¿Cuál es el impacto de la inteligencia artificial en el cine y el rol del séptimo arte frente a la soledad?
El investigador Gianluca Sergi pretende incluir a la Universidad de Costa Rica en el proyecto que explora el potencial del cine como herramienta frente al aislamiento social y la soledad. Foto: Archivo OCI.
En esta conversación, Gianluca Sergi, investigador en estudios de cine y comunicación de la Universidad de Nottingham del Reino Unido, reflexiona sobre la influencia de la inteligencia artificial (IA) en la industria cinematográfica, los desafíos legales y éticos que plantea, el papel de la academia en la discusión, así como un proyecto internacional que explora el potencial del cine como herramienta frente al aislamiento social y la soledad.
¿Por qué es importante y necesario estudiar el impacto de la inteligencia artificial en el cine?
Gianluca Sergi (GS): Esa es una muy buena pregunta para empezar. Bueno, por varias razones. En primer lugar, es importante comprender el impacto que la inteligencia artificial tendrá en todas las formas de comunicación, en todas las formas de arte y también en todos los sectores de la industria, porque los empleos pueden estar en riesgo y porque la manera en que interactuamos con el cine podría cambiar.
Entonces, es importante para quienes trabajan en la industria cinematográfica, es importante para nosotros como público, y también, quizá de manera más filosófica, porque en algún momento tendremos que decidir si realmente importa que algo haya sido creado por un ser humano o no. ¿Qué significa eso? y ¿cómo la inteligencia artificial cambiará la forma en que se hacen las películas?
Depende de varias cosas, principalmente de dos. Una es la regulación,¿qué tipo de límites se pondrán a lo que las empresas pueden hacer con la IA? Y la otra es lo legal, cuestiones de derechos de autor.
Ahora mismo hay juicios importantes en curso, cuyos resultados probablemente determinarán lo que las empresas podrán hacer. En cuanto a los límites que mencionaba antes, usé la palabra “limitación”, pero no necesariamente es la mejor palabra. Algunas personas dirían “protección”, otras lo verán como una restricción.
Como sabes, en Hollywood hubo dos huelgas importantes hace dos años. Fueron huelgas muy serias, que duraron mucho tiempo, causaron daños a muchas personas, pero fueron necesarias, porque existía el riesgo de que algunos estudios utilizaran la IA de formas poco éticas.
Por ejemplo, con los actores, podían escanearlos y después usar ese escaneo en el futuro en lugar del propio actor. Con los guionistas, podían generar ideas de guion mediante IA y luego contratar a alguien únicamente para pulirlas, lo cual no es una buena idea. Por suerte, gracias a esas huelgas, al menos en EE. UU. se evitó.
El problema es que la regulación de la IA varía según los países, por lo que hay que analizar cada caso.
¿Cómo pueden contribuir las universidades o la academia a esta discusión?
GS: En una situación ideal, los académicos deberían formar parte de la conversación porque normalmente hay dos partes: los estudios o las empresas de IA, y los creativos. Y estas dos partes suelen estar en competencia, lo que no ayuda a tener una buena conversación, normalmente termina en una discusión.
Incluir académicos, especialistas que estudian estos temas y que quizá incluso tienen un conocimiento más amplio porque los analizan en profundidad, puede ayudar a evitar excesos de un lado u otro.
Por ejemplo, a veces los cineastas tienen miedo de algo y ese miedo es justificado; pero otras veces temen algo que no es real, que solo imaginan. Y lo mismo ocurre con los estudios: a veces creen que usar la IA de cierta forma les ahorrará mucho dinero, pero no siempre analizan todas las implicaciones, porque no es su área.
Los académicos, en cambio, están entrenados para ver el panorama completo, y eso es lo que se necesita.
¿Cómo pueden prepararse las personas que trabajan en la industria del cine para enfrentar el impacto de la IA?
GS: Sí, esa es una pregunta muy importante, y creo que no se habla lo suficiente de ello. La gente suele hablar de qué pasará en el futuro, pero no de cómo prepararse hoy.
La primera cuestión fundamental es entender qué es realmente la IA. Ni es artificial ni es inteligente. “Artificial” originalmente significaba “obra de arte”, no “falso” como entendemos ahora. Y tampoco es inteligente, ni cerca. Lo que sí tiene es poder computacional. Muy poderoso, sí, pero sigue siendo eso: capacidad de cómputo.
Tu teléfono, por ejemplo, tiene hoy más poder de cómputo que una computadora que ocupaba un edificio entero hace 40 años. Y nadie duda en usar un teléfono. Pero si lo llamáramos “IA”, mucha gente tendría miedo. Es un error pensarla como algo completamente distinto: en realidad es una evolución de tecnologías que ya usamos en computadoras, teléfonos y la vida diaria.
Si dejamos de temerle, se convierte en una herramienta más. Podemos aprender a usarla, jugar con ella, experimentar. No se trata de preguntarle si debes terminar con tu pareja, porque no sirve para eso, pero sí puede ayudarte en ciertas tareas prácticas del día a día.
La segunda parte de la respuesta es que la IA no trata de innovación, sino de optimización. Si esperas que innove por ti, estás cometiendo un error.
Por ejemplo, si le pides a la IA que te escriba un artículo sobre cine e IA, lo hará y sonará correcto, pero no aportará nada realmente nuevo. En cambio, si tú haces el trabajo creativo —decidir la estructura, los puntos clave, lo que quieres transmitir—, entonces la IA puede ayudarte a optimizar: generar un borrador, ahorrar tiempo, buscar fuentes o datos confiables.
Esa es su utilidad: no reemplazar la innovación humana, sino potenciarla.
Gianluca Sergi es un investigador de la Universidad de Nottingham. Su trabajo se ha centrado en temas relacionados con la realización cinematográfica y las prácticas de producción, las relaciones industriales en el cine de Hollywood y el sonido en el cine. Estos intereses siguen orientando su trabajo actual y los proyectos que planea a futuro, con un enfoque en el fomento de un diálogo mejor y más eficaz entre la industria y la academia. Foto: Anel Kenjekeeva.
Cuénteme sobre su trabajo actual, sobre el papel del cine en el abordaje del aislamiento social y la soledad
GS: Bueno, esto es interesante porque surgió a partir de mi trabajo sobre inteligencia artificial. Estaba haciendo algunos proyectos sobre IA para la gente de los Óscar, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en Los Ángeles.
Ellos me invitaron muy amablemente a ayudarles a organizar el día de la IA en el cine, donde se reúnen personas de diferentes oficios del cine para conversar, y también a ser anfitrión de la jornada. Era una gran responsabilidad, así que trabajé mucho y aprendí todo lo que pude.
En un momento, mientras investigaba, me quedó claro que algunas —no todas, pero sí algunas— empresas están desarrollando herramientas de IA que permiten pedir, por ejemplo: “Hazme un episodio de esta serie con tal historia”, etc. Una empresa lo estaba probando con South Park, la animación, solo para demostrar que podían hacerlo. De hecho, esta empresa ya está por lanzar ese producto. El anuncio que iban a utilizar mostraba a una familia en el sofá, con el control remoto y la televisión encendida.
La impresión inmediata que me dio esa imagen fue: después de la pandemia, después de que todo el mundo estuvo encerrado en casa, ¿de verdad queremos tener una nueva razón para no salir de la casa? Porque uno se puede imaginar un futuro en el que ya no haya motivos para salir: trabajas desde casa, pides comida desde casa, obtienes entretenimiento desde casa. No es que ahora no se pueda, pero en el futuro puede ser más amplio todavía. Incluso podrías programar en tu teléfono una herramienta de IA para que te diga: “A las 3 p.m. quiero ver un episodio de South Park con el perro y tal cosa”. Entonces me pregunté: ¿cuáles son las estadísticas actuales sobre soledad y aislamiento?
Con mi mentalidad académica, hice una búsqueda en Google. Uno de los primeros resultados fue un informe escrito por el cirujano general de EE. UU., que es, en esencia, la persona a cargo de todos los médicos del país, un cargo muy importante. Se llama Vivek Murthy. Él elaboró un informe de unas 80 páginas con muchas estadísticas, titulado Nuestra epidemia de aislamiento social y soledad. Básicamente, describe la situación como uno de los problemas más graves —si no el más grave— que enfrenta Estados Unidos actualmente.
"Desde siempre el cine ha sido una forma de socializar: no solo vas a ver una película, sino que sales de la casa, usualmente acompañado, te encuentras con otros, vas con tu pareja, tu familia, tus amigos. Ya estás socializando desde antes de llegar. En la sala estás con muchas otras personas, y aunque no las conozcas, compartes la experiencia". Gianluca Sergi.
Él hablaba de EE. UU., pero yo me puse a investigar otros países y en todos lados el problema está creciendo, sobre todo entre la gente joven. Usualmente pensamos que la soledad afecta más a las personas mayores, pero en realidad hoy el grupo más aislado y solitario es la juventud.
Vi algunas cifras de EE. UU.: una de cada tres jóvenes piensa seriamente en suicidarse, y una de cada cuatro llega a planearlo. Y pensé: esto no puede ser, simplemente no. Obviamente, yo soy una sola persona y no puedo hacer demasiado, pero esa suele ser la excusa para no hacer nada. Entonces me pregunté: ¿puedo hacer algo?
De inmediato pensé en el cine. Desde siempre el cine ha sido una forma de socializar: no solo vas a ver una película, sino que sales de la casa, usualmente acompañado, te encuentras con otros, vas con tu pareja, tu familia, tus amigos. Ya estás socializando desde antes de llegar. En la sala estás con muchas otras personas, y aunque no las conozcas, compartes la experiencia: reír, llorar o asustarte al mismo tiempo te recuerda que eres parte de algo más grande. Y después, muchas veces, sigue la socialización: van a comer, a tomar algo.
Entonces pensé: ¿se puede usar el cine como herramienta para enfrentar esta epidemia? No para resolverla del todo, porque no se puede, pero sí para ayudar. Para mi sorpresa, no encontré casi nada sobre esta idea en particular. Sí existen películas sobre salud mental, sobre soledad, claro, muchas. Pero no encontré un planteamiento como el que describo. Tal vez exista, pero yo no lo encontré.
Empecé a hablar con gente de la industria del cine y noté que todos lo entendían de inmediato. Una buena forma de saber si un proyecto es sólido es ver si se puede explicar en una sola frase y la otra persona lo entiende. Con este proyecto pasaba así, y no solo lo comprendían, sino que preguntaban: “¿cómo puedo ayudar?”.
Además, casi todos tenemos a alguien cercano —un amigo, un familiar, un hijo o hija— que ha experimentado aislamiento o soledad. Por eso no quise hacerlo solo desde la perspectiva del Reino Unido. Primero porque yo no soy británico, soy italiano, y segundo porque no es correcto llegar a otro país y decir: “Encontré el problema y aquí está la solución”.
Así que pensé en socios. El primero obvio era alguien en EE. UU., donde el problema es muy grande. Estoy feliz de decir que la Universidad de California en Davis será parte del proyecto, y desde el inicio mostraron mucho entusiasmo.
Luego, como tuve una experiencia muy positiva con la Universidad de Costa Rica cuando estuve aquí hace tres años, pensé que sería interesante incluir esta perspectiva: un país con otra escala y otra cultura, diferente de EE. UU. y del Reino Unido. Y parece que también una universidad en Ghana participará, lo cual es muy valioso porque África tiene poblaciones muy jóvenes, y si funciona, será especialmente beneficioso.
El plan es empezar con una prueba de concepto en EE. UU. y el Reino Unido, y posiblemente en Costa Rica. Recogeremos datos y retroalimentación, comenzando con estudiantes, que son un grupo más fácil para iniciar. Luego mejoraremos la metodología y buscaremos financiamiento para llevarlo a una escala mayor.
Hoy somos un equipo de unas 9 o 10 personas: yo, dos personas en UC Davis, un experto en ética en Reino Unido, dos personas en Ghana, y posiblemente más según avance. Es un buen tamaño: no tan grande para perderse, pero suficiente para avanzar. También queremos sumar consejos consultivos, con gente de la industria y de las comunidades donde se aplique, porque no se trata de llegar, hacer un proyecto y desaparecer.
La idea es crear un modelo sostenible que pueda ser replicado y eventualmente llevado a Gobiernos como una opción de política pública en salud. Tal vez enfocada en jóvenes, en personas mayores o en grupos específicos, según lo que revelen los datos.
¿Cómo se desarrollará el trabajo en Costa Rica?
GS: Aún no es oficial, pero es muy probable que la Universidad de Costa Rica sea parte del proyecto. Queremos realizar aquí parte de la fase inicial, que consiste en pruebas de concepto con estudiantes. La idea es recoger datos y retroalimentación que permitan mejorar la metodología antes de buscar financiamiento a gran escala.
Si todo avanza bien, la UCR será un socio fundamental, porque además de aportar una perspectiva distinta a la del Reino Unido y Estados Unidos, tiene una cultura muy particular que enriquecerá el proyecto.
