Por su rigurosidad, la originalidad temática y sus aportes a la Historia costarricense el profesor George García Quesada recibirá el próximo 13 de mayo, en el Teatro Nacional, el Premio Aquileo J. Echeverría en Historia por la publicación de su libro Formación de la clase media en Costa Rica. Economía, sociabilidades y discursos políticos (1890-1950).
Dicha publicación surgió de su proyecto final de graduación de la Maestría Académica en Historia, presentada en el año 2011, y que tres años después apareció en las librerías bajo el sello Editorial Arlekín.
Según su autor, el libro analizó las clases medias como “proceso de diferenciación social desde tres puntos de vista: el de las condiciones estructurales económicas y socio-ocupacionales, el de las sociabilidades y el de los discursos e ideologías donde esas clases sociales se diferencian y cumplen un papel relevante en la nación costarricense”.
Actualmente, el profesor Quesada realiza estudios de doctorado en Filosofía en la Universidad de Kingston, Reino Unido. En dicha institución investiga sobre los aspectos epistemológicos y ontológicos de las categorías de espacio y tiempo en filosofía de la historia, a partir de la obra de Karl Marx.
El magister Quesada recibirá una estatuilla con la figura de Aquileo J. Echeverría y un reconocimiento económico. A propósito de este galardón el profesor Quesada compartió las motivaciones de su trabajo y ahondó en algunos de los temas fundamentales de su investigación.
¿Cuál fue su motivación para esta investigación?
Mi interés venía en dos sentidos: por una parte, aclarar el tema de las clases medias a nivel teórico-conceptual desde una teoría de la conflictividad social. Por eso, considero que el aporte de mi estudio no es solamente empírico, sino teórico. En segundo lugar, a nivel propiamente historiográfico, quería polemizar contra la idea de que la “clase media” fue hecha “desde arriba”, como producto de las reformas políticas de los años cincuenta.
¿Por qué usted habla de “clases medias” en plural?
El libro desarrolla la relación entre “clases medias”, ya que varían según sus distintas características geográficas, modos de vida, e intereses, de frente a la idea de una “clase media” que apareció tardíamente para ocultar el desarrollo desigual del país. Aunque esta identidad ha sido muy importante en Costa Rica, en el libro sostengo que este fenómeno sólo puede entenderse propiamente si se le contrasta con las condiciones estructurales desde las que surge.
¿La “construcción” de la idea de clase media fue la respuesta para confrontar las propuestas del Partido Comunista?
Mi investigación ha mostrado que fueron las agrupaciones que hoy llamaríamos “de izquierda” las que pusieron a la “clase media” en la opinión pública. El Partido Comunista y el Partido Socialista la colocaron junto a campesinos y obreros en contra del capital. Pero, durante los años cuarentas los jóvenes socialdemócratas más bien divulgaron la idea de la “clase media” como un punto de equilibrio entre clases, y con eso pretendían que se resolvería cualquier conflicto entre ellas. Esta última fue la versión que terminó por prevalecer en Costa Rica después de la guerra civil.
En su libro afirmó que Rodrigo Facio y Carlos Monge retomaron el mito del pasado igualitario y sentaron las bases para “reinterpretarnos” como un país de clase media. ¿Es la universidad pública parte de esa reinterpretación? ¿Marcó ese ideario la educación superior?
Aunque la universidad fue refundada antes de que Facio y Monge tuvieran puestos de autoridad en el Estado, la movilidad social promovida por la educación superior fue un elemento esencial de su proyecto político. Además, ellos tenían muy presente la idea de que debía ser una “meritocracia” la que gobernara el país. La universidad era para ellos fundamental por ser el semillero de una clase media educada a la cual le correspondía la gestión del Estado. La universidad tenía un carácter abiertamente utópico.
Si las clases medias fueron el componente de contención de conflictos sociales. ¿Se tambalea actualmente dicho mecanismo?
El agotamiento del modelo socialdemócrata, con la crisis de los setentas, marcó el fin de las posibilidades reales de ese modelo en la contención de conflictos. Las razones estructurales tienen que ver con las contradicciones del desarrollo de la economía mundial de posguerra, y con las reformas neoliberales de los setentas y ochentas. La promesa de la movilidad social ya no convence, y está bien documentado que en Costa Rica desde los años noventa el nivel de pobreza no baja de poco más del 20%. En los mismos discursos neoliberales se elogia al “pulseador”, el que sobrevive por su trabajo duro, pero que no por eso asciende socialmente.
Al final de su texto asegura que la identidad costarricense se fundamenta en el mito de la clase media. ¿Cómo ha sobrevivido ese mito hasta nuestros días?
El mito de la Costa Rica de clase media parece ser hoy más fuerte que hace un par de décadas, precisamente porque nos hemos acostumbrado a creer que ese país existió alguna vez, y a verlo como el reverso de todos los problemas que trajo el neoliberalismo. Pero esa Costa Rica de los setentas es por supuesto una idealización. Hay ahora un relato que incluso circula entre alguna parte de las izquierdas políticas de Costa Rica, según el cual la utopía está en volver a la sociedad de los años setentas. Es un mito muy tentador, porque reafirma la idea de una nacionalidad excepcional en medio de las guerras y dictaduras latinoamericanas; y según la cual los costarricenses resuelven sus problemas de un modo armónico. Durante el referéndum sobre el CAFTA ese mito circulaba a través de la idea de una “centroamericanización” de Costa Rica si se aprobaba ese tratado.
Me parece que la sobrevivencia del mito de la clase media, como en general los que se refieren a la nacionalidad, tiene que ver con las dificultades que como colectivo tenemos para enfrentar los conflictos sociales que nos han producido como sujetos. No es fácil asumir nuestros conflictos profundos, ni individual ni colectivamente: es más alentador creer en justificaciones ideológicas, aunque los problemas de fondo se vayan haciendo más complicados.
En otras palabras, la sociedad costarricense debe enfrentarse precisamente a aquella fractura social que de algún modo fue ocultada o “suturada” por la idea de la clase media. Al Estado le correspondería responder a este problema.