Voz experta: "Ambiente y Derechos Humanos: el Acuerdo de Escazú a un año de su firma"
El pasado 27 de setiembre, se cumplió el primer año desde que se
procedió a recoger oficialmente en la sede de Naciones Unidas la
firma de los Estados interesados en suscribir el denominado
"Acuerdo de Escazú", un tratado internacional sobre acceso a la
información ambiental, participación pública y justicia ambiental,
aprobado en Costa Rica en marzo del 2018.
En efecto, desde el 27 de setiembre del 2018, este instrumento
regional está formalmente abierto a la firma de los 33 Estados que
forman parte de América Latina y del Caribe.
El mismo día de la ceremonia realizada en Nueva York, en setiembre
del 2018, se recogieron un total de 15 firmas (entre las cuales, en
América Latina, las de Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica,
Ecuador, Guatemala, Haití, México, Panamá, Perú y Uruguay), y un
día después, se recibió la de Paraguay; en el mes de julio del
2019, se registró la firma de San Vicente y las Granadinas.
Se trató de un primer buen impulso que merecía confirmarse durante
el primer año, y que, tal y como lo analizaremos a continuación, no
logró mantenerse.
Un sólo año con una sola ratificación y cinco ratificaciones
obtenidas ... en 24 horas
El único Estado que, al día 25 de setiembre del 2019, había
procedido a depositar su instrumento de ratificación era Guyana,
depósito realizado en abril del 2019: un resultado poco halagador,
algo superado con el anuncio hecho por varios Estados 24 horas
después.
En efecto, desde este 26 de setiembre del 2019, Guyana ya no está
sola en el tablero: depositaron en Naciones Unidas sus respectivos
instrumentos de ratificación Bolivia y Uruguay, así como Jamaica,
San Kitts y Nevis y San Vicente y las Granadinas.
A su vez, quienes no habían firmado este instrumento aprovecharon
de este primer aniversario para hacerlo: Granada y Nicaragua.
Remitimos a nuestros estimables lectores al comunicado
oficial de la CEPAL así como estado
oficial de firmas y ratificación disponible en este enlace
oficial de la Secretaría General de Naciones Unidas.
La falta de interés de algunos Estados, la poca presión ejercida
por organizaciones de la sociedad civil en el caso de algunos
Estados firmantes del texto (desde setiembre del 2018), así como la
presión de algunos influyentes sectores en la dirección opuesta,
pueden explicar estos tímidos resultados para un instrumento
internacional extremadamente innovador, tal y como lo explicaremos
en las líneas que siguen.
Breves apuntes sobre los alcances logrados en Escazú
Como se recordará, el denominado "Acuerdo de Escazú", cuyo título
oficial es "Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la
Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos
Ambientales en América Latina y el Caribe", fue adoptado en marzo
del 2018 en Costa Rica, luego de 4 años de intensas negociaciones
(2014-2018) auspiciadas por la Comisión Económica para América
Latina (CEPAL) de Naciones Unidas: este convenio internacional, de
alcance regional, es el primero en la historia del derecho
internacional público en unir derechos humanos y protección del
ambiente en un texto de carácter obligatorio para los Estados.
En efecto, existe por una parte una gran cantidad de tratados de
derechos humanos, y por otra parte, existe una gran cantidad de
tratados en materia de protección del ambiente: pero, a diferencia
de varias declaraciones y resoluciones no vinculantes adoptadas por
diversas Organizaciones Internacionales y Estados en los últimos
años, no se contaba con un convenio que, además de vinculante,
vinculara ambos ámbitos. En el marco de las negociaciones del
Acuerdo de París en el 2015, pese a un intento de Costa Rica,
México, y de otras delegaciones, no se logró incluir los derechos
humanos más que en el Preámbulo de dicho acuerdo (véase al respecto
artículo
colgado en el CEMDA titulado "Los derechos humanos en el nuevo
acuerdo climático de París").
Por lo tanto, el "Acuerdo de Escazú" no es cualquier tratado:
constituye una iniciativa audaz, que busca garantizar la
implementación de los derechos de acceso a la información
ambiental, a la participación pública y el acceso a la justicia
ambiental, en aras de consolidar y hacer más efectivo de lo que es
el derecho a vivir en un ambiente sano (véase texto
oficial en español).
A diferencia de negociaciones de otros instrumentos
internacionales, el marco utilizado por parte de la CEPAL para las
negociaciones propició una amplia presencia y participación de
organizaciones de la sociedad civil, lo cual merecería ser
replicado - o al menos imitado - en muchos otros recintos
multilaterales.
Uno de los aspectos más novedosos del "Acuerdo de Escazú" es el de
haber incorporado una disposición (el Artículo 9) en aras de
proteger a los defensores del ambiente, a menudo objeto de todo
tipo de intimidaciones, persecuciones, acciones legales claramente
intimidatorias y asesinatos, constituyéndose así en el primer
instrumento de carácter vinculante que contempla obligaciones para
los Estados al respecto. Como bien es sabido, el indignante clima
de impunidad en el caso de muchos de estos asesinatos contribuye a
minar la credibilidad de las instituciones, las cuales deben
garantizar investigaciones creíbles y sanciones ejemplarizantes
para quienes atentan contra la vida y la seguridad de los que
defienden los derechos de sus comunidades.
Este Artículo 9 se adoptó con base en un documento de trabajo
preparado por Chile, Costa Rica, Panamá, Paraguay y Perú sobre los
defensores del ambiente y la imperiosa necesidad de protegerlos
(véase nota
oficial presentada a las demás delegaciones durante las
negociaciones): una iniciativa de estos cinco Estados que merece,
como mínimo, ser saludada.
Foto extraída de nota de prensa de
la BBC, titulada "Los países en los que matan a más ambientalistas
en el mundo y el terrible récord de América Latina", 30 de julio
del 2019
Precisamente, en un comunicado conjunto circulado el 13 de
setiembre del 2018, varios expertos en derechos humanos de Naciones
Unidas llamaron a firmar este instrumento internacional. En su
texto titulado “UN experts urge prompt ratification of landmark
Latin America and Caribbean environment treaty” (véase texto
completo en inglés), se lee que:
”This agreement is a major leap forward in the protection and
safeguarding of human rights defenders in environmental matters. By
establishing specific binding provisions, Latin American and
Caribbean States are not only recognising the acute and alarming
situation faced by environmental defenders in countries of the
region, but are also taking concrete steps to reaffirm their role
and respect, protect and fulfil all their rights“.
Nótese que, más recientemente, una excitativa suscrita por 17
Procedimientos Especiales en materia de derechos humanos de
Naciones Unidas fue enviada el 15 de julio del 2019 a las
autoridades de México, instándolas a ratificar sin más preludios el
Acuerdo de Escazú (véase carta).
Vale la pena mencionar que el pasado 17 de setiembre, la ONG Human
Rights Watch (HRW) dió a conocer su informe titulado "Rainforest
Mafias. How Violence and Impunity Fuel Deforestation in Brazil’s
Amazon" (véase texto
completo así como comunicado de
prensa de HRW), en el que detalla la impunidad campante que se
ha instalado en Brasil con relación al asesinato selectivo de
líderes ecologistas e indígenas que defienden la Amazonia en los
últimos años.
La ausencia de algunas firmas y en particular una de
ellas
Cabe precisar que Brasil, así como México, figuran entre las 20
firmas reunidas hasta el momento por el "Acuerdo de Escazú", y que
no se registra la de Chile, como tampoco la de Colombia, Cuba, El
Salvador, Honduras, ni la de Venezuela.
En el caso chileno, resulta sumamente sorprendente que se haya
negado a firmar este tratado, al ser uno de sus principales
impulsores durante la fase de negociación. Tuvimos la oportunidad
de analizar este insólito cambio de orientación por parte de las
nuevas autoridades chilenas electas a finales del 2017: véase
nuestra breve nota
titulada "El Acuerdo de Escazú sobre derechos humanos y ambiente:
Chile se desdice".
En la precitada nota, se reproduce al final, el comunicado oficial
conjunto de Chile y de Costa Rica difundido con ocasión del Día
Mundial del Ambiente en junio del 2018: se recomienda su lectura
integral, la cual evidencia cuán contradictoria resulta ser la
actual posición de Chile así como los argumentos (un tanto
originales) esgrimidos por parte de sus máximas autoridades. En
esta emisión producida en Chile del programa "Las cartas sobre la
mesa", representantes chilenos de la sociedad civil desmenuzan y
desvirtúan uno a uno los distintos argumentos precitados (véase
emisión disponible en este enlace).
El hecho que no exista ningún documento oficial elaborado por las
autoridades chilenas explicando y justificando su posición desde
setiembre del 2018 pareciera indicar que sus motivaciones son
otras, y que las razones esgrimidas en algunas declaraciones a la
prensa, simples instrumentos de comunicación política, de cara a un
importante evento que Chile hospedará próximamente en materia
ambiental.
Como bien se sabe, en noviembre del 2018, Brasil anunció que
desistía de ofrecerse como sede para organizar la próxima
Conferencia Mundial de Estados Partes a la Convención Marco sobre
Cambio Climático (más conocida como "COP25") a realizarse en
diciembre del 2019 (véase nota de
prensa de El Tiempo, de noviembre del 2018). El repudio
generalizado externado por diversos integrantes de la comunidad
internacional ante la actitud omisa de Brasil para contener los
incendios en la Amazonia brasileña desde julio del 2019, confirma
la visión tan peculiar de las actuales autoridades de Brasil con
relación a la protección del ambiente.
Fue entonces cuando Chile (diciembre del 2018) anunció que
sustituiría a Brasil en esta tarea. A pesar de ser la sede de la
reunión más importante del 2019 en materia ambiental a nivel global
como lo es la COP25, las actuales autoridades de Chile han optado
por mantener sus distancias con el "Acuerdo de Escazú", al punto de
no querer tan siquiera firmarlo. Desde la perspectiva de los
Estados que ven con suma reticencia el reconocerle derechos a
quienes defienden el ambiente y que no consideran necesario mejorar
el acceso de las comunidades a la información en materia ambiental
(y mucho menos garantizarles su plena participación), la actual
posición chilena es extremadamente útil y oportuna.
En el caso de Colombia, Estado que se mostró sumamente incómodo
durante las negociaciones, proponiendo modificaciones y enmiendas
en aras de limitar sustancialmente el alcance de varias
disposiciones, la presión ejercida para que por lo menos firme el
Acuerdo de Escazú se mantiene. Este 30 de setiembre del 2019, se
leyó en un medio de prensa que sus autoridades han decidido no
firmar el texto (véase nota de
prensa de RCN del 30/09/2019), recordando varios de los
extraños argumentos oídos en Chile. En esta publicación muy
completa (cuya lectura se recomienda y que puede interesar a muchos
otros Estados), titulada "Colombia y el Acuerdo de Escazú" (véase
texto
integral), se señala que:
"Son alarmantes las cifras de conflictos ambientales y de
asesinatos de defensores y defensoras del ambiente en Colombia. A
pesar de contar con una amplia legislación en materia de
información, participación y justicia ambiental en Colombia, la
conflictividad ambiental en el país se agudiza cada día. El Acuerdo
de Escazú se convierte en una herramienta de vital importancia para
cambiar esta situación en el país" (p. 89).
La ausencia de la firma de Chile, de Colombia y la de otros Estados
podría por supuesto revertirse, en caso de que algunos Estados de
la región, por alguna razón, cambien súbitamente de parecer e
inicien su propio proceso en aras de facilitar a sus ciudadanos el
ejercicio de sus derechos en materia ambiental. Como bien se sabe,
sin firma por parte del Poder Ejecutivo, los integrantes de los
Poderes Legislativos no tienen cómo iniciar el trámite de
aprobación de un instrumento internacional.
A modo de conclusión
En un reciente discurso titulado "El cambio climático es una
cuestión de derechos humanos", la máxima autoridad en materia de
derechos humanos en Naciones Unidas hizo ver el vínculo estrecho
existente entre ambiente y derechos humanos (véase comunicado de
prensa de Naciones Unidas). Abordar el tema ambiental haciendo
a un lado los derechos humanos ha sido una tendencia de muchos
Estados y de muchos sectores (influyentes), que el Acuerdo de
Escazú busca precisamente revertir. Más recientemente, se leyó por
parte de una ONG que la Cumbre Climática realizada en Naciones
Unidas en setiembre del 2019 no buscó incorporar la temática de los
derechos humanos: véase el artículo
colgado en el portal de AIDA, titulado "Cumbre Climática de la ONU,
sin Derechos Humanos".
Como bien lo subrayó el representante de Costa Rica en una reunión
celebrada en abril del 2019 en Santiago de Chile (véase texto
completo de su intervención),
"Quiero ser claro en que, así como nuestra región ha dado un
ejemplo al mundo, avanzando en la construcción de la democracia
ambiental, ahora el mundo nos está observando y atento a lo que
podamos seguir construyendo de ahora en adelante".
Es de notar que América Latina llegará a la reunión preparatoria de
la COP25 (denominada "PreCop"), a realizarse en Costa Rica del 8 al
10 de octubre próximos, con la ausencia de las firmas antes
mencionadas del "Acuerdo de Escazú", así como con la ausencia de
ratificación por parte de Costa Rica: un Estado que promovió
activamente, conjuntamente con Chile, esta iniciativa regional
durante la fase de negociaciones, albergando la ronda final y
dándole el nombre de "Acuerdo de Escazú" a este novedoso
instrumento. En esta breve nota
nuestra se reproduce en la parte final el comunicado oficial de
Costa Rica celebrando la adopción del texto, el 4 de marzo del
2018. Costa Rica firmó el texto el 27 de setiembre del 2018 con
ocasión de la ceremonia oficial realizada en Nueva York durante la
Asamblea General de Naciones Unidas.
Si bien nuevas firmas pueden registrarse antes del 8 de octubre,
resulta extremadamente difícil que, en estos pocos días que quedan
de aquí a la PreCop, alguna iniciativa para acelerar el proceso de
aprobación tenga lugar en el seno de la Asamblea Legislativa
costarricense.
De confirmarse la falta de ratificación costarricense antes de
iniciar la PreCop en Costa Rica, estaríamos presenciando una nueva
ausencia: una ocasión propicia para reflexionar, en Costa Rica,
sobre los logros que se pueden alcanzar por parte del aparato
diplomático desde el Poder Ejecutivo, y la dificultad para
trasladarlos luego como prioridad al Poder Legislativo.
No obstante, la PreCop también podría convertirse en un espacio
para fomentar en América Latina la urgente necesidad de saldar una
vieja deuda pendiente de la región con la justicia ambiental y con
los defensores del ambiente y sus derechos: lo pactado en Escazú en
marzo del 2018 es un primer paso en esta precisa dirección.

