Mientras muchos biólogos invierten buena parte de su tiempo en un laboratorio para extraer los principios activos de una planta o un vegetal para agregárselos a productos de consumo masivo con la finalidad de mejorar la nutrición de las personas, Julieta Dobles Yzaguirre logra ver más allá de los microscopios y desentraña la naturaleza de tal manera que pone ante los ojos de sus lectores suculentos platillos que alimentan su alma y su esperanza por la vida.
Bióloga de profesión, Dobles aprendió desde muy pequeña a mirar su entorno con gran sensibilidad y a volcar en palabras su perspectiva de las cosas, habilidad heredada de su madre, quien la introdujo al mundo de la poesía con su melodiosa voz e imágenes transformadas en palabras. Aunque su progenitora nunca publicó los poemas que escribió por las limitaciones que tenían las mujeres en la Costa Rica de la primera mitad del siglo XX, logró consumar sus anhelos con creces por medio de Julieta, quien ya suma 16 poemarios, un libro de divulgación científica y una publicación de relatos familiares próxima a estrenarse.
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Una segunda mujer fue clave en la formación de Dobles: Estrella Cartín, su maestra de la adolescencia. Fue ella quien la inspiró y le enseñó a extender las alas que le había dado su madre. Así fue como hizo sus primeros revoloteos poéticos que atesoraba en un pequeño cuadernito. Entre rima y rima, ahí guardaba celosamente sus confesiones amorosas hacia algunos compañeros de colegio. Ese manuscrito desaparecería años después entre las cenizas cuando ingresó al Taller del Círculo de Poetas Costarricenses y sus directores la convencieron de olvidar su forma de escribir para abrazar una nueva forma de expresión, libre de rimas y cadenas.
En ese círculo, Dobles encontró a dos de sus amores. Con uno de ellos estuvo casada por más de tres décadas y procreó a cinco hijos. El otro es su compañero actual, con quien suele intercambiar textos, leer poesía, ejercitar el cerebro con juegos de mesa y mirar el mundo desde la alta ventana de los años, tal y como se titula su último poemario, en el que dedica su segundo capítulo a este amor de madurez. Ambos escritores han visto crecer a Julieta a lo largo de los años y convertirse en una de las más laureadas poetas costarricenses, con un Premio Nacional de Cultura Magón y cinco Premios Nacionales de Literatura Aquileo J. Echeverría, en la categoría de Poesía, entre otras muchas distinciones.
Esta palabra es mía conversó Entre líneas con Julieta Dobles Yzaguirre sobre esta última producción poética, de la cual se desgranan varios temas recurrentes en la poesía de la autora, como es el aprecio por la naturaleza, la importancia de construir una vejez trascendente y el amor de pareja como algo consustancial al ser humano sin importar su edad. A continuación, la entrevista completa:
–¿Por qué es importante entender la vejez como una cumbre y no como un foso?
–Julieta Dobles Yzaguirre: Varios psicólogos y psicoanalistas del siglo XX entendieron que la vejez es una cumbre porque es la acumulación de todas las experiencias vividas. La vejez no significa ni enfermedad ni falta de lucidez, al contrario, es la acumulación de una sabiduría que se ha adquirido a lo largo de muchos años, después de muchas tareas, muchos sufrimientos, muchas alegrías y muchas relaciones distintas. Entonces uno entiende muchas cosas que no entendía cuando estaba joven. Por eso se dice que la juventud es un defecto que se quita con los años. A muchos no les gusta oír eso, pero es la verdad. Cuando yo se lo decía a mis estudiantes se quedaban muy extrañados. Lo que pasa es que ahora la publicidad le da mucha importancia a la juventud porque les venden muchas cosas, cosas que uno después se da cuenta que no necesita. Ahora cuando entro a un centro comercial digo: “¡qué dicha que ya no tengo que comprar esto o lo otro!”.
–¿Qué hay que hacer desde joven para alcanzar la gerotrascendencia?
–JDY: No es un término mío, es de un investigador, pero la gerotrascendencia es importante. Poder llegar a viejo y poder aconsejar a los nietos, aunque casi nadie sigue consejos, pero por lo menos contarles de uno, de la experiencia, leerles historias, leerles cuentos para aficionarlos a la lectura, todas esas cosas. En la vejez se pueden lograr muchas cosas, incluso mucha gente empieza a escribir o a pintar después de que deja de trabajar, en la tercera edad. Yo he tenido en mis talleres de poesía mucha gente mayor que empieza ahí a trabajar su parte creativa. Pero para todo eso lo primero que uno tiene que hacer es tener buena salud. Mucha gente identifica vejez con enfermedad y no es cierto. En la vejez se pagan las consecuencias de la mala alimentación y de los malos hábitos que ha tenido uno en la juventud. Entonces uno tiene que ir dejando ciertos hábitos. Aparte de comer comida chatarra, que eso es terrible porque tiene una cantidad de grasa inexplicable, comer comida sana quiere decir comer de todo un poquitito, yo creo que hay que comer de todo, pero poquitito. Yo no soy vegetariana, pero tampoco soy una gran carnívora, como un poquitito de cada cosa y alterno. Como mucho pescado porque es la mejor carne que se puede comer. Todo eso lo digo en mi libro (Se refiere al libro Envejecer cantando).
Hay que privarse de ciertas cosas conforme uno va envejeciendo. O sea, no se puede comer lo mismo a los 20 que a los 50, ni las mismas cantidades, hay que ir bajando la cantidad. Eso le cuesta mucho entenderlo a la gente, sobre todo a los varones que son más comelones porque tienen un metabolismo más exigente, más alto. Hay que tomar en cuenta todo eso y los suplementos que uno debe ir tomando conforme envejece porque se necesitan más que en la juventud. En la juventud uno tiene más de todo en el cuerpo: más vitaminas, más magnesio, fósforo, todo eso que va disminuyendo en la vejez. Entonces uno tiene que asumir eso porque, de lo contrario, empieza a padecer de males crónicos.
Además, la actitud tiene que ser muy positiva, de alegría, de gozo, de agradecimiento por haber llegado a esa edad sano y lúcido. Y luego la lectura. Yo aprendí a leer muy pequeña, de cinco años, porque tenía mucha curiosidad por leer libros de cuentos. Entonces mamá me enseñó desde la casa con un silabario que estaba empezando y que era la moda: Paco y Lola. Era revolucionario en esa época, hace 70 años, porque el silabario anterior que era el de Porfirio Brenes, que era el que se usaba todavía en las escuelas, silabeaba, iba enseñándote las sílabas, entonces el niño empezaba a leer y cancaneaba así: “Sí-voy-a-ir-a-tal-par-te”. Y eso es terrible. En cambio, Emma Gamboa creó un silabario con palabras enteras. Eso fue una gran revolución en su momento. Ahora le dijeron que tenía que cambiar algunas cosas, como eso de que mamá amasa la masa y papá lee el periódico. Eso ahora ya no va.
Por otra parte, el sentido del humor es importantísimo a toda edad, pero creo que en la vejez todavía más. Uno tiene que reírse de sus propias cosas.
–La sociedad ha ido incorporando poco a poco el tema del envejecimiento activo. ¿Qué nos hace falta por hacer en este sentido?
–JDY: El envejecimiento activo no quiere decir solamente hacer ejercicios. Eso es importante, es otro capítulo de mi libro, todo lo que tiene que ver con mover el cuerpo y mover los músculos y las articulaciones. Pero envejecimiento activo no quiere decir solo esa parte física, que también es importante. Quiere decir involucrarse, interesarse en las cosas que pasan y ahora con los medios digitales y con la televisión es tan fácil estar uno al día y tomar partido, incluso, en muchas cosas de las que antes la gente se privaba de eso, “ya estoy viejo, ya no digo nada”. No, no, al contrario. Uno debe dar su opinión con su criterio y tener amigos y amigas, practicar una vida social activa con las personas que querés o que respetás; no meterse en la casa y quedarse ahí como las señoras de antes, bordando y tejiendo y ya. No, hay que moverse. Hay que moverse intelectual y físicamente.
–¿Cómo hace para ver solo cosas bonitas desde su ventana?
–JDY: Yo tengo una teoría muy personal, no se la puedo imponer a nadie, de que la poesía y, en general, el arte se hizo para disfrutar de la vida, aprender a disfrutar de la vida, aprender a sacarle el jugo a todas estas cosas, a estos momentos que se repiten en la vida, importantes y sabrosos. El sufrimiento se alivia mucho con esta visión de mundo porque se da uno cuenta de que todo es relativo, también la alegría es relativa, pero también el sufrimiento y las cosas se van tranquilizando a lo largo de los años, las crisis se van pasando a lo largo de los años y uno a veces actúa y dice: “mirá, estoy bien” y otras dice “metí la pata, pero voy a arreglarlo para la próxima”. Lo importante es saber que tenemos el día a día, el día de hoy que es el que nos pertenece, el presente, que tenemos que realizar ahí muchas cosas que queremos y que el presente, ya mañana, es pasado y lo que se hizo, se hizo, y lo que no, no; y hay que contar con un nuevo presente.
–¿Por qué es importante hablar del gozo, del amor y de la compasión en este momento que vive el mundo?
–JDY: Yo hice este libro más que pensando en el momento que vive el mundo, en el momento que vivo yo; aunque todo está relacionado. Por ejemplo, este libro se publicó antes de la guerra entre Rusia y Ucrania, sin embargo había otras guerras que a uno le parecen muy lejanas, pero en realidad afectan a millones de seres humanos y uno debería tener esa compasión. Por eso es esa tercera parte de la compasión. En latín se dice cumpanis, el que comparte el pan. O sea, compartir el pan con el otro, compartir las alegrías, compartir los sufrimientos, y con el ser lejano, que también sufre: los emigrantes, los que son víctimas de las guerras, los que se les muere un amor, los que tienen dificultades para comer porque no tienen suficiente en su país o ellos no tienen suficiente en su momento, todo eso debe ser objeto de nuestra solidaridad y de nuestra compasión hasta donde uno pueda. Por eso esa tercera parte. Una vejez sin compasión no ha aprendido nada.
Pero también el gozo, que es el tema de la primera parte. El gozo de la familia, de ver crecer a los nietos, el gozo de tener amigas como tuve yo a Estrellita Cartín, a quien le hice un poema de homenaje y ahora acaba de morir, porque fue mi profesora y me enseñó muchísimas cosas sobre literatura y sobre el mundo también. El gozo de todo eso es importante, lo tenemos que tener presente siempre, ese gozo del presente.
Y la segunda parte, que es el amor, porque a esta edad, hace cinco años, conocí a un escritor, poeta también del grupo de Turrialba, Carlos Enrique Rivera Chacón, y nos hicimos pareja. Entonces, todo ese amor de la vejez, que es un amor solidario y de compañía, es importante. Entonces, los poemas de amor que escribí en ese momento están en esa segunda parte. Es un amor de vejez, para decirlo de la manera como no le gusta a la gente hablar, porque la gente le huye a esa palabra: tercera edad, edad dorada, se hacen muchos eufemismos. Pero es la última etapa de la vida y una etapa muy importante para quienes llegamos sanos a ella, por eso hay que llegar sano.
–A propósito de ese tema, ¿qué piensa de esos eufemismos?
–JDY: Está bien, porque a mucha gente le molesta y hasta le insulta que le digan viejo. Viejo es casi una mala palabra, es un insulto. Cuando uno quiere insultar a alguien le puede decir viejo, aunque tenga veinte años. Se ha vuelto una palabra degradante, es un segundo significado, porque el diccionario lo que tiene es el nombre de la última parte de la vida, la tercera edad, o sea, la etapa de sesenta y cinco para arriba, pero a mucha gente eso le insulta, le ofende. No sé por qué, porque la única forma de llegar a viejo es no morirse, el que se muere no llega a viejo y nadie se quiere morir.
Estos poemas del libro Desde la alta ventana de los años también tienen mucha poesía sobre la naturaleza. Yo soy bióloga de primera carrera y me encanta la naturaleza, por algo estudié Biología. Ahora me solazo con ver las selvas, los árboles, las montañas, el cielo y hablo mucho de eso en ese libro. Por ejemplo, ayer veníamos de Pococí, fui a dar unas charlas a la Academia de Policía, a propósito del Día del Libro, y estuve muy contenta, los muchachos muy respetuosos y muy activos, preguntando sobre literatura, sobre poesía, sobre libros, porque la poesía es para todos, de cualquier profesión, la poesía te alivia los duelos, la poesía te hace identificarte con el dolor del mundo, la poesía te hace identificarte con la belleza del mundo también.
Por eso ese libro tiene muchos poemas sobre la belleza del mundo y ayer veníamos de allá y pasamos por el Parque Nacional Braulio Carrillo, que es una maravilla, estaba medio nublado, pero qué belleza las plantas que hay ahí en la orilla del camino y ni hablar de adentro porque uno no puede entrar, aquellas patas gigantes que les dicen sombrilla de pobre porque con una uno se puede tapar o aquellos helechos que parecen prehistóricos. ¡Es una belleza! Y a mí me encanta eso. Por eso, en el libro está muy marcado el asunto de la naturaleza.
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