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Mario Solís Umaña, profesor de la Escuela de Filosofía
Mario Solís Umaña, profesor de la Escuela de Filosofía Anel Kenjekeeva

Voz experta: Elecciones 2022 en Costa Rica, un juego de imágenes

1 feb 2022Artes y Letras

Como es de esperar, la particular oferta política en las elecciones presidenciales 2022 en Costa Rica, cuantiosa y variopinta, ofrecida por personas/partido político, pero en la mayoría de los casos por personas/personalidad, genera en definitiva una imagen borrosa, no solo en relación con cada propuesta ya contrastada, sino respecto a algo más relevante: lo que tenemos y somos. Para lograr una imagen más nítida propongo los siguientes tres pasos:

1) Describir el objeto de la imagen borrosa.

2) Generar otra imagen cuya función sea de comparación o contraste.

3) Graduar el lente con el que se mira y afinar la mirada.

Comencemos con el trazo de la imagen borrosa, para luego colocar la imagen comparativa. En esta ocasión, elecciones 2022, tenemos un número impresionante de ofertas: 25 candidaturas a la presidencia de la República. La imagen borrosa o turbia no es consecuencia de tan elevado número. De hecho, esa realidad constituye parte de lo que se quiere capturar en la imagen más nítida que retrate lo que tenemos y lo que somos. La poca claridad, aunque evidente, tampoco responde a lo impreciso o ambiguo de las políticas propuestas, o lo poco contrastable que se tornan muchas de ellas, comparadas entre sí, sea sobre impuestos, sobre dinamización de la economía o sobre la reconversión de varias instituciones públicas (MOPT, MEP, etc). Lo nebuloso de la imagen, o bien lo indiscernible, y lo que resulta fundamental comprender y observar está relacionado con aquello que podemos denominar “la no-posicionalidad”.

Para entenderlo, prestemos atención a la imagen comparativa que retrata “posicionalidad”. En las recientes elecciones en Chile se mostró con contundencia posiciones opuestas, aún en la multiplicidad de ofertas electorales, todas en la órbita de la identificación o no identificación con “el trazo Pinochet”, que a su vez expresó en ese país, en la segunda vuelta, la identificación de la izquierda (Gabriel Boric) y la derecha (José Antonio Kast). Otra instancia de esta imagen: en las elecciones de Estados Unidos, hace poco más de un año, se marcó el campo de la contienda entre los dos bandos conocidos y sus posiciones opuestas, vistas con la imagen “republicanos trumpistas/demócratas barak-obamistas”, que a su vez se ubicaron a sí mismos y por el electorado como conservadores y liberales (derecha e izquierda en ese contexto). Las oposiciones señaladas, oposiciones macro, hacen ver con mayor nitidez el cuadro total, y así tornan más conceptualmente transparentes las contiendas electorales presidenciales.

Tales oposiciones macro responden en la mayoría de los casos a procesos societales profundos, relativos, por ejemplo, a la cuestión de la independencia nacional-territorial (España, Reino Unido, Canadá) o a la cuestión quizás más comparable y a la vez más amplificada relativa a la identificación con un sistema socio-económico compatible con planificación política (colectivismo) o en oposición a dicha planificación (individualismo). Esa es la historia dicotómica del último siglo. Y para contrastar aún más, en vista todavía más ampliada en términos de épocas, uno puede reparar en la oposición entre quienes pensaban que el orden societal se lograba a través de la alineación con un plan divino (el poder de la Iglesia y Dios como legitimador del orden político) y quienes defendían la “apropiación humana” para el establecimiento del orden societal (los seres humanos y el humanismo, como legitimadores del orden político). Nótese de paso que esta contienda societal marcó el fin de una época (Edad Media) y el nacimiento de otra (Edad Moderna y Contemporánea). Una digresión futurista, si se me permite: entraremos de lleno en un proceso de cambio epocal, con la gradual dilusión de los sistemas estado-nación (que tiene poco más de trescientos años de funcionamiento) y el relevo a sistemas complejos de delegación de poder global multidimensional.

Con esto en mente se puede volver la mirada al asunto de la imagen borrosa de la oferta política en Costa Rica, ahora en un intento por graduar el lente y afinar la mirada. De nuevo, no es el número de ofertas presidenciales ni la relativa poca diferencia entre las propuestas concretas relativas a la administración o el ejercicio de gobierno lo que torna nebulosa la imagen de lo que se ofrece, que expresa a su vez la imagen que retrata lo que tenemos y somos. Es la quizás novedosa y ya consolidada condición de irrelevancia posicional; y lo que hace turbia la imagen no es ese hecho, sino el otro hecho: todavía no tenemos acostumbrada la mirada a ese tipo de imagen, nuestros ojos todavía no se ajustan, o bien, el lente no tiene aún la graduación precisa.

Esa condición de irrelevancia posicional no es difícil de capturar. Si bien es cierto algunas ofertas políticas tienen “marca ideológica” explícita (p.e., Partido Liberal Progresista, Partido Vanguardia Popular) o bien, hace explícito su posicionamiento (p.e., Frente Amplio como izquierda, y a la derecha quizás el Partido Unión Liberal o el Partido Movimiento Libertario), la música que se toca, y el baile mismo, ocurre en el centro del salón (los del lado tendrán que aceptar su marginación electoral). Y ese centro puede tender a moverse hacia los lados, en diversas dimensiones y respecto de campos particulares, por ejemplo, puede ser conservador en términos culturales, liberal en términos económicos, tecnocrático o meritocrático en términos políticos, etc. El Partido Liberación Nacional es y no es social demócrata, como también (o tampoco) lo es el Partido Acción Ciudadana. Los partidos confesionales (Restauración Nacional, por ejemplo) se mueven con mucha vaguedad en sus lineamientos político-económicos y todavía cargan con la confusión relativa a sus principios de legitimidad política (Dios, revelación, o bien, seres humanos sin plan cósmico), lo cual los coloca “fuera de juego” desde el punto de vista epocal. Una buena cantidad de partidos políticos en papeletas parecen ser “Uber electoristas” y sus ofertas son, al fin, cuestión de “personalidad”, no son personas/partido político, sino personas/personalidad; son parte del objeto que se intenta retratar, pero si sobredimensionamos esa característica del objeto en cuestión, la imagen resultante sería la menos feliz de las dos formas que podría tomar, como abajo se mostrará. Esto último es también cuestión de la graduación del lente y afinamiento de la mirada.

Así, al considerar todo lo antes dicho y en el esfuerzo de graduación del lente, la imagen que aparece con mayor nitidez, sobre todo el proceso, pero más importante aún, sobre lo que tenemos y somos admite dos formas (son como esas imágenes con doble posibilidad de lectura, como la del conejo/pato). En la primera forma, se observa con nitidez esa condición de “liviandad societal”: nuestras marcas políticas de antaño, por ejemplo la contienda entre liberales y conservadores del siglo antepasado o entre “figueristas” y “calderonistas” del siglo pasado, ya no son operativas, ya no generamos identidad por oposición relativa a un evento fundacional, pasado o reciente, etc. Dicha liviandad es también una expresión inercial de nuestro estar desenganchados de procesos societales regionales y quizás globales. El corolario de esta forma-imagen no es la vuelta al bipartidismo, no hay pretensión nostálgica en dicha lectura; tampoco da lugar a una apología de las experiencias societales traumáticas de refundación de repúblicas. El corolario es la asimilación de desgaste y de tal condición de liviandad, para lograr mejores estados de cosas.

En la segunda forma se observa, quizás con menos nitidez, esa misma condición de irrelevancia posicional, pero ahora socialmente internalizada o instalada. Es decir, tenemos una composición societal tal que permite una transición epocal menos dolorosa, o mejor aún, que está mejor configurada para “desprenderse” de las estructuras del sistema estado-nación y es más transitable en términos de la “época porvenir”. La diferencia con la imagen anterior, como resulta evidente, responde a la gradación que ofrece la lectura de oposiciones epocales arriba esbozada y de cómo la condición de liviandad también puede ser vista como un resultado de esa nueva dirección epocal. La segunda imagen es mejor que la primera; es quizás la imagen que prefiero ver en el espejo sociopolítico de esta sociedad de personas distintas y diversas, plurales.

La presente reflexión no es indicativa respecto de por quién votar en las elecciones 2022, o bien no pretende serlo, aunque pueda quizás generar alguna luz. La expresión usada, es decir, “la captura de la imagen de lo que tenemos y somos”, sirve para trazar un proceso de mediano o largo plazo, porque las elecciones no dicen todo lo que podemos o debemos saber sobre lo que tenemos y somos. Y si se me exige respecto de la pregunta por la función de esta imagen resultante en la coyuntura electoral, solo podré decir que valdría apostar por quien (persona/partido) se apropia mejor del potencial imaginado de lo que tenemos y somos, de la segunda forma de comprensión-captura.


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Mario Solís Umaña
Profesor de la Escuela de Filosofía, Universidad de Costa Rica
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