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Estudian cambios culturales y de género en población ngöbe migrante

15 abr 2009
Rocío Loría
La antropóloga, M.Sc. Rocío Loría: la migración a Costa Rica de los indígenas ngöbe se da en condiciones de precariedad, inseguridad y temporalidad (foto José Salazar)

Los cambios culturales y de género que ha experimentado en las últimas décadas la población ngöbe que emigra desde tierras panameñas a Costa Rica para integrarse como mano de obra en la recolección de café, son analizados en un estudio por la antropóloga M.Sc. Rocío Loría Bolaños.

Loría, quien es estudiante del programa de doctorado en Antropología de la Salud, en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, España, e investigadora de la Universidad Nacional (UNA), y recientemente se incorporó como investigadora al Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad de Costa Rica (UCR).

La antropóloga está estudiando la migración de dicha población a Costa Rica y aborda el cambio cultural en las comunidades de origen y tránsito, enfatizando en la violencia de género y la alcoholización masculina.

Los indígenas ngöbe-buglé han habitado históricamente las áreas fronterizas entre Costa Rica y Panamá y entre las causas de su movilización se menciona la exclusión social y cultural, la presión por el despojo de sus tierras, la pobreza y el desempleo.

“Es una población que ha estado aislada, no solo desde el punto de vista geográfico, sino también en cuanto a la participación social y al acceso a los recursos y servicios”, expresó la investigadora.

La migración de los ngöbe hacia Costa Rica se registra desde los años 20 del siglo pasado hacia las plantaciones de banano, y más recientemente se ha producido hacia zonas cafetaleras altas como Coto Brus, Pérez Zeledón y Los Santos.

Es una mano de obra indispensable y creciente, debido a la disminución de la fuerza laboral costarricense y nicaragüense en ciertas regiones de producción de monocultivos del país.

Según estudios de la UNA, en el 2005, la población total recolectora en la zona de Los Santos era de 11 000 personas y de esta el 65% fue población ngöbe proveniente principalmente de Panamá. Se calcula que en las últimas dos cosechas cafetaleras se movilizaron alrededor de 20 000 indígenas entre las diferentes regiones.

Un fenómeno reciente es que algunas familias no están regresando a sus lugares de origen, ya que se quedan en las zonas cafetaleras para integrarse a trabajos más permanentes durante el período de mantenimiento de los cafetales.

Niños indígenas en fila
Las relaciones de pareja entre los indígenas ngöbe se ha transformado, en un grupo étnico en el que la poligamia ha sido una práctica tradicional (foto Mónica Bolaños)

Características culturales

Los indígenas ngöbe son en su mayoría bilingües, hablan el ngöbere o el buglere, dependiendo de la región de origen, y el español. Las mujeres son las que menos hablan este idioma.

Poseen una cultura ecológica ancestral, practican la agricultura de subsistencia y en el trabajo agrícola participa la familia extensa, es decir, los miembros de familias nucleares de clanes y comunidades emparentadas entre sí. Este rasgo cultural se reproduce durante el proceso migratorio, ya que los grupos familiares viajan juntos a trabajar en las fincas, aunque no siempre logran permanecer reunidos.

“Esta tradición ha ido cambiando porque las fincas no pueden dar la garantía de que todo el grupo familiar esté reunido en un mismo lugar”, dijo la antropóloga.

Este y otros aspectos, como el cambio social en las relaciones de pareja y la convivencia obligada entre diferentes grupos en las fincas, parecen generar conflictos entre la misma población indígena, que devienen en rupturas de parejas y abandono de los hijos a hijas.

La poligamia ha sido también una práctica tradicional; sin embargo, la monogamia se ha afianzado en las últimas décadas.

Las mujeres suelen tener muchos hijos y los hombres asumen la paternidad de sus hijos e hijas procreadas con sus distintas esposas.

“Más allá de la transición en el tipo de matrimonio que la sociedad ngöbe está afianzando, la tenencia de muchos hijos sigue teniendo un valor de reconocimiento social muy alto, situación que modifica las formas de parentesco en el contexto de la movilidad”, aseguró Loría.

Precariedad e inseguridad

Indígenas
Las mujeres, niños, niñas y la población joven no reciben remuneración directa ni cuentan como trabajadores, a pesar de que constituyen cerca de un 35% del total de la población ngöbe migrante (foto Mónica Bolaños)

Según la M.Sc. Loría, la migración de los indígenas ngöbe se da en condiciones de precariedad, inseguridad y temporalidad, lo que incide en las relaciones de género y étnicas (tanto dentro del grupo indígena como en relación con otros grupos sociales).

Sin embargo, el cambio cultural no debe verse como causa de la migración, sino vinculado a un proceso de transformación social y de las relaciones de poder desde dentro de los territorios indígenas o comarcales.

La población que emigra es la más pobre y la de más baja escolaridad, con menos acceso a servicios y a fuentes de empleo. En algunos casos, es la que habla menos el español y tiene menores posibilidades y recursos para negociar sus condiciones de trabajo, agregó la antropóloga.

Esto ha favorecido la residencia en condiciones marginales y de explotación en las fincas cafetaleras: con viviendas inadecuadas, servicios básicos insuficientes y en situación de hacinamiento.

Las mujeres, niños, niñas y la población joven no reciben remuneración directa ni cuentan como trabajadores, a pesar de que constituyen cerca de un 35% del total de la población ngöbe migrante.

“Hay una invisibilización clara de estos grupos, pese a que su participación en la actividad productiva es muy importante”, dijo Loría.

La reacción de la sociedad no indígena frente a la migración ngöbe es ambivalente, aseguró la investigadora, pues por un lado se produce una actitud de tutelaje étnico, es decir, paternal y filantrópica, y por el otro, se dan distintas reacciones de rechazo y explotación, en las que destaca la posición etnocentrista del costarricense no indígena.

Ello facilita la victimización de esta población indígena y limita su capacidad de respuesta, lo cual se evidencia, por ejemplo, en la mendicidad que se observa con mayor frecuencia en zonas urbanas.

“La sociedad y las instituciones por un lado reaccionan queriendo restaurar lo ‘natural’, es decir, cómo hacemos para que ‘nuestros’ indígenas no se echen a perder y no dejen de usar sus vestidos llamativos, pero al mismo tiempo, decidimos los cambios que queremos en aquellas costumbres en las cuales los distinguimos como cochinos, ignorantes y tontos”, expresó Loría.

En su criterio, la sociedad no indígena tiene una responsabilidad y participación en la migración precaria y en la discriminación de la población ngöbe, pues genera directa o indirectamente otras formas de reservas para los indígenas, es decir, una especie de jaulas en las zonas de destino, y esto provoca diferentes formas de violencia de género y de etnia.

Patricia Blanco Picado.
Patricia Blanco Picado.
Periodista Oficina de Divulgación e Información
patricia.behjvlancopicado  @ucrqkdg.ac.cr

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