Voz experta: Una universidad humanista para un país en transformación
En este 85º aniversario de la Universidad de Costa Rica, no solo celebramos la historia, sino que también renovamos el compromiso con el presente y el futuro del país. La Universidad de Costa Rica ha sido fundamental para la consolidación del Estado Social de Derecho, el fortalecimiento de la democracia, el fomento del pensamiento crítico y el impulso de la movilidad social. Hoy, sin embargo, el país nos demanda más que continuidad: nos exige transformación.
Costa Rica enfrenta retos complejos: desigualdad persistente, cambios tecnológicos acelerados, creciente crisis climática, nuevas dinámicas productivas, institucionalidad democrática amenazada y una perjudicial desconexión entre las juventudes y las estructuras tradicionales del poder y el conocimiento. Ante estos desafíos, necesitamos preguntarnos: ¿qué modelo de universidad puede contribuir efectiva y humanamente al desarrollo del país?
La respuesta no está en copiar modelos foráneos ni tampoco en reducir la universidad a un cometido meramente utilitario. Costa Rica necesita una universidad pública que compagine la excelencia académica con la sensibilidad social; que forme a profesionales competentes y cívicamente responsables; que investigue no solo para publicar, sino también para transformar la realidad; que dialogue con todos los sectores de la sociedad, sin perder su espíritu crítico ni su autonomía; y que contribuya al país con humildad sobre la base de un conocimiento tanto pertinente como valioso.
Este modelo de universidad debe ser profundamente humanista, porque sin una mirada ética, sin una comprensión crítica de los contextos, sin una defensa activa de los derechos humanos y de la diversidad, cualquier avance técnico será superficial y frágil. La Universidad de Costa Rica debe formar a las personas no solo para insertarse en el mundo del trabajo, sino también para pensar, cuestionar, crear y liderar procesos de cambio con conciencia social. Igualmente, la Universidad debe ser una institución territorialmente inclusiva.
El desarrollo nacional no puede centrarse únicamente en unas pocas zonas del país, sino que debe abarcar la totalidad del territorio. Las sedes regionales de la Universidad de Costa Rica son, en muchos casos, el único motor de esperanza, desarrollo y arraigo para miles de familias. Ahí se construye justicia territorial. Ahí se forma el talento que necesita el país en su conjunto. Ahí se forjan nuevas oportunidades para generaciones que, de otra forma, serían marginadas.
Además, el país requiere una universidad articulada con los sectores productivos, sociales y culturales; pero no desde una lógica de subordinación, sino de cooperación. La vinculación del conocimiento generado en las aulas y laboratorios con las necesidades reales del país, sin renunciar a la libertad de pensamiento, es uno de los mayores retos que enfrentamos. Es necesario fortalecer la transferencia del conocimiento, promover la innovación con sentido social y asumir una función más proactiva en la solución de los grandes desafíos nacionales.
Esta universidad debe ser autónoma, porque solo la autonomía asegura que la generación de conocimiento y la producción de pensamiento no estén supeditadas a intereses políticos, económicos o ideológicos. Pero esta autonomía debe ser ejercida con responsabilidad, sujeta a la rendición de cuentas y al escrutinio público. La autonomía no es un privilegio, es una condición para servir mejor al país.
En sus 85 años, la Universidad de Costa Rica tiene mucho que mostrar, pero, sobre todo, le queda mucho por hacer. El país necesita una universidad que asuma su misión histórica con audacia, con pensamiento crítico y con visión de futuro, y que esté íntimamente vinculada con la sociedad, libre de complacencias y de temores. Las circunstancias actuales reclaman una universidad que además de preparar el porvenir, también lo construya.
La Universidad de Costa Rica continuará siendo un espacio imprescindible de pensamiento libre, de encuentro entre saberes, de innovación con conciencia y de defensa irrestricta de lo público, porque su misión es contribuir, día a día, a edificar una Costa Rica más humana, más justa y más preparada para los desafíos del mañana. Por eso, el 85º aniversario de nuestra Institución Benemérita de la Educación y la Cultura Costarricense más que una conmemoración es un acto de reafirmación.
