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Tatiana Barboza Solórzano

Tatiana Barboza Solórzano

Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.
Por Tatiana Barboza Solórzano

Voz experta. Innovación docente en la educación superior: un camino irreversible

3 jul 2025Innovación

Innovar en docencia implica transformar la forma en que se concibe, organiza y vive el proceso de enseñanza-aprendizaje. Más que incorporar tecnología, la innovación docente demanda una actitud crítica, creativa y comprometida con el contexto y con las personas que aprenden. Representa una oportunidad para renovar el sentido profundo de educar, poniendo al estudiantado en el centro del proceso, adaptando metodologías, repensando objetivos y aprovechando herramientas con un enfoque pedagógico claro.

En Costa Rica, este enfoque cobró mucha relevancia con la llegada de la pandemia, cuando las universidades tuvieron que migrar de forma abrupta a entornos virtuales. Lo que en un principio fue una respuesta urgente se convirtió en el detonante de una profunda transformación educativa. Un estudio reciente realizado por el Programa Hacia la Sociedad de la Información y el Conocimiento (Prosic)  analizó las experiencias de cuatro carreras universitarias (la Maestría en Apicultura de la Universidad Nacional, Bibliotecología y Ciencias de la Información de la Universidad de Costa Rica, Enseñanza del Inglés de la Universidad Hispanoamericana e Ingeniería Industrial de la Universidad Latina) y ofrece una visión concreta de cómo la innovación docente ha dejado de ser una opción para convertirse en una necesidad.

Una de las primeras medidas hacia la innovación fue diversificar las modalidades de enseñanza. Las universidades no solo digitalizaron las aulas tradicionales, sino que adoptaron métodos más flexibles, como clases sincrónicas y asincrónicas, permitiendo que los estudiantes eligieran cómo participar. Este enfoque también consideró la accesibilidad y el ritmo personal de aprendizaje, mostrando un cambio hacia modelos más inclusivos. Sin embargo, también surgieron retos, como la falta de conectividad y problemas para mantener la motivación de los estudiantes.

Además de cambiar la modalidad, fue necesario revisar las metodologías. La innovación en esta área llevó a la adopción de enfoques como el aula invertida, fomentando el diálogo y la práctica activa. Herramientas de gamificación como Kahoot aumentaron la participación y métodos colaborativos ofrecieron nuevas maneras de aprender, incluso en entornos virtuales. Este tipo de innovación no solo fue valioso, sino esencial para hacer que el aprendizaje fuera significativo.

Se incorporaron recursos avanzados y se rediseñaron las experiencias de enseñanza, integrando masterclasses con expertos y tecnologías innovadoras para personalizar la retroalimentación. La decisión de innovar requirió replantear objetivos de aprendizaje, el papel de los docentes y la evaluación. La innovación mostró su verdadero potencial al reconocer que enseñar en línea implica un cambio profundo en los métodos educativos.

El uso estratégico de tecnologías educativas fue clave. Plataformas como Moodle, Teams y Zoom se combinaron con recursos como Genially y Canva, mejorando la presentación de información y fomentando la participación activa de los estudiantes. Algunas carreras que requerían formación técnica específica incorporaron softwares profesionales como AutoCAD o Minitab, e incluso se abrieron espacios para experimentar con realidad aumentada y virtual. Estos avances no fueron simples incorporaciones tecnológicas, sino que respondieron a un criterio pedagógico y al deseo de mejorar la experiencia formativa.

Los resultados fueron positivos: mejor rendimiento académico, mayor participación estudiantil y un sentido de empoderamiento entre los estudiantes. La innovación contribuyó a aumentar la motivación y establecer relaciones más significativas en el aprendizaje. Se establecieron pilares como la flexibilidad y el acompañamiento, fomentando una nueva cultura educativa. Sin embargo, persisten retos como la brecha digital, lo que subraya la necesidad de políticas institucionales más efectivas.

Las universidades han tomado medidas para enfrentar estas desigualdades, implementando evaluaciones diagnósticas y facilitando el acceso a dispositivos tecnológicos. También se han creado espacios para la conectividad y clases grabadas para minimizar la exclusión. La inclusión es, por tanto, un aspecto clave de la innovación.

El éxito de estas iniciativas depende en gran parte de la formación de los docentes. Las universidades deben ofrecer capacitación y fomentar el trabajo colaborativo entre ellos, así como la disposición a adaptarse y aprender de los estudiantes. Esta formación continua es crucial para desarrollar una cultura docente innovadora.

Por último, el compromiso con la mejora continua es fundamental. Analizar el impacto de las estrategias y ajustar según la retroalimentación aumenta la calidad educativa. Cada experiencia activa el aprendizaje sobre la práctica docente y se destaca que la innovación no es un fin, sino un proceso continuo que redefine la enseñanza.

El estudio mostró que las universidades costarricenses han avanzado en la transformación educativa, convirtiendo la urgencia en oportunidades y estrategias. La innovación docente no debe ser vista como una respuesta temporal, sino como un compromiso duradero con la calidad y la equidad. Este camino requiere voluntad institucional, formación continua y participación activa de los estudiantes. La educación del futuro se perfila como flexible, inclusiva y centrada en el aprendizaje, y Costa Rica tiene valiosas experiencias que pueden servir de modelo. Es fundamental no retroceder, ya que la innovación en la enseñanza es una necesidad, no un lujo.

Para conocer más a profundidad los resultados del estudio, le invitamos a leer nuestro Informe 2024: Hacia la Sociedad de la Información y el Conocimiento.

 


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Tatiana Barboza Solórzano
Estadística e investigadora Programa Sociedad de la Información y el Conocimiento
tatiana.barbsmkyozasolorzano  @ucrhrgu.ac.cr

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