Una venezolana, un inglés y dos costarricenses. Cada uno de ellos muy distintos entre sí pero con algo en común: los cuatro decidieron donar su cuerpo a la ciencia al fallecer y que la Universidad de Costa Rica (UCR) se convirtiera en el destino de sus restos mortales.
Esa decisión fue meditada. Rafael Ángel Picado Mora, Xiomara Sandí Gómez, Laura Marlene Lizano Ramírez y John Leslie Fern Jones investigaron, se informaron, conversaron con sus familias y concluyeron que, si incluso después de la muerte se puede ayudar al progreso científico, entonces había que hacerlo.
Así, llegaron al Programa de Donación de Cuerpos (Prodocu-UCR), el único programa formal en Costa Rica y Centroamérica, que este 2023 celebró su quinto aniversario en medio de un acto lleno de emociones, cariño y reconocimiento a aquellas personas que, de una manera completamente desinteresada, se decidieron entregar por un bien mayor.
“¿Por qué decidí dar mi cuerpo a la ciencia? Porque quise seguir el ejemplo de una hermana. Al fallecer yo pensé: ‘si ella dio el primer paso, ¿por qué no seguir?’ Entonces, consideré que esa era la vía más correcta para ayudar a la ciencia: donar. Además, decidí que fuera en la UCR porque aquí asisten muchos jóvenes de las distintas clases sociales y es el semillero profesional más grande que tiene el país. Al final, lo que hacemos es para el bien de quienes quieren ser médicos. Este es un apoyo para ellos y para la población costarricense”, mencionaron tanto Xiomara como Rafael Ángel, esposos.
En efecto. Cada persona que se dona a la ciencia en la UCR contribuye con la formación de más de 150 estudiantes de Medicina cada año, así como a más de 1 000 jóvenes de otras disciplinas científicas —entre ellas Odontología, Psicología y Ciencias del Movimiento Humano— con un material biológico de inmenso valor que ningún artículo científico, libro o ilustración puede igualar a nivel de detalle y complejidad.
En cada tejido y órgano, los futuros profesionales navegan entre los rincones más enigmáticos, remotos y complejos del organismo humano; una preparación será decisiva cuando, en sus manos, tengan la enorme responsabilidad de ayudar a salvar vidas.
“No me arrepiento en nada de esta decisión. Si volviera a nacer, volvería a tomarla. Estamos seguros de que nuestros cuerpos ayudarán a que los estudiantes aprendan y, así, puedan atender mejor a los pacientes. Nuestros cuerpos no estarán solo en un cementerio sin hacer nada, estarán ayudando y ese será nuestro legado: transmitir el amor al prójimo porque, al final, son los vivos los que necesitan a los médicos bien formados”, resaltaron Xiomara y Rafael Ángel.
Laura Marlene Lizano Ramírez, venezolana, y John Leslie Fern Jones, inglés, no son distantes a ese criterio. Ambos también son un matrimonio y han vivido en Costa Rica durante casi 16 años.
“No tenemos familia en Costa Rica así que nos dijimos: ‘¿qué podemos hacer con nuestros cuerpos al morir?’ Empecé a buscar y finalmente encontré a la UCR. Me encantó la reputación de la institución, la cual es fantástica. Así que decidimos donar el cuerpo para contribuir con Costa Rica, con la ciencia y con la medicina nacional. Sabemos que nuestros cuerpos serán respetados y esta es la mejor manera de retribuir a una sociedad que nos bendijo al recibirnos”, aseveró Laura.
“Tuvimos que salir de Venezuela por los problemas que había. Afortunadamente, el papá de Laura era tico así que logramos la nacionalidad. Hoy, estoy muy orgulloso de ser llamado costarricense y la idea de entregar el cuerpo a la ciencia después de morir me pareció grandiosa. Estoy sumamente feliz de que están aprendiendo una muy buena carrera”, complementó John Leslie Fern.
Si hay algo que enseñan tanto Rafael Ángel y Xiomara, como Laura y John, es que donar es parte de los actos de amor más grandes y puros que puede existir en la humanidad.
Al menos así lo considera el Dr. Willem Buján Boza, director de la Escuela de Medicina de la UCR, y para él no hay duda alguna. Muchas familias consideran el cuerpo como la posesión más preciada pero, aún así, decidieron aceptar el deseo de que su ser querido se diera a la ciencia de una manera totalmente altruista.
Por eso, con unas sentidas palabras, el Dr. Buján no tardó en destacar el carisma de los donadores y de sus familias quienes, a pesar de sus temores, así como de sus creencias sobre la muerte y el cuerpo, tomaron la decisión de desprenderse con la firme convicción de seguir contribuyendo en beneficio de todo un país que aguarda profesionales cada vez mejores.
“Es por un acto de donación como este que se genera conocimiento y aprendizaje para cientos de profesionales en el área de salud, quienes adquirirán nuevas destrezas y enseñanzas sobre cómo es el cuerpo humano. Con el acto de donar ustedes nos enseñan y su gesto es para profesar un profundo orgullo, respeto y admiración. La Escuela de Medicina de la UCR está muy agradecida con lo que, al fin y al cabo, es un verdadero acto de amor”, manifestó el Dr. Buján.
El Dr. Fernando Morales Martínez, decano de la Facultad de Medicina de la UCR, lo respalda. Sus palabras dejaron claro el profundo respeto y gratitud que lo alberga porque, según opinó, “es gracias a la gran generosidad que los estudiantes pueden profundizar en el estudio de la anatomía humana de forma realista y tangible". En esto tiene razón. Los donantes se convierten en maestros silenciosos que guían a los estudiantes en su camino hacia la excelencia académica y los jóvenes son totalmente conscientes de ello.
Cuando un estudiante entra a sus clases de anatomía lo hace con total entendimiento de que al frente de ellos y ellas no está solo un cuerpo, sino un mentor al cual deben brindar el máximo de respeto y dignidad. Con ese cuerpo aprenderán sobre ciencia y, con él, los valores humanistas que caracterizan a la UCR.
Ese respeto lo evidencian al tomarse un tiempo para conocer el nombre, la vida y el legado de quien en un pasado fue un ser humano con sueños y, hoy, su docente más ejemplar.
“Decenas de estudiantes recordaremos con cariño y respeto a nuestro primer paciente. Yo, por ejemplo, cursé anatomía el año pasado y nunca voy a olvidar a los donantes que me dieron el honor de aprender con ellos —y de ellos— en los primeros días que pasé en esta Escuela. Ninguno de mis amigos, compañeros y futuros colegas olvidarán la donación que nos ha permitido estudiar anatomía en la Universidad de Costa Rica. En esa abnegada decisión de donar y de ayudarnos a aprender, ustedes como donantes han llegado a alcanzar esa inmortalidad dentro de nosotros y dentro de la sociedad costarricense”, expresó Andrey Solano Rojas, estudiante de la carrera de Medicina.
Su compañera, Luciana Gutiérrez Villegas, comparte la misma posición y añadió que la primera experiencia de ética médica se tiene justamente ahí, en los laboratorios de anatomía. “El respeto que profesamos y demostramos a los cuerpos de las personas con quien trabajamos se verá algún día manifestado durante toda nuestra carrera. Desde aquí es que empieza una conciencia que, a largo plazo, será esencial para ser profesionales respetuosos y probos”, dijo Luciana.