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La evidencia científica es contundente: el sobrepeso y la obesidad sí son factores de riesgo para desarrollar, al menos, 13 tipos de cáncer distintos.
Así lo mostró un estudio divulgado por la revista "Metabolismo Clínico y Experimental" en el 2019, que afirma que la obesidad se asocia con mayores probabilidades de desarrollar cáncer de colon, endometrio, esófago, páncreas, hígado y estómago, por mencionar algunos.
Otras investigaciones, como la publicada el 8 de abril de 2025 por el Journal of Clinical Investigation, sugieren que las células tumorales metastásicas liberan moléculas que propician la captación de grasa, justamente, en el entorno donde se están desarrollando.
Por su parte, una revisión científica en Cell Metabolism del 2022 expresa que un exceso de lípidos (grasa) favorece la supervivencia del cáncer a las terapias y, además, promueve la capacidad metastásica (propagación) de las células cancerosas.
Incluso, asegura esa misma revista científica, mediante un exceso de grasa las células tumorales aumentan la captación, oxidación y síntesis de lípidos para crecer y diseminarse.
Hasta aquí, la base científica disponible apunta hacia una misma dirección: el sobrepeso y la obesidad pueden jugar un papel fundamental en la generación de un cáncer y hasta en su progresión. Ahora, la pregunta es: ¿por qué?
Si se tuviera que explicar de una manera muy sencilla, la respuesta es que, para el cáncer, la grasa propicia un nicho con las condiciones óptimas para crecer. Básicamente, es el espacio ideal donde todo lo que necesita una célula cancerosa está a la mano: comida, escondite y ayudantes.
Para el Dr. Warner Alpízar Alpízar, biólogo especialista en cáncer de la Universidad de Costa Rica (UCR), lo anterior es esperable.
El tejido adiposo (grasa) es un importante suministro de energía para las células cancerosas mientras, al mismo tiempo, promueve una serie de reacciones en el cuerpo humano que van desde la inflamación crónica —que hace que las células dañinas puedan establecerse—, hasta alteraciones hormonales, que le avisan a las células de cáncer el momento ideal para dividirse y multiplicarse rápidamente. En palabras simples, están en una tierra fértil para germinar.
“Los datos internacionales indican que alrededor de un 10 % de los casos de cáncer diagnosticados a nivel mundial están relacionados con el sobrepeso y la obesidad. Un 10 % puede no sonar tanto, pero cuando usted considera que cada año se diagnostican cerca de 20 millones de personas a nivel mundial, un 10 % equivale a 2 millones de personas. Esto es mucho”, aseveró el Dr. Alpízar.
Si nos trasladamos a Costa Rica, lo anterior es alarmante, especialmente, si se analiza el actual panorama de salud alimentaria del país.
Los datos más recientes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), publicados este 2024, señalan que Costa Rica posee un 30 % de prevalencia de obesidad en personas adultas, uno de los más altos de Latinoamérica y el Caribe.
Si se habla de la niñez costarricense, la realidad es aún más preocupante. Con base en el Censo de Peso y Talla 2016, cerca de un 20 % de escolares analizados en el estudio presenta sobrepeso y un 14 % obesidad.
Lo anterior quiere decir que, en los próximos años, existe una clara amenaza de tener a una nueva generación más enferma, con mayores problemas cardiovasculares, de hipertensión, diabetes y, ahora, también con cáncer.
Por el momento, el Observatorio Global del Cáncer del 2022 expone que alrededor de 13 000 personas son diagnosticadas con esta enfermedad cada año en Costa Rica. Para el Dr. Alpízar, esto significa que 1 300 personas podrían tener cáncer atribuido al sobrepeso y a la obesidad, es decir, un 10% de los casos.
“En el mundo, el número de personas diagnosticadas con cáncer, y que son menores de 50 años y adultos jóvenes productivos, está aumentando. Este aumento se da, particularmente, asociado con el sobrepeso y la obesidad. Esto debe preocuparnos como país. En Costa Rica, el número de niños y adolescentes con sobrepeso y obesidad es creciente. Si una persona joven tiene ese factor de riesgo, es esperable que el cáncer ocurra más temprano”, ahondó el Dr. Alpízar.
El Dr. Warner Alpízar Alpízar es biólogo tumoral, profesor e investigador en la Universidad de Costa Rica, con formación doctoral en Biología del Cáncer por la Universidad de Bergen, Noruega, y posdoctorado en el Hospital Universitario de Copenhague, Dinamarca. Foto: Anel Kenjekeeva.
¿Las implicaciones sociales y económicas de lo anterior? Numerosas. Solo imagine a personas enfermas a una edad cada vez más jóven, que requerirán más tiempo de internamiento, hospitalización en un sistema de salud con listas de espera crecientes y, luego, una futura calidad de vida deteriorada si sobrevive a la enfermedad. Claramente, estas personas también serían menos productivas a nivel socioeconómico.
“Lo importante aquí es que algunos de los tipos de cáncer asociados con el sobrepeso y la obesidad son los de mayor incidencia y los más mortales de Costa Rica pero, al mismo tiempo, los que se pueden prevenir con cambios en el estilo de vida. En lo personal, lo que me preocupa más es que, como país, no estamos actuando conforme a la proyección que tenemos. Sabemos los factores de riesgo, pero no estamos planeando a futuro”, puntualizó el Dr. Alpízar.
En efecto. Un reciente informe de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) señala que el cáncer es la principal causa de muerte prematura en Costa Rica —específicamente en personas menores de 75 años— y, para el año 2050, se prevé un aumento significativo, en el cual una de cada seis muertes prematuras en el país será por esta enfermedad.
Por eso, ante un tema tan complejo y que desafía a Costa Rica, el Dr. Alpízar decidió dedicar algunos minutos de su tiempo para explicar qué pasa con el exceso de grasa alojada en el organismo, por qué genera una inflamación capaz de propiciar el daño del ADN, de qué manera el tumor llama o atrae a la grasa y cuál es el tipo de grasa más riesgosa para generar cáncer.
Dr. Alpízar, muchas gracias por su tiempo para aclarar este tema. Quiero iniciar con lo más básico: el tejido adiposo o, en términos coloquiales, la grasa.
En el 2011, la revista científica Finlay indica que el tejido graso no es inerte, sino un órgano capaz de comunicarse con el resto de células del cuerpo. ¿Realmente existe la posibilidad de que el tejido graso se comunique con las células tumorales?
WAA: "Sí. Incluso, el tejido graso puede propiciar que las células no tumorales se conviertan en tumorales.
Cuando nosotros tenemos acumulación de grasa, que eventualmente llega a ser más de lo que nuestro cuerpo puede acumular —sobre todo en ciertas regiones del cuerpo—, empezamos a tener una inflamación de bajo grado.
Esa inflamación de bajo grado no genera dolor, pero ahí está. Es una inflamación sostenida en el tiempo. Hoy en día sabemos que los eventos inflamatorios crónicos pueden propiciar la conversión de células normales a células tumorales. ¿Por qué? Porque una reacción inflamatoria sostenida en el tiempo puede dañar el ADN por diferentes mecanismos y propiciar el inicio del cáncer.
Adicionalmente, las células que acumulan grasa producen una serie de mediadores o sustancias que debilitan nuestra respuesta inmunológica contra el cáncer.
Por lo tanto, si una persona tiene un cáncer en alguna parte de su cuerpo, más una acumulación de grasa a nivel visceral (acumulada en el interior del abdomen, alrededor de los órganos vitales como el hígado, el páncreas, los intestinos y los riñones), estos mediadores inflamatorios que se producen en el tejido graso viajan por todo el cuerpo y pueden incentivar que nuestro sistema inmune, que al final viene a ser como la patrulla anticáncer, se desactive y no combata.
Así, aunque puede que el cáncer esté originándose en un sitio distante de donde está la grasa, la liberación de mediadores inmunológicos en el tejido donde sí está la grasa le ayuda al cáncer y le colabora a crecer, porque nuestro sistema inmunológico no lo combate.
Por lo tanto, sí existe la posibilidad de que el tejido graso se comunique con las células tumorales, y no solo eso, sino que también propicia la génesis (aparición) del cáncer y su progresión".
¿Por qué el cuerpo se inflama de manera crónica si tiene exceso de tejido graso?
WAA: “Para contestar esa pregunta, primero debemos saber que las células de grasa se llaman adipocitos y hay dos tipos de grasa principales en el cuerpo. Primero, la grasa subcutánea: estas células de grasa se dividen, forman más adipocitos y acumulan la grasa de una forma más distribuida.
La otra es la grasa visceral que, en cambio, tiende a que los adipocitos se llenen de grasa, pero no se dividen tanto. Lo que pasa con ellas es que, se llenan tanto de grasa, que la célula empieza a funcionar incorrectamente y se genera algo que se llama estrés oxidativo.
Si la célula de grasa, el adipocito, entra en un estado de estrés oxidativo, eso básicamente va a desencadenar una alarma al cuerpo que avisa: esa célula está muriendo o está funcionando incorrectamente. Aquí, el adipocito pide ayuda y libera mediadores (sustancias) para que las células inmunológicas lleguen allí. Esa respuesta inmunológica genera inflamación.
Nuestro sistema inmunológico se activa porque el cuerpo está acumulando más grasa de lo que debería. La función del tejido adiposo es acumular grasa, porque son reservas de energía, pero no necesita acumular una cantidad excesiva.
También hay algo más que pasa con ese estrés oxidativo. El estrés oxidativo genera algo que se llama radicales libres: moléculas inestables que perdieron electrones. En su búsqueda desesperada por estabilizarse, los radicales libres dañan las células y, por lo tanto, son mutagénicos, es decir, provocan daño en el ADN.
Ese estrés oxidativo es adicional a un sistema inmune constantemente activo, cuyos mediadores también pueden dañar el ADN. A largo plazo, usted va acumulando las mutaciones que llevan al cáncer”.
Ahora bien, veamos ese mismo proceso multiplicado en miles de células de grasa o adipocitos en nuestro cuerpo. De ahí viene la inflamación sostenida en el tiempo, supongo.
WAA: “Correcto. Además, se genera otro efecto. Las células inmunes llegan al tejido graso para tratar de ayudar, pero al final termina generando más caos, porque algunas células inmunológicas tratan, de alguna manera, de comerse la grasa de las células adiposas.
Lo que pasa es que estas células inmunes también se llenan de grasa y dejan de funcionar. De ahí viene una reacción en cadena que va generando todavía más y más activación inmunológica y, al final, esa inflamación sostenida en el tiempo o inflamación crónica”.
Supongo que esa inflamación, a su vez, es un estado de alerta constante que, de alguna medida, también debilita el organismo a largo plazo.
WAA: Efectivamente. El hecho de que mi sistema inmunológico esté activo de forma sostenida y persistente en el tiempo hace, en sí mismo, una alteración sistémica. ¿Por qué? Porque usualmente el sistema inmunológico responde, resuelve y regresa al estado normal.
No obstante, en este caso el sistema inmunológico responde, pero no resuelve. Esto va a alterar absolutamente todo el cuerpo y es un desgaste enorme. A esto le debemos añadir las complicaciones no inmunológicas que se pueden generar al tener un exceso de grasa en el hígado, por ejemplo, que lo puede hacer perder su función.
Otro puede ser el páncreas el cual, si se empieza a llenar de grasa, su función normal se altera. En consecuencia, por un lado tenemos la parte inmunológica y, por el otro, las alteraciones en la función de los órganos claves que no deberían tener tanta grasa almacenada, este es otro detalle.
Si en el cuerpo hay muchísima grasa, esta se empieza a acumular en tejidos donde la grasa no debería acumularse, como en órganos esenciales.
¡Qué interesante! Pareciera que la grasa alojada en el cuerpo genera esa inflamación constante y necesaria para dañar el ADN, lo cual lleva a propiciar la aparición de un cáncer.
No obstante, Dr. Alpízar, las células de cáncer, además de generar inflamación, ¿podrían también servir como alimento a las células cancerosas ya presentes? Algunos estudios, como el publicado el 8 de abril del 2025 por el Journal of Clinical Investigation, sugieren que los tumores pueden detectar nutrientes en entornos ricos en grasa.
WAA: “Esa es una investigación muy interesante y el proceso, en este caso, es un poco al revés al que usted menciona.
El tumor, en sí mismo, no es el que está detectando zonas donde hay grasa para desarrollarse, sino que las células tumorales están liberando unas moléculas que hacen que la grasa ingrese a donde está el tumor. El tumor llama o atrae a la grasa, no va detrás de ella.
Las células cancerosas propician que la grasa que circula en la sangre migre hacia donde está el tumor y en la cantidad que se necesita. Por supuesto, si un tumor se empieza a desarrollar en una zona donde hay acumulación de grasa, es probable que pueda crecer mejor”.
¿Para alimentarse?
WAA: “Esa es una opción, pero hay otra más fuerte. Cuando una célula cancerosa se divide, rápida y descontroladamente, genera muchas células hijas.
Para hacer la división celular se necesita materia prima. Es decir, para formar una célula nueva hay que tener muchos lípidos que nos ayuden a formar las membranas. Si no hay grasa, no se pueden formar las membranas de las nuevas células de cáncer. Por lo tanto, la grasa no solo es alimento, también son componentes estructurales para las nuevas células tumorales.
Es como si estuviera construyendo un condominio. Si lo construyo rápido, necesito que me lleguen muchos bloques y cemento. En una persona con sobrepeso u obesidad, hay muchos bloques y cemento disponibles, o sea, mucha grasa —materia prima— para generar nuevas células de cáncer”.
Junto con el azúcar y el colesterol.
WAA: “Sí. El colesterol es fundamental y es una de las grasas. El tumor requiere grasa y requiere azúcar, porque al metabolizar el azúcar se forman bloques para construir los aminoácidos (ladrillos) que forman las proteínas (paredes).
Por su parte, con la grasa se forman bloques para construir lípidos de membrana y formar nuevas células de cáncer. Repito, para las células tumorales, la grasa le puede ayudar a obtener energía, pero no es el objetivo principal. La meta es usar esa grasa como materia prima y generar nuevas células”.
En una respuesta anterior usted indicó que hay dos tipos de grasa: la visceral y la subcutánea. ¿Hay alguna que sea más riesgosa para generar cáncer?
WAA: “Sí, la visceral. La visceral está más asociada con un mayor riesgo para desarrollar cáncer. Esta grasa es más peligrosa porque se acumula en la cavidad abdominal, por eso la llamamos visceral, porque es donde están las vísceras.
Los estudios apuntan a que la grasa visceral es, particularmente, un factor de riesgo para el origen de cánceres ginecológicos, como el de endometrio y el de mama postmenopáusico, entre otros. Esto, porque los diferentes tejidos que almacenan grasa, el tejido adiposo, funcionan ligeramente diferente.
Mientras el tejido adiposo subcutáneo, el que está debajo de la piel, tiende a guardar grasa en menor cantidad y las células se dividen, el tejido adiposo visceral lo que hace es hipertrofiarse; es decir, la célula se llena de grasa hasta que no le cabe más.
Al final se puede pensar que todo el tejido adiposo es igual, pero no. Hay diferencias a nivel bioquímico en el funcionamiento del tejido”.
Sin duda. Como usted lo dijo antes, se conoce que la grasa es muy importante como reserva de energía y para la protección de los órganos. El problema, entonces, es el exceso.
WAA: “Sí, efectivamente. La grasa en la cantidad adecuada ejerce el efecto protector que usted menciona. La grasa en sí misma no es el problema, el problema es la cantidad excesiva que acumulemos”.
Pero el exceso no solo está relacionado con el cáncer, sino también con la aparición del síndrome metabólico que, eventualmente, puede terminar en diabetes. El síndrome metabólico también aumenta el riesgo de tener cáncer, porque es un síndrome que afecta a múltiples órganos y desorganiza todo nuestro metabolismo a nivel sistémico”.
Se dice que las personas con sobrepeso u obesidad pueden generar síndrome metabólico, pero otras no. Para aquellas que no generan este síndrome, ¿siguen teniendo un riesgo aumentado de cáncer o no?
WAA: “El factor detonante suele ser el exceso de peso. El que haya o no haya síndrome metabólico no suele ser un factor determinante.
Por supuesto, las personas con síndrome metabólico tienen un riesgo mayor para ciertos tipos de cáncer como, por ejemplo, el cáncer colorrectal. Pero, de igual forma, el exceso de peso, sobre todo la acumulación a nivel visceral de grasa, es el punto medular del problema”.
Un artículo científico, todavía en revisión por la Revista Elsevier, menciona que el ser humano posee una capacidad invaluable para generar sustancias que ayudan a detener el progreso tumoral, como la proteína p53.
¿Hay alguna evidencia de que el exceso de grasa corporal afecte directamente a esas expresiones genéticas naturalmente protectoras contra el cáncer?
WAA: “El exceso de grasa de forma directa no ocasiona mutaciones en el gen encargado de producir a p53, pero sí lo facilita.
La p53 es el guardián del genoma, una proteína que nos protege contra el cáncer. Para desarrollar esta enfermedad, no solo se necesita perder la función de esa proteína que es muy importante, sino que también se necesita perder a otras proteínas que tienen efectos protectores similares, llamados supresores tumorales.
Recordemos que el cáncer suele originarse de una combinación en la cual ocurren mutaciones en genes que detienen el crecimiento celular (supresores tumorales) y otras en los que propician el crecimiento celular (oncogenes).
Lo malo que pasa aquí, es que las mutaciones que ocurren en los genes que producen las proteínas supresoras —"las buenas"—, hacen que estas se inactiven y perdemos ese factor protector, mientras que las mutaciones que ocurren en los genes malignos hacen que estos se activen y propician el cáncer.
Así, a raíz de las mutaciones, perdemos aliados positivos para nuestro cuerpo y, en cambio, ganamos enemigos tumorales.
Por ejemplo, los genes que le indican a una célula que crezca están muy activos y esta recibe de forma constante instrucciones para que crezca y, la proteína que tenía que decir que no, como la p53, está inactiva. Es decir, no hay nadie para decirle que se detenga.
¿Qué pasa con la grasa? Que la grasa, al acumularse, nos va a generar radicales libres (moléculas dañinas) como resultado del estrés oxidativo (desgaste de las células) y una inflamación persistente en el tiempo.
Consecuentemente, esto desencadena las mutaciones, ya sea para perder los genes protectores, o para ganar los que propician el crecimiento tumoral”.
Y, en todo esto, ¿hay esperanza?
WAA: “Sí. Si hablamos de obesidad, lo mejor es mantener un peso adecuado. Ya sabemos cuáles son las formas de no tener sobrepeso y obesidad. Lo que tenemos que hacer ahora es propiciar que las personas tengan un peso saludable con buena alimentación y con ejercicio físico”.
Lea nuestra segunda parte: ¿Es Costa Rica procáncer?
En esta segunda entrega abordamos cuál es la edad más vulnerable para generar cáncer, si hay diferencias metabólicas entre hombres y mujeres para el desarrollo de la enfermedad y el papel de la microbiota intestinal en este complejo escenario, así como la urgente necesidad de políticas públicas que protejan a las generaciones futuras.