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Mezcladiticos

El crecimiento económico de Costa Rica, el alto nivel de vida y la estabilidad política son algunas de las razones que han atraído gran cantidad de inmigrantes centroamerianos que hoy día, constituye el 8.8% de la población en el país.

Se estima que los nicaragüenses constituyen actualmente alrededor de un 7% de la población costarricense.

De acuerdo con datos del quinto Informe del Estado de la Región, el flujo migratorio a lo interno de Centroamérica lo domina el movimiento de personas de Nicaragua a Costa Rica y de El Salvador a  Guatemala.

Fuentes:

Migración Centroamericana, entrevista Carlos Sandoval

OCDE/FUNDEVI (2017), Interacciones entre Políticas Públicas, Migración y Desarrollo en Costa Rica, Caminos de desarrollo, Éditions OCDE, París.

http://dx.doi.org/10.1787/9789264279018-es

Muchos pensarán que la migración de países centroamericanos se estableció en las últimas décadas, pero no es así. Desde la colonia han existido vínculos diversos, mediante el comercio y otras áreas como son los estudios universitarios.      

En el siglo XX, fueron más intensas en las primeras décadas,  debido a la construcción del ferrocarril al Atlántico y el inicio de la actividad bananera que atrajo nicaragüenses y europeos.

Entre las razones que hacen de Centroamérica una región de amplia migración destacan las dificultades económicas, los conflictos armados y más recientemente el ascenso de la  violencia.

Esta última razón, por ejemplo, ocasionó que 1.542 salvadoreños  solicitaran refugio a Costa Rica en el año 2016.  En los años 80, Costa Rica mantuvo campamentos de refugiados en la provincia de Limón y Tilarán y en la actualidad, se repite la situación frente a escenarios de violencia que los obliga a migrar.

La llegada de migrantes centroamericanos brindan al país oportunidades  y desafíos.

La presencia de migrantes centroamericanos en Costa Rica ha favorecido la movilización de la economía, pues se vinculan a tareas de agricultura de productos de exportación como el melón, la piña y otros productos tradicionales como el café y la caña. Se destaca en la economía nacional, el  aporte de los centroamericanos en los procesos de construcción, los servicios de seguridad y las actividades domésticas, actividades económicas donde Costa Rica no encuentra suficientes fuentes de trabajo local.

Mientras Costa Rica muestra un descenso de su tasa demográfica y una mayor proporción de personas de edad avanzada,  se reconoce la contribución de nicaragüenses y salvadoreños con lo que los especialistas denominan bono demográfico y que se refiere al nacimiento de niños y niñas de padres migrantes, que se insertan y apoyan el mercado laboral costarricense.

En medio de una agenda política binacional que avanza de forma muy lenta, las familias desarrollan lazos de cooperación y aprendizaje compartido. 

En diversos ámbitos de la vida cotidiana nacional, se evidencia la influencia de la migración centroamericana.

La gastronomía costarricense se nutre hoy día con platos como las pupusas de El Salvador o el nacatamal de Nicaragua, cuya comercialización incrementa cada día.

Tanto en la zona rural y urbana costarricense,  se convive con nicaragüenses de localidades como Masaya, León, Rivas y Managua, cuyo asentamiento en el país favorece la conformación de  familias binacionales que enriquecen la diversidad cultural.

Un exponente de esta diversidad fue el actor de teatro, César Melendez, cuyo trabajo artístico ofreció una lectura más integral sobre la riqueza de la interculturalidad y el aporte de los migrantes nicaragüenses en el país.

En medio de las tensiones políticas y la intolerancia que muestra el mundo respecto a los procesos migratorios; locales y migrantes se enfrentan al reto de construir relaciones de convivencia que favorezcan la construcción de una mejor sociedad para todos.

Según el Censo Nacional de Población del 2011, existen 1.806 españoles y 1.494 italianos viviendo en Costa Rica.  Ambos son considerados unos de los grupos europeos de mayor presencia e influencia en el país. Sin embargo, también la colonia inglesa y alemana  tienen una participación y cohesión  importante con la sociedad costarricense. Se calcula que  hay alrededor de 5.200 británicos en Costa Rica, que forman la segunda mayor comunidad europea después de los españoles.

Fuentes:

Datos basados en el artículo “Gallegos en Costa Rica a fines del siglo XIX, de la investigadora Giselle Marín, profesora de la Escuela de Estudios de Generales, y de la Asociación Lar Galego (Hogar Gallego) - Costa Rica.

Entrevista con Rita Bariatti, historiadora especialista en la migración italiana.

Revista de Historia Universidad Nacional Artículo Los Migrantes y el Poder en Costa Rica. 

 http://www.revistas.una.ac.cr/index.php/historia/article/view/3185/3044

Dentro de la inmigración española que arribó a Costa Rica a fines del siglo XIX para trabajar en proyectos de infraestructura y de expansión económica, se encuentra la gallega. Provenían principalmente de la provincia de Pontevedra, de un pueblo cercano a Santiago llamado Olives. Llegaban primero a Cuba y de allí se trasladaban a Costa Rica. Apellidos como Pereira, Pazos, Penabad, Filloy, Constenla, Álvarez, García, Ferreiro, Rozados y Tapia forman parte de las familias gallegas que se integraron a la sociedad costarricense.

La mayoría vinieron de zonas donde las principales actividades económicas era la agricultura y la ganadería.

Al ser la mayor parte de inmigrantes de lugares cercanos de Galicia, se crearon redes de parentesco y paisanaje, lo cual constituyó el motor principal de la inmigración.

Entre los factores principales de su movilización hacia Costa Rica están la necesidad de mejorar su nivel de vida, la búsqueda de empleo y el aumento demográfico en su zona de origen.

Entre los factores que incidieron en la emigración hacia Costa Rica están la afinidad cultural y un idioma en común. Asimismo, el hecho de que el gobierno costarricense tenía interés por atraer mano de obra mejor preparada para trabajar en la construcción del ferrocarril al Atlántico y en labores agrícolas.

La inmigración de la población española en el país aumentó debido a la influencia de la migración hacia Panamá, en donde se construía el Canal. Los emigrantes llegaban a Limón y allí se reembarcaban hacia Panamá. La cantidad pasó de 1033 en 1892 a 2549 en 1927.

La migración alemana se ve potenciada luego de que el Presidente de la República de Costa Rica José María Castro Madriz estableciera relaciones diplomáticas con la Confederación Germánica y suscribe un tratado de comercio y amistad entre ambos países en 1849. Los alemanes que llegaron a Costa Rica provenían de familias acomodadas y tenían buenos nexos políticos y comerciales en Europa lo que les permitió integrarse rápidamente a la vida política y económica de Costa Rica.

En cuanto a la migración italiana, se registra que en el período colonial y hasta 1886 se aventuraron a Costa Rica unas dos docenas de itálicos. Algunos fundaron las familias italianas más antiguas en el país como los Bertora, los Valerín, los Volio.

Luego de la independencia de Costa Rica, siguieron llegando italianos esporádicamente en un 50% eran grandes y pequeños comerciantes. Entre 1887 y 1888, se trajo de Italia a cerca de 1.500 braceros para finalizar el ferrocarril al Atlántico, el 60%  fue repatriado, pero un 40% optó por permanecer en Costa Rica. La mayoría de ellos, se dedicó al comercio y en menor grado a la agricultura.
Entre 1889 y 1960, las dos guerras mundiales provocaron una inmigración en cadena. Para 1910 se señalaba la presencia de 2.000 italianos unbicados en distintas partes de Costa Rica, en su mayoría dedicados al comercio (pulperías, zapaterías, sastrerías y cantinas).

La colonización de San Vito de Java, que inició en 1952, se dio con la llegada de 111 familias italianas, empero diez años después se habían asentado en el lugar menos de la mitad, específicamente, familias que huían de la posguerra y que transformaron una región inhóspita y aislada, en una zona desarrollada y altamente productiva con el cultivo del café.

Hacia finales del siglo XX se intensificó la inmigración italiana, por la presencia de jóvenes que posiblemente no encontraban en su país la inserción laboral anhelada. Este último aspecto migratorio aún no se ha estudiado de manera exhaustiva.

Por su parte, los ingleses fueron uno de los primeros grupos europeos en llegar a tierras costarricenses, al descubrir el potencial del país en la producción de café, fueron los británicos quienes trajeron italianos para la construcción de la vía férrea al Atlántico.

Los gallegos que llegaron a Costa Rica entre entre 1866 y 1940 se dedicaron a la agricultura y a las actividades artesanales, como carpintería y ebanistería, así como a las actividades comerciales. Dos empresas creadas por gallegos que permanecen aún son Vidrios Álvarez, Espejos El mundo y cantina La Borrasca, ubicada en el Mercado Central. Otras empresas que funcionaron durante mucho tiempo fueron La Sevillana y Colchones Luxor.

Por otro lado, prácticas artesanales como las técnicas de zapatería, de sastrería, de elaboración de pastas y panes son muestra de la herencia italiana en el país.

En el campo empresarial, destaca el inicio de la hotelería, de la fabricación de mosaicos, de la marmolería, de los talleres mecánicos, de la elaboración de cerveza, de la construcción de embarcaciones.

Profesionales italianos como ingenieros y arquitectos, farmacéuticos, médicos y músicos brindaron un gran aporte al país y en el comercio, destaca la apertura de importantes emporios y la fundación de empresas importadoras. 

En las últimas tres décadas los italianos emigrados a Costa Rica han generado un gran desarrollo del campo culinario con la apertura de restaurantes y la venta de comida tracional de su país; en las costas muchos se han dedicado a la pequeña hotelería, un ejemplo de esto son diversos hoteles en Cahuita, Jacó y Tamarindo.

Los principales aportes de los gallegos se pueden observar en las creencias religiosas y en las supersticiones. Un ejemplo es la celebración católica de Santiago Apóstol, el 25 de julio. La diócesis de Cartago y de Puriscal están dedicadas a Santiago o la tradición de quemar palma bendita cuando hay tormenta.

La palabra carajo se origina de la palabra gallega carallo.

Otras tradiciones son la celebración del Día de Muertos (2 de noviembre) y la devoción por las ánimas. En Costa Rica están contempladas en canciones y  leyendas, se visita los cementerios, se adornan las tumbas con flores.

y de las siete hierbas.

La creencia en meigas o brujas es muy acentuada en Galicia, al igual que en Costa Rica, que aún persisten en muchos pueblos.

La leyenda de la piedra de Aserrí donde vivía la bruja Zárate con un español encantado, convertido en pavo real es un ejemplo.

A estos elementos se suma el uso de plantas medicinales consideradas mágicas es otra influencia. Y en el campo de la gastronomía, los frijoles blanco con chorizo o los chicharrones son ejemplo de la herencia gallega, sin poder omitir el gran parecido que existe entre el cocido gallego y el caldo gallego.

Por su parte, la influencia de la cultural italiana en la idiosincrasia costarricense actual se evidencia en aspectos como la difusión masiva del saludo familiar que encierra la palabra “ciao”, empleada por todos los estratos sociales.

Se suman la difusión de la cocina italiana y especialmente de la “pizza”, un platillo originario del sur de Italia que hace un siglo ni se conocía en las regiones nórdicas italianas; a la que se suman platos como “lasagna” que ha vuelto lasaña y los “cannelloni” ahora canelonis.
En las últimas tres décadas, varios empresarios italianos se han dedicado a importar y a difundir ampliamente en el medio costarricense  productos como pastas y vinos de producción italiana, pero también productos típicos como el navideño “panettone” (en Costa Rica lo producen y lo llaman “panetón”), un dulce originario de Milán que se empezó a conocerse en el resto de Italia en la segunda mitad del siglo XX.

La comunidad alemana por su parte logró establecer su legado en la vida cotidiana costarricense con la fundación de instituciones culturales y educativas como el Colegio Humboldt y el Instituto Goethe, hasta asociaciones civiles como el Club Alemán y comerciales como la Cámara de Comercio e Industria Costarricense Alemana

Según datos del Censo Poblacional del 2011, la población total de Guanacaste ronda los 326.943 habitantes.

Fuentes:

Edgar Solano y Antonio Castillo, historiadores de la Sede de Guanacaste

Designada oficialmente Región Chorotega, Guanacaste se anexó a Costa Rica “por propia voluntad” en el año de 1824. Anteriormente pertenecía al Partido de Nicoya, jurisdicción de Nicaragua, por ello sus tradiciones y costumbres están íntimamente emparentadas con dicha nación, sin embargo, el desarrollo turístico y la globalización económica y cultural, tienden a desaparecer todo aquello que conforma la cultura material y mental guanacasteca, sobre todo de aquellos sectores populares y comunidades que aún se resisten a morir culturalmente. El historiador Antonio Castillo reconoce la forma en que esta parte de los costarricenses rescata sus labores agrícolas, sus fiestas, ritos, mitos, literatura, canciones, bailes, leyendas, bombas y retahílas, así como la cotidianidad de la vida, la identidad y la memoria colectiva guanacasteca.

Por su parte, el historiador Edgar Solano, afirma que, cuando Guanacaste se integró al país, ya la nación costarricense se había construido desde el Valle Central. Por lo tanto, fue la construcción de la carretera Interamericana -en los años 50 del siglo XX- lo que formalizó la incorporación de esta región a Costa Rica. Con el establecimiento del 25 de julio, se reconoce el aporte de Guanacasteco a la identidad nacional.

A Guanacaste se le ha encasillado tomando en cuenta única y exclusivamente el área geográfica que se ha denominado La Bajura, es decir, Nicoya y Santa Cruz, de donde supuestamente devienen los dichos, las retahílas, las bombas, los bailes folclóricos, la gastronomía, los sabaneros, la hacienda ganadera, el ipipia y hasta el fenotipo y genotipo de sus moradores históricos, además de los toros, los redondeles y un ramillete de tradiciones, costumbres y modos culturales. Sin embargo, su aporte va mucho más allá.

Guanacaste es una cuenca que empieza en la cordillera de Guanacaste y la cordillera de Tilarán, baja pasando por Liberia y sube hacia las montañas y cerros altos de Santa Cruz y Nicoya. En el pasado, el área geográfica de más desarrollo y poblamiento fue la región conocida como el Gran Nicoya, asiento primero de pueblos procedentes de Sudamérica; luego, de culturas mesoamericanas como los chorotegas-mangue, los nicaraos y los méxica, provenientes del norte de Centro América y de México.

De manera que desde la antigüedad, el área del Gran Nicoya o sector de influencia mesoamericana en el período precolombino; de conquista, contacto y poblamiento al inicio del período colonial, sirvió como frontera entre las civilizaciones altamente desarrolladas de Mesoamérica y de la zona Andina Central, por ello se le considera como una zona de paso y de comercio, “encrucijada de caminos”, como le llamaría el historiador costarricense Carlos Meléndez.

En la época colonial su población creció al calor de varias culturas, de allí que su composición étnica sea de carácter mestiza: india, europea y negra. También, aquí tiene su origen la hacienda ganadera, que a partir de la segunda mitad del siglo XVII, caracteriza a la historia y la cultura guanacasteca actual, en sus relaciones y diferencias con la historia y la cultura nacional.

Por ello, la idiosincrasia de la región, está arraigada en mitos y leyendas mestizas, surgidas en Mesoamérica y reconfiguradas en la sabana guanacasteca. Allí brotaron figuras simbólicas como la del sabanero, hombre de a caballo, quien se encargaba de arriar y cuidarle el ganado a los hacendados en las viejas haciendas. Se sabe que en sus ratos de ocio, en lugar de lidiar toros los montaba, práctica que se extendió y popularizó por todo el país. Esto dio paso a que dicha actividad desplazara una variedad de oficios y ocupaciones producto de la crianza de ganado y las comunidades que se fueron desarrollando dentro y alrededor de las haciendas.

Instituciones como la hacienda y su equivalente, el latifundio, establecidas en la colonia española, estuvieron ligadas regionalmente al comercio de cebo y ganado vacuno, el cual se amplió con el tiempo al resto de Centro América. De allí que, en el proceso de consolidación de la hacienda ganadera, se conformara asimismo la identidad cultural guanacasteca.

Las corridas de toros, la gastronomía vernácula con base en el maíz, la marimba  y los bailes son muestras del legado que este pueblo que siguen vigentes hasta hoy como parte de la identidad costarricense.

La diversidad de escenarios naturales, debido a la biodiversidad en la flora y fauna, así como la humedad de sus bosques tropicales ubicados a más de mil metros de altura, sus llanuras, picos, cerros, macizos, volcanes, lagunas, cordilleras y cuencas hidrográficas, así como buena parte del litoral pacífico aportan a Costa Rica una región de contrastes agroecológicos que la caracteriza alrededor del mundo.

En Costa Rica habitan 104 1431 personas que se autodefinen como indígenasy constituyen el 2.4% de la población total del país, según el más reciente censo poblacional realizado en el 2011. No obstante, sólo 78 073 de ese grupo son parte de los ocho pueblos originarios: bribris, cabécares, térrabas, bruncas, ngöbes, malécu, chorotegas y huetares, que residen en veinticuatro reservas indígenas, mejor conocidas como territorios.

Fuentes:

Entrevista Dr. Carlos Sánchez Avendaño, investigador y promotor de diversidad lingüística, profesor de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura.

Entrevista y consulta bibliográfica libro “La vida en otra parte”. Dr. Alexander Jiménez Matarrita, docente e investigador de la Escuela de Filosofía.

Entrevista Dra. María de los Ángeles Acuña León, historiadora y directora Centro de Investigación en identidad y Cultura Latinoamericana (CIICLA). 

Entrevista al Dr. Marcos Guevara Berger, antropólogo y profesor catedrático e investigador de la Escuela de Sociología UCR.

Desde los años 60 la Universidad de Costa Rica ha profundizado en la investigación y reconocimiento de los pueblos y culturas indígenas, a través de la investigación y acción social desarrollada desde la Escuela de Antropología, el Instituto de Investigaciones Sociales, el Centro de Investigaciones Históricas de América Central y al Escuela de Filología, Lingüística y Literatura y su Instituto de Investigaciones Lingüísticas. Destacan los aportes de investigadores pioneros en este campo como la antropóloga María Eugenia Bozzoli quien centró sus estudios en la historia y la cultura de la población indígena Amerindia de Costa Rica y el lingüista Adolfo Constenla Umaña quien hizo enormes aportes en la descripción y documentación oral de las lenguas chibchenses, entre ellos, la creación de alfabetos prácticos de muchas de las lenguas indígenas de Costa Rica.

Los grupos indígenas consolidaron en el territorio costarricense cultivos como la yuca, el maíz y el cacao, productos básicos de alimentación que domesticaron. Los españoles aprendieron de ellos y hoy forman parte de la dieta costarricense.

Los huetares, etnia que domió la mayor parte del centro del país, brindó un importante legado de palabras que se integraron al español de Costa Rica, que ascienden a 180 huetarismos. Las demás lenguas de Costa Rica, incluidas las que se conservan en la actualidad, no parecen haber aportado al español hablado en el país más que topónimos.

El estilo de desarrollo de los pueblos indígenas favoreció la conservación de grandes áreas naturales; este factor permitió que muchos bosques no fueran derribados. Localidades como la Cordillera de Talamanca, resguardada por bribris y cabécares en ambas vertientes son una muestra de este legado.

Según el antropólogo Dr. Marcos Guevara, hay muchos aspectos particulares de la forma de ser de los costarricenses que tienen claras huellas de las culturas indígenas, algunas de estas son la gastronomía y el uso que hacemos de cultívos como yuca, maíz, cacao, ñame, tiquisque, pejibaye, ayotes, zapallos y chayotes.

Platillos como los tamales, la chicha, el chicheme, las tortillas y todas las demás formas de consumir el maíz, e incluso el hábito de bañarnos todos los días son muestras de nuestro legado indígena.

Palabras propias de la vida cotidiana costarricense como cas, pisuicas, yigüirro, Itabo o de localidades como Escazú, Curridabat, provienen de las lenguas indígenas costarricenses.

Se estima que alrededor de 50 000 costarricenses son descendientes de migrantes de los  territorios que, hasta 1945, formaron parte de la Gran Siria, es decir, descendientes de sirios, palestinos, libaneses o jordanos. La población de origen libanés representa la mayor comunidad árabe del país y la aglomeración procedente de Líbano más grande de América Central.

Fuentes:

Algunas reflexiones sobre el periódico "El Sheik" en Costa Rica, Intus-Legere Historia / issn 0718-5456 / Año 2013, Vol. 7, Nº 1; pp. 121-149 https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4999864.pdf

«X Censo Nacional de Población y Vivienda - Extranjeros». Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC). 2011. Consultado el 7 de enero de 2017.

La lengua árabe: puente entre culturas | UNESCO http://www.unesco.org/new/es/social-and-human-sciences/themes/sv/news/the_arabic_language_a_bridge_between_cultures/

Migración e identidad cultural en Costa Rica 1840-1940. Revista Ciencias Sociales UCR,155:131-144/2017(I).(ISSN:0482-5276)

Entrevista al arabista y profesor emérito de la Escuela de Estudios Generales, Dr. Roberto Marín Guzmán.

La migración árabe a Costa Rica se dio, principalmente, en el decenio de 1887 a 1897. Esta se constituyó en su mayoría de libaneses y sirios de religión cristiana maronita u ortodoxa. En el caso particular de los libaneses, dejaron sus tierras por la crisis económica que asoló al Imperio Otomano y por la violencia interreligiosa.

Del Líbano Otomano salieron alrededor de 21 000 personas que escapaban de las duras condiciones de la región. Usualmente se dirigían a destinos como Australia, Estados Unidos y Suramérica, pero varias se quedaron en Costa Rica que era un punto de escala para algunos de estos países, tanto por razones incidentales como voluntarias.

Otra migración árabe de relevancia se dio después de la ocupación israelí en Gaza y en la Ribera Occidental en 1967. Al país arribaron una treintena de familias palestinas que escapaban de la guerra, en su mayoría de fe musulmana.

Los primeros migrantes siro-libaneses de los que se tiene registro en el país fueron las parejas Pablo Sauma Aued y Susana Tajan Meckbel, así como José Tabush Fallat e Ignacia Haquím Zaglul. Después de ellos se sumaron apellidos como Alem, Aued, Barzuna, Beirute, Esna, Hasbun, Maleck, Ayales, Sámara, Sauma, Selim, Simon, Tabash y Yamuni. Los nuevos pobladores iniciaron una activa participación en la vida económica del país.

Según el Dr. Roberto Marín Guzmán, arabista, profesor emérito de la Escuela de Estudios Generales, desde las dos últimas décadas del siglo XIX se experimentó  en Costa Rica la presencia árabe (libaneses, palestinos, sirios). Este grupo  mostró una importante adaptación al país y es a partir de sus segundas generaciones que iniciaron los matrimonios con costarricenses. Con esto, sus apellidos pasan a formar parte de los nombres autóctonos de la región.

La segunda generación de inmigrantes árabes en el país mostró un marcado interés por el rescate de su cultura, por esto fundaron la Sociedad Libanesa (hoy Casa Libanesa), un espacio para mantener contacto con el acontecer político y social en el Líbano y mantener cercanía con sus tradiciones culturales. En este espacio lograron por período de 2 años (de 1944 a 1946) publicar el periódico El Sheik, por medio del cual, abordaban temas de actualidad sobre ambos países, se anunciaban los comercios libaneses y publicaban literatura libanesa.  El medio también fungió como punto de encuentro entre la cultura libanesa y la costarricense, por ejemplo, contó con colaboraciones de intelectuales costarricenses como Roberto Brenes Mesén y Joaquín García Monge, entre muchos otros.

La comunidad árabe ha aportado a la sociedad costarricenses en sus más diversas esferas, desde numerosos profesionales en todas las áreas del conocimiento, la ocupación de cargos diplomáticos, parlamentarios y  ministeriales, hasta empresarios y comerciantes con una sobresaliente incursión  en la industria textilera.

Desde la academia, destacan docentes de origen árabe como Guillermo Barzuna y Maricruz Burdiel, quienes han impulsado publicaciones sobre el aporte de la cultura árabe en el país y en el mundo.

En el ámbito de la cultura,  destaca el poeta Osvaldo Sauma, Premio Nacional de Poesía  Aquileo J. Echeverría 2013, cuya  poesía muestra una añoranza por la tierra, las costumbres y la cultura árabes.

Desde el año 1982, la Universidad de Costa Rica reconoció la importancia de la lengua árabe como transmisora de costumbres, identidades y conocimientos milenarios de una población numerosísima de nuestro planeta y abrió un curso de lengua y cultura árabe. Asimismo, debido a la importancia del Medio Oriente, del Mundo Árabe y del Mundo Islámico en la historia contemporánea, la UCR  consolidó desde el año 2008 la cátedra Ibn Khaldun, un espacio académico de estudio de la cultura y civilización árabe y musulmana, que permita superar los prejuicios, incomprensiones y opiniones negativas que existen en torno a los árabes, el Islam y la población musulmana. A través de investigaciones, participación en redes internacionales,  mesas redondas, conferencias y simposios se ha contribuido a desenmascarar y superar algunos de los prejuicios.

Diversos elementos de la vida cotidiana costarricense dan muestra de la influencia que la migración árabe ha tenido en el país a lo largo de la historia. Por ejemplo, el nombre de “Ciudad Neily” hace referencia a su fundador Ricardo Neily Jop (1912-2000), ciudadano de origen libanés que entre 1939 y 1940 adquirió una extensa propiedad en la región de  Corredores e instaló una especie de comisariato al servicio de los trabajadores bananeros. Más tarde, el extranjero vendió una serie de parcelas a comerciantes que establecieron ahí sus negocios y dieron origen a Villa Neilly.

La expresión “¡machalá!”, que se dice en Costa Rica para evitar que algo malo o no deseado pase, proviene de la frase árabe Ma sha Allah que significa “que Dios no quiera” utilizada en un contexto en el que se quiere alejar lo que no deseamos.

Según el Censo Nacional del 2011, el 7,5% de la población costarricense es afrocaribeña. Sin embargo, situaciones experimentadas al momento de censar, como el no consultar por la autodefinición de todos los miembros de una familia, hace pensar que la cifra ronda el 10%.

Fuentes:

Entrevista a la directora de la Cátedra de Estudios de África y el Caribe, historiadora Rina Cáceres.

Según la investigadora Rina Cáceres, el primer grupo de herederos de la Africanía llegó a Costa Rica en el siglo XVI y XVII, durante el periodo colonial y junto a los conquistadores españoles. Llegaron como mano de obra esclavizada para trabajar en labores de agricultura, ganadería y construcción; pero también como personas libres, descendientes del mestizaje entre españoles y africanos.  

Los primeros migrantes africanos se asentaron en Cartago, Guanacaste y Puntarenas, donde dieron origen a hijos mestizos, que no tienen una verdadera consciencia de su pasado africano, pues el contexto social de la época los hizo “preferir” su raíz blanca.

Se tienen registros de que, para 1801, el 30% de la población del Pacífico costarricense, era afrodescendiente, negro, mulata o parda.

La segunda migración llega a Costa Rica en 1870, procedente de las islas de las Antillas, principalmente de Jamaica, pero también de Trinidad y Tobago, de Barbados y de Saint Kitts.

Los miembros de este grupo pertenecían a la clase media y media alta de Jamaica y eran escolarizados. Decidieron migrar a Costa Rica al ver los anuncios que las empresas constructoras del ferrocarril y del Canal de Panamá dieron a conocer en los periódicos de su país, el cual, atravesaba en ese momento una crisis económica.

Interesados en nuevas oportunidades labores, llegan a Costa Rica maestros, ingenieros, técnicos y maquinistas angloparlantes, ciudadanos insertos en la revolución industrial, como resultado del importante papel que tenía Jamaica en la revolución industrial, como colonia británica.

Por su parte, los migrantes de Saint Kitts eran francoparlantes, pero con el paso de los años, su idioma quedó invisibilizado ante la fuerte presencia del inglés que impulsaron los otros migrantes.

Con el paso de las décadas y en los primeros años del Siglo XX, también  llegan a Cosa Rica migrantes del Caribe nicaragüense y panameño, como resultado de la comunicación constante que existía entre todo el Litoral Caribe de Centroamérica.

La primera migración de afrodescendientes que llegó al país en condición de esclavitud,  fueron milicianos, realizaban servicios domésticos o se dedicaron al cultivo de caña de azúcar y al campesinado de frontera, es decir, se encargaron de hacer la ruptura de la frontera agrícola ante el agotamiento de las tierras en la región central del país.

Por su parte, el segundo grupo africano

condujo a Costa Rica a la modernidad. Procedentes de Jamaica, cuarto país del mundo en tener un ferrocarril; este grupo migrante se encargó de la construcción del ferrocarril que permitió conectar el Pacífico con Europa, dando lugar a un despegue económico que diferenció a Costa Rica del resto de países Centroamérica.

Profesionales en educación, enfermeras e ingenieros, permitieron la consolidación de un Limón cosmopolita, que tenía teatro, comercio y a donde llegaban las noticias de Nueva York y Londres.

La segunda migración afrodescendiente que llegó al país era afroantillana y por tanto, su identidad tiene dos orígenes, lo africano y lo europeo, tanto desde lo británico, como desde lo francés.

Hoy día, quedan registros de la riqueza cultural que este grupo dio a nuestro país, por medio de expresiones como el popular “Baile de cuadrilla”, traído por los migrantes afrofranceses y que ahora es infaltable en las principales actividades sociales de Limón.

En el campo de la gastronomía destaca el Queque de Navidad, producto  de origen inglés denominado “The cake” y que llega al país con los Curling, una familia afrobritánica que lo da a conocer en su cafetería en San José, donde además popularizan el café entre una sociedad costarricense de clase media que hasta entonces sólo consumía agua dulce.

Por su parte, el “Pan Bone” es parte de la herencia traída por las familias afrofrancesas al país y responde a la receta del pan que consumían los domingos.

El gusto de los limoneses por el jazz, hace referencia a la herencia musical de los migrantes de Trinidad y Tobago, mientras que palabras como mondongo (panza de res), candanga (diablo), panga (especie de bote), cachimba (pipa de fumar), son palabras que se diseminaron desde Guanacaste al resto del país y tienen raíces africanas.

Según la historiadora Rina Cáceres, afrodescendientes en Cartago, Guanacaste y Puntarenas, están en búsqueda del pasado africano que hasta la actualidad siguen descubriendo en las notas musicales de las canciones locales o en palabras y expresiones más cotidianas.

Según el Censo Nacional realizado en el 2011, 9 170 personas se autodefinen como chinas. Sin embargo,  hay más sangre china inmersa en la sociedad costarricense.

Muchas de las familias chinas cuentan hoy con al menos cuatro o cinco generaciones, personas que aunque comparten genes y fenotipos, se definen a sí mismos como ticos.

Muchos de los apellidos propios de China han desaparecido por los matrimonios entre costarricenses y chinos,  concecuencia del cambio de apellidos o la españolización de los nombres chinos. Por este motivo, varios apellidos actuales dificultan la indentificación de personas con ascendencia china, entre ellos: Soto, Quirós, Sachún, López, Rupuy, Sánchez, Salazar, León, Castro o Sancho.

Fuentes:

Entrevista con Dra. Lai Sai Acón Chan, directora local del Instituto Confucio de la UCR.

Censo costarricense 2011

“La migración china en Costa Rica: entre la explotación y la exclusión” por Marlene Loría y Alonso Rodríguez y “La minoría china en Costa Rica por Hilda Chen Apuy.

Después de este periodo, hubo migración de chinos en forma independiente (no contratados por compañías) y a pesar de las leyes migratorias que prohibían en ese momento su ingreso al país, la migración continuó  ininterrumpidamente.

Años más tarde, Costa Rica eliminó las leyes y los decretos discriminatorios existentes,  esto dio pie a la importante consolidación de las familias chinas en el país, lo cual se mantiene hasta el presente.

El siglo XIX marcó la época más fuerte de la emigración china tanto en Costa Rica como en otras partes del mundo.

Los habitantes chinos que se instalaron en el país provenían principalmente de la región de Cantón, China, de donde migraron debido a diversos problemas sociales que experimentaba su región, tales como guerras del opio, aumento demográfico, crisis económica y fiebre del oro.

Los primeros chinos llegaron al país como parte de los trabajadores contratados en Panamá en 1855 para el desarrollo de tareas agrícolas. Así lo manifiesta un texto llamado “La minoría china en Costa Rica”, escrito por la investigadora Hilda Chen Apuy.

En 1873, la emigración de chinos a Costa Rica se fortaleció con la construcción del ferrocarril al Atlántico. Nuevamente, en 1887, se experimentó un pico en este fenómeno cuando el Gobierno de Costa Rica autorizó la contratación de chinos para continuar la misma obra.

Desde sus primeras migraciones, la población china aportó recurso humano y económico que fue clave para el impulso del progreso nacional, especialmente, en un período de gran escasez de mano de obra como lo fue a mediados del siglo XIX.

La Dra. Lai Sai Acón Chan, directora local del Instituto Confucio de la UCR, afirma que los chinos en Costa Rica fueron pioneros del desarrollo de los pueblos de zonas costeras ubicados en Puntarenas, Limón y Guanacaste, donde promovieron su progreso comercial.

Con el paso del tiempo,  este grupo comenzó a trasladarse también a otros lugares como el Valle Central, Cartago y Alajuela, donde no solo contribuyeron con su trabajo, sino que también aportaron su herencia cultural.

El cultivo variado de vegetales y el ingreso de nuevos platillos propios de la cocina china, adaptados al contexto tico, llenó de nuevos sabores la gastronomía del país.

En el ámbito de la academia, la población china ha logrado enriquecer e impulsar distintas áreas de estudio que van desde la ingeniería y la salud, hasta el arte, la historia y los negocios.

Una de esas personalidades académicas de origen chino es Hilda Chen Apuy, quien con su trabajo abogó por el respeto de la diversidad cultural de los pueblos.

Chen fue clave en los procesos de internacionalización de la UCR, sus estudios contribuyeron a ampliar el conocimiento sobre las culturas orientales, las diferencias étnicas, lingüísticas y religiosas. Tal conocimiento,  es especialmente importante, pues promovió los procesos de comprensión mutua.

Una de las influencias culturales más importantes de este grupo se da a través de la gastronomía y el comercio. Comidas como el arroz cantonés o el casado chino, muestran la fusión entre la comida china y costarricense, mientras que la  presencia de supermercados y restaurantes chinos cobra cada día una mayor  importancia en el país.

Prácticas como las artes marciales y el Tai Chi muestran una sociedad que también se apropia del legado cultural de este pueblo y  a esto se suma un creciente número de personas interesadas en aprender mandarín.

Desde que el Instituto Confucio de la Universidad de Costa Rica empezó a impartir clases en el año 2010, más de 2 200 estudiantes han pasado por sus aulas; donde además de recibir cursos para aprender el idioma, participan de conferencias y actividades culturales con miras al fortalecimiento de lazos entre Costa Rica y China.

La iniciativa académica impulsada por el Instituto Confucio y el Programa de Cursos de Conversación de la UCR cuenta actualmente con 262 alumnos regulares que se forman en el dominio del mandarín.

De acuerdo la Dra. Lai Sai Acón Chan, directora local del Instituto Confucio, se cuenta también con una importante participación de locales en clases de cocina, caligrafía china y de entrenamiento para el examen HSK (prueba que mide el nivel de conocimiento del mandarín).

Además, durante los últimos cinco años y mediante becas de intercambio internacional que ofrece el Instituto Confucio de la UCR, cerca de 35 costarricenses y descendientes de chinos nacidos en Costa Rica han tenido la oportunidad de ir al país asiático para profundizar el idioma y prepararse en sus respectivos campos de estudio.   

Departamento de Prensa-ODI

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