Su nombre es Álvaro Ureña Maxwell, tiene 26 años y, si hay un elemento que deja claro desde un inicio este joven médico, cuyo promedio de ingreso para la especialidad de Neurocirugía en la Universidad de Costa Rica (UCR) es de 99 —uno de los más sobresalientes de su generación— es que lleva a Limón en su sangre. El orgullo de su origen es incuestionable.
Al hablar con Álvaro, lo primero que deja claro es el amor y un gran respeto por la provincia que lo vio nacer, un afecto que acompaña de manera inmediata con la calidez y la amabilidad usual de las personas del Caribe y, al mismo tiempo, con un tono firme que deja claro su resiliencia, constancia y disciplina que, según afirma, son los elementos que verdaderamente determinan el éxito de cualquier sueño.
“Mi padre es cafetalero y, al ver cómo él se esforzaba por algo mediante un trabajo físico pesado, extenuante y llevando bultos sobre su espalda, hizo que yo no pudiera tener ninguna excusa para no levantarme temprano, levantar un lápiz y empezar a estudiar”, comentó el Dr. Ureña.
En poco tiempo, esa tenacidad inculcada desde su hogar se tradujo en resultados tangibles que se materializaron, no solo con la mejor nota para el ingreso en el Programa de Especialidades Médicas del Sistema de Estudios de Posgrado (SEP-UCR) en el 2025, sino también con el mejor promedio de toda Costa Rica durante el 2022 en el examen del International Foundations of Medicine (IFOM), con una calificación de 92 sobre 100.
Es decir, en el IFOM del 2022 Álvaro se posicionó como uno de los mejores del mundo de los más de 4 000 estudiantes de Asia, Europa, América y Oceanía que aplicaron la prueba, un honor que muy pocos logran en su vida.
“¿Por qué decidí estudiar Medicina? Porque la idea de poder ayudar a las personas siempre me pareció algo muy atractivo y algo que Limón necesita mucho. Por supuesto, también me apasiona saber cómo funciona el organismo y sus diferentes sistemas. Yo me puedo sentar horas de horas a leer y se me pasa el tiempo rapidísimo porque disfruto el proceso. Ahora, mi sueño cuando concluya la especialidad de Neurocirugía es trabajar para mi provincia y retribuir en el Hospital Tony Facio. Claro, no me cierro a ninguna posibilidad laboral, pero ir al Tony Facio sería un honor, así como el poder devolverle a mi provincia un poco de lo mucho que me ha dado”, destacó el médico.
A un joven tan ejemplar, amante de la pesca y del ejercicio, no se le podía dejar ir fácilmente. De manera muy genuina, este joven médico expresó qué significa para él ser médico, por qué escogió la especialidad de Neurocirugía en la UCR y qué aspectos se podrían mejorar en Limón para fortalecer una atención en salud más equitativa.
—Dr. Ureña, usted nació en el Hospital Tony Facio de Limón un 8 de septiembre de 1998. Ahora, veintiséis años después, ejerce como médico. ¿Cómo empezó la trayectoria que te llevó a escoger esta profesión?
—Dr. Álvaro Ureña Maxwell (AUM): “Empezó desde mi niñez. Desde los cuatro años viví con mi abuela. Mi mamá vivía en los Estados Unidos y mi papá en San José. Mi abuela fue la que me crió y me acompañó a lo largo de la escuela y del colegio que hice en Limón. A pesar de la distancia, siempre tuve el apoyo de mis padres.
Mi mamá siempre me ayudó mucho. Ella venía de los Estados Unidos y mi papá también fue de mucha ayuda. Él es cafetalero y me inculcó muchos valores del trabajo y del esfuerzo.
Tuve que pasar por mucho pero, al ver cómo mi papá se esforzaba por algo mediante un trabajo físico muy pesado y extenuante, hizo que yo no tuviera ninguna excusa para no levantarme temprano, alzar un lápiz y empezar a estudiar. Él era una motivación.
Y bueno, pasaron los años, completé mis estudios de secundaria y me vine a San José a estudiar la carrera de Medicina General en una universidad privada.
Después terminé la carrera como médico general y regresé a Limón, al Hospital Tony Fancio, donde nací. Ahí, justamente, fue el primer lugar donde trabajé y estuve un año completo como médico general”.
—Durante ese trayecto, ¿en qué momento de tu vida decidiste estudiar Medicina y por qué?
—AUM: “En el colegio. La idea de poder ayudar a las personas siempre fue algo muy atractivo. Realmente, era algo que quería hacer y que sigo queriendo. A ese deseo de ayudar se le añade mi enorme curiosidad de lograr entender cómo funciona la complejidad del organismo y sus diferentes sistemas.
Lograr entender esa complejidad captó poderosamente mi atención. Honestamente, me puedo sentar horas de horas a leer. El tiempo se me pasa rapidísimo y creo que ese gusto por el estudio ayuda a que se me pase rápido el tiempo, disfrute el proceso y la materia no sea tan compleja para mí. Eso sí, debo admitir que al inicio no fue fácil.
Los primeros bloques de la universidad fueron complejos. El primer año fue muy retador, pero en el segundo año empecé a llevar los cursos de fisiología y me empezó a ir muy bien. Entre más se relacionaba la materia con la parte médica, más me interesaba y más fácil me resultaba estudiar”.
—¿Cómo te fue en ese proceso de abandonar tu provincia para adaptarte a un nuevo contexto tan diferente como es el de San José? ¿Ese cambio incidió, de alguna manera, en la forma en cómo concebías la medicina?
—AUM: “Sí. Venir a San José fue un gran reto, la verdad. Para mí, Limón representa paz. En Limón estoy tranquilo, salgo, disfruto y siento que estoy en mi lugar seguro. Yo no siento que pertenezca a San José. Puedo trabajar aquí sin ningún problema, pero no se compara como estar en casa.
En Limón fueron muchos años, toda la niñez y el colegio. Hay demasiados recuerdos y demasiadas experiencias, con un ritmo de vida muy distinto. En San José, el ritmo de vida es más acelerado, en cambio, en Limón es más tranquilo y relajado. Un fin de semana usted sale a algún restaurante y puede ver el mar y sentir la brisa. La vida es diferente.
Así, cuando llegué a San José estaba totalmente solo. Aprendí a cocinar, planchar y lavar. Mis papás me ayudaban económicamente, pero solo alcanzaba para los gastos básicos y no tenía dinero para comer afuera ni para salir. Esta experiencia fue muy valiosa porque crea responsabilidad, hace que uno madure, pueda crecer y, por supuesto, esto incidió en mi manera de relacionarme con la medicina.
La medicina que a mí me gusta practicar se basa en prepararme bien para que el paciente tenga la mejor calidad de atención posible. Para lograr esto, claramente, se requiere responsabilidad y, por supuesto, empatía.
En todos estos años he intentado ponerme en la posición del paciente. A veces pienso en mi abuela y me digo: ‘si esta persona fuera mi abuela, me gustaría que la traten lo mejor posible, con el máximo respeto y profesionalismo’. Entonces, si yo pido eso, debo dar eso. Básicamente, mi principio es tratar como a mí me gustaría ser tratado”.
—Durante tus años de estudios, ¿cuál fue la experiencia más significativa que te marcó y que, de algún modo, reafirmó tu pasión por la Medicina?
—AUM: “Lo que más me ha marcado, más allá de haber tenido buenas calificaciones y haber ingresado a un posgrado en la UCR, fue cuando atendí a mi primer paciente en Limón.
Él me comunicó cómo se sentía y me agradeció por lo que había hecho. Esto fue una gran satisfacción, porque era lo que, justamente, aspiraba y aspiro hacer: ayudar. Con él, me di cuenta de que mi sueño se estaba logrando.
Realmente, las personas quedan muy agradecidas y muy contentas con el servicio que uno les ha brindado cuando este es bueno. Durante el año que trabajé como médico general en Limón, ese agradecimiento constante fue algo que me motivó a seguir adelante para, verdaderamente, continuar ayudando a las personas.
Nuevamente, tampoco es fácil. Cuando llegué a la parte clínica el contacto con los pacientes era agotador. Yo atendía entre 45 a 50 pacientes por día, pero solo con que uno me agradeciera, porque le ayudé a aliviar un poco su dolor o enfermedad, era todo lo que necesitaba para no detenerme”.
—¿Hubo algún momento que te hiciera pensar en dejar la carrera?
—AUM: “No, yo estaba seguro de lo que quería, pero la pandemia sí me hizo salir de la universidad durante casi un año completo. En ese tiempo yo le ayudé a mi papá a trabajar. A veces, me tenía que levantar temprano, como a las 6:00 a. m., con frío, ir a una finca con el pasto mojado, jalar pasto y llevar sacos. Ese esfuerzo me hizo valorar muchísimo más la oportunidad de estudiar Medicina y aumentó mi deseo de querer reincorporarme lo antes posible”.
—Y lo logra. Usted se incorpora y destaca como el mejor promedio del IFOM, uno de los exámenes de medicina general más respetados del mundo. Luego, se gradúa como médico general. ¿Qué significó para usted volver a tu provincia para, por primera vez, retribuir como médico?
—AUM: “Un honor enorme. Tuve un sentimiento de honor que, en definitiva, no puede tener otra persona que no sea de Limón.
Solo imagínese lo que fue para mí poder volver y ayudar a la gente de mi provincia, en la provincia que me vio nacer. Esto es algo que no puede sentir alguien que nació en San José. Ese año de trabajo fue una experiencia demasiado bonita que me motivó grandemente y con las ganas de volver en algún momento para aportar.
Realmente, hay una gran diferencia entre lo que tienen los hospitales a nivel central con lo que se tiene a nivel periférico, por ejemplo, en Limón. Puedo hacer una lista muy grande de las necesidades, pero voy a mencionar dos.
Una es la falta de especialistas y la otra es contar con más equipo médico. Por ejemplo, si en Limón hay diez salas, algunas veces solo funcionan tres salas de operaciones. Con todo esto, al final, la única persona perjudicada es el paciente. Entonces, en Limón faltan más recursos, tanto humanos como económicos. En este sentido, me gustaría dar mi granito de arena”.
—Muy bien, doctor. Ahora quiero saber por qué decidiste especializarte en Neurocirugía. De todas las especialidades médicas, ¿por qué justamente esta?
—AUM: “Al principio de la carrera pensé que iba a hacer otra especialidad como Anestesiología. Neurocirugía no era algo que tuviera en mente.
No obstante, cuando realicé mi año de internado, el último año como estudiante antes de ser médico general, roté por el Hospital Nacional de Niños y pasé por el servicio de Neurocirugía. Ahí me di cuenta de que eso era lo que realmente me gustaba.
A lo largo de la carrera nunca había tenido ese contacto con la especialidad. Lo complejo y lo difícil de los casos me llamó poderosamente la atención. Quise elegir algo en lo que me tuviera que esforzar mucho para hacer un buen trabajo y ayudar a quienes más lo necesitan. De hecho, son seis años de especialidad.
Para ingresar a la UCR empecé a estudiar ocho meses antes. Me levantaba a las 5:00a. m. y estudiaba unas ocho horas diarias todos los días”.
—¿Y ya pensaste cuál es ese legado que te gustaría darle al país como futuro neurocirujano?
—AUM: “Totalmente. Me gustaría darle al país un médico que hace su trabajo con excelencia, pero sin dejar de ver a la persona que tiene enfrente.
Cuando un paciente entre a mi consultorio, quiero que ella o él se lleven una imagen de un doctor comprensible que los escuchó de manera empática. Lo que enaltece a un médico es su capacidad de escuchar, entender y acompañar, no solo dar diagnósticos.
Por el momento, y en este paso inicial de la especialización, me dedicaré a indagar profundamente la neurocirugía y, en el proceso, ir tratando a las y los pacientes de la mejor manera para que puedan tener una mejor calidad de vida.
Mi otro propósito es jamás perder esa buena relación que uno tiene con las y los pacientes. Quiero que ese carisma nunca se pierda. Después de adentrarme a la neurocirugía, iré viendo qué subespecialidades me atraen más y definiré una afinidad para subespecializarme”.
—Cuando usted menciona: “un médico que hace su trabajo con excelencia”, para usted, ¿qué elementos son los que hacen a un médico excelente?
—AUM: “Lo que yo considero que hace grande a un médico es que, cuando el paciente salga de su consultorio, emocionalmente salga bien. Que no salga triste y que no salga angustiado por la forma en que usted lo trató.
Si al paciente hay que darle una mala noticia, se le da, pero de la mejor y más humana manera posible. El simple hecho de ver al paciente a los ojos, de escucharlo y prestarle atención por unos minutos, puede hacer la gran diferencia y creo que eso, lamentablemente, se ha perdido mucho.
De nada sirve tener todos los títulos del mundo, destacar o ser excelente en la medicina, si al final no se logra conectar con el paciente y hacer que se sienta comprendido y tratado con respeto. Lo que engrandece a un médico es la forma en que trata a sus pacientes, más allá de sus conocimientos”.
—¿Tuviste a algún referente o persona que te inspirara a tener esa visión que hoy me cuentas de una manera tan firme?
—AUM: “Sí, el Dr. Mario Sánchez Suen, anestesiólogo. Siempre lo admiré demasiado. Usted le puede preguntar lo que sea de Medicina y él va a saber qué hacer.
Él es una persona muy dedicada. Para poder saber tanto, se debe pasar horas de horas estudiando y leyendo. Cuando estaba en el hospital era común verlo leyendo libros, enseñándole a los estudiantes y siempre informándose. A pesar de tener muchos años, él sigue en una educación continua y eso es, justamente, lo que me gustaría hacer.
¿Por qué? Porque eso se traduce en un mayor bienestar para los pacientes y en una mejor satisfacción individual, en el sentido de que uno le dio a la persona lo máximo y lo mejor que pudo para que saliera adelante”.
—Ahora, doctor, ¿cómo se visualiza en estos seis años de estudio?
—AUM: “Bueno, en estos seis años de estudio me visualizo 100 % dedicado a la neurocirugía. Me veo estando muchas horas en el hospital y, después del hospital, a estudiar. También me veo descansando pocas horas. Sé que escogí una especialidad que consume mucho tiempo y energía, pero estoy seguro de que vale la pena.
La especialidad de neurocirugía trata toda la patología que tiene que ver con el cerebro, el cráneo y la columna. Así que, más allá de mis años de estudios, cuando me gradúe me veo ejerciendo, ojalá, en el Hospital Tony Facio.
En Limón no hay neurocirujanos y se dice que es posible que, en algún momento, tengamos un nuevo hospital. Sería maravilloso que se abriera una unidad de Neurocirugía y yo poder estar ahí, porque es algo que las personas realmente necesitan.
Eso sería una ayuda enorme, porque actualmente muchos de los pacientes de Limón deben ser trasladados hasta San José. Esto implica un gasto importante de recursos, el retraso en la atención del paciente y el aumento de la mortalidad por las horas de espera”.
—De lograrse, esa atención local ayudaría a descentralizar los servicios de salud y mejorar la atención de la zona.
—AUM: “Exacto. Si un paciente necesita de una intervención neuroquirúrgica, igual se le va a derivar a San José, porque la Caja jamás niega la atención.
Sin embargo, considero que sería beneficioso brindar esa atención en la misma provincia, para disminuir la carga de pacientes a San José, que la atención sea más rápida y, así, se beneficie todo el sistema.
En los próximos años, me gustaría que en Limón se fortalezca la parte académica. Siento que eso se ha dejado un poco de lado. También me gustaría que se fortaleciera la parte de los especialistas médicos. Hace falta incentivar a los especialistas para que se motiven a ir a Limón a trabajar”.
—Ya para cerrar, Dr. Ureña, ahora, ¿qué significa para usted ser UCR y qué mensaje le da a las futuras y a los futuros médicos que están por concluir su carrera?
—AUM: “Para mí, ser UCR significa un orgullo muy grande. Es como tener un certificado de calidad en la formación de uno. Es saber que seré formado en una institución que no solo enseña medicina, sino que también forma personas con sensibilidad humana sobre el impacto que podemos tener en la vida de los demás.
En relación con el mensaje para las futuras generaciones, me gustaría decir que, si están estudiando la carrera, que lo hagan de corazón. Que sea porque realmente les apasiona y quieren ayudar a las personas, porque esta carrera requiere de mucho sacrificio. Pero, les aseguro que, si lo están haciendo de corazón, vale la pena hacerlo y jamás se van a arrepentir”.