mobiliario que se puede adaptar a distintos usos. Asimismo, cuentan con una capacidad de albergar entre 20 y 30 personas. Estos están pensados para acoplarse unos con otros, de manera que se puedan configurar radialmente, o bien, alinearlos en forma de C o L.

Una de las cosas que se persiguió y logró con el diseño es que tuviera una huella ambiental mínima. Después de que se arma y tras varios meses, cuando se desarma, el impacto que deja en el terreno es prácticamente nulo. Los módulos están hechos para que se posen sobre el sitio sin interrumpir las correntías o que haya que hacer movimiento de suelo. Los estudiantes aspiraron a altos estándares de calidad y seguridad al diseñarlos”, explicó Morales.

“La Escuela de Arquitectura está en un momento crucial, próximamente cumplimos 50 años de creación y eso amerita conmemorarse, pero más que eso lo vemos como un momento que nos invita a hacer una reflexión profunda sobre lo que ha sido durante este periodo, cuáles han sido sus aportes al país, al desarrollo social y territorial. Estamos en un contexto muy distinto y que la arquitectura ya no es lo que era cuando se creó esta Escuela y que el planeta tampoco lo es, pero cabe un análisis de nuestro quehacer”, reflexionó finalmente Morales Alpízar.

Bianca Alina Villalobos Solis
Asistente de Prensa, Oficina de Divulgación e Información
bianca.vhircillalobos  @ucrlqpf.ac.cr

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