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Políticas de mano dura no han podido contra las maras

11 nov 2009
Documental la vida loca
Dos jóvenes integrantes de la mara 18 de El Salvador (foto del documental La vida loca, sobre la vida de las maras, del fotógrafo Christian Poveda, asesinado en El Salvador en setiembre pasado).

Las políticas estatales de mano dura, de cero tolerancia y de limpieza social ante las maras o pandillas juveniles, en países como Guatemala, El Salvador y Honduras, han sido un fracaso y más bien han contribuido a la especialización de estas organizaciones.

Esa es una de las principales conclusiones de una investigación sobre estas violentas bandas de jóvenes nacidos en la década de los años ochenta, realizada por la empresa costarricense Demoscopía S.A., con el apoyo de los investigadores de la Universidad de Costa Rica (UCR), M.Sc. Jorge Sanabria, de la Escuela de Psicología, y Dr. Ángel Ocampo Álvarez, de la Escuela de Estudios Generales.

Parte del estudio fue dado a conocer en la UCR, en una actividad organizada por el Programa Latinoamericano del Doctorado en Educación.

“Las maras tienen una estructura y modelo organizacional que evolucionan hacia sistemas más sofisticados, efectivos y eficientes. Tienden a generar la legitimación de su estatus y roles y a recurrir a mecanismos económicos legales. Se han desarrollado para quedarse”, expresó el Lic. José Alberto Rodríguez, sociólogo, investigador de Demoscopía y profesor de la Escuela de Estudios Generales de la UCR.

Los investigadores trabajaron con una visión sistémica, aplicaron los mismos instrumentos y los mismos tamaños de muestras en todos los países centroamericanos.

El estudio fue dividido en dos segmentos: uno que corresponde a Guatemala, El Salvador y Honduras, en donde el fenómeno de las maras está más arraigado, y el otro conformado por Nicaragua y Costa Rica, en donde las pandillas juveniles están tomando mucha fuerza, explicó Rodríguez.

La muestra incluyó a mareros, mareras, población en riesgo (jóvenes que conviven en el mismo espacio socio-cultural de los mareros, pero que no son mareros), exmareros, familiares, vecinos, víctimas, comerciantes y transportistas del área de influencia de las distintas bandas.

Además, los investigadores realizaron entrevistas a policías, organizaciones no gubernamentales, iglesias, empresarios, Poder Judicial, prensa, funcionarios públicos, así como en 29 penales, donde se observó la vida y costumbres de los mareros que guardan prisión.

La investigación se realizó del 2006 al 2008 y contó con el apoyo financiero de la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional (ASDI) y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE)

Contrapoder

A criterio del Lic. Rodríguez, en Honduras, El Salvador y Guatemala las maras son un fenómeno institucionalizado, con raíces muy profundas en la sociedad.

Por lo tanto, estas agrupaciones se han convertido en “un contrapoder, una cultura antisistema”, que buscan mantener una estructura de poder en un espacio urbano determinado.

José Alberto Rodríguez
El Lic. José Alberto Rodríguez, investigador de Demoscopía, afirmó que las cárceles son centros logísticos y de entrenamiento para las maras, las cuales han establecido “enclaves” en los centros penitenciarios (foto Jorge Carvajal).

Esto se explica en parte debido a que hay vacíos significativos de poder de los Estados de la región centroamericana, lo cual ha permitido un mayor posicionamiento de las maras, lo mismo que altos niveles de corrupción pública y privada.

“Hay una legitimidad o conquista de la impunidad, el fenómeno se vuelve cada vez más general y pasa de una situación de ilegalidad a una de legalidad”, aseguró el sociólogo. Agregó que estos grupos han alcanzado niveles muy complejos de organicidad y tienden hacia la estructuración.

En Costa Rica y Nicaragua, en cambio, las pandillas presentan todavía formas incipientes de desarrollo, pero de acuerdo con el investigador, Costa Rica posee una serie de condiciones que propician la evolución rápida de estas organizaciones tal como funcionan en los países del norte de Centroamérica.

Negocio lucrativo

Las actividades delictivas de las maras se han convertido en un negocio muy lucrativo y estas a su vez se han constituido en verdaderas estructuras empresariales, insertas en la economía formal e informal, delictiva y no delictiva, reveló el estudio.

“Son estructuras empresariales con la disciplina de un sistema militar”, comentó el Lic. Rodríguez.

Por ejemplo, agregó, solo en la Zona 19 de la Ciudad de Guatemala, las maras recolectan al mes alrededor de $225 000 en impuestos de tránsito, de supervivencia o de guerra.

Además, estas bandas forman parte del delito organizado en actividades como tráfico de drogas, de armas, sicariato, extorsión y coyotaje, entre otros.

“Se cree que las maras y pandillas son consecuencia y producto de la pobreza y eso es falso. Podrá esta en algún momento dar un impulso o favorecer, pero (las maras) no son producto de la pobreza ni del marginalismo”, consideró el investigador.

Un indicador de esto es que la gran mayoría de mareros tuvo la oportunidad de asistir a la escuela y al colegio, e incluso, algunos líderes tienen estudios universitarios, de acuerdo con la investigación.

En promedio, un 45 por ciento de los encuestados asisten al colegio, excepto en Costa Rica, en donde esta cifra llega al 26 por ciento, comentó Rodríguez.

  

Patricia Blanco Picado.
Patricia Blanco Picado.
Periodista Oficina de Divulgación e Información
patricia.bxfqdlancopicado  @ucrzbwm.ac.cr

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