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Dosimetría biológica
Inisa-UCR
El daño invisible de la sobreirradiación y cómo la UCR la analiza para proteger vidas

A diferencia de un incendio o de una fuga química, la radiación no avisa y puede estar en el aire, en los suelos, en ciertas industrias y en los hospitales e, incluso, estar generando afectaciones sin que se note. Foto: Archivo OCI.

El trabajo de la Universidad permite favorecer el tratamiento oportuno en casos en los que una persona recibe una radiación mayor a la esperada en hospitales, laboratorios o industrias
12 nov 2025Salud

No hace ruido, no tiene olor ni color. La radiación es una fuerza que atraviesa las paredes y los cuerpos sin que nadie la note y deja su firma dañina en lo más profundo del ADN humano. 

En la actualidad, la ciencia ha aprendido a leer las huellas del daño de ese lenguaje invisible y, por supuesto, también el Instituto de Investigaciones en Salud (Inisa), de la Universidad de Costa Rica (UCR).

En sus instalaciones, el Inisa-UCR alberga el único laboratorio de dosimetría biológica del país y de Centroamérica, encargado de estudiar el efecto de la radiación en las células humanas y, así, recomendar los abordajes terapéuticos óptimos para ayudar al paciente.

“La dosimetría biológica significa medir la dosis de radiación que recibió una persona a partir de los efectos biológicos producidos por la exposición. Esta ciencia fue concebida para evaluar a las víctimas después de los accidentes nucleares, a fin de identificar los niveles de daño y planificar tratamientos adecuados”, expresó el Dr. Prakash Hande, biólogo molecular de la Universidad Nacional de Singapur, durante su visita al Inisa para impulsar el trabajo que la UCR realiza en este campo.

En efecto. Las bombas en Hiroshima y Nagasaki son un ejemplo de afectación nuclear. Después de las explosiones, las médicas y los médicos vieron que las personas afectadas fallecieron por una grave condición que llegó a denominarse como “síndrome de radiación aguda”. 

Años más tarde, Costa Rica también enfrentaría su mayor accidente radiológico en el ámbito médico, muy distinto al de Hiroshima y Nagasaki, pero con graves consecuencias.

Una mala calibración del equipo de tratamiento con cobalto en la Unidad de Radioterapia del Hospital San Juan de Dios, usada para tratar distintos tipos de cáncer, generó que 115 personas recibieran cerca de un 70 % más de la dosis de radiación que se tenía estimada. En ese momento, Costa Rica no contaba con un laboratorio de dosimetría biológica que midiera el impacto de esa irradiación en las personas. 

Desde ese entonces, las autoridades reguladoras y entes responsables en la materia se esforzaron por fortalecer el sistema de protección radiológica a nivel nacional, robustecer la regulación, mejorar la formación académica profesional y promover el desarrollo de técnicas para determinar con mayor precisión la exposición a radiaciones ionizantes. 

En ese último aspecto trabajó el Inisa-UCR y, con el liderazgo de la Dra. Isabel Castro, se logró establecer el primer laboratorio en dosimetría biológica en la UCR, con el fin de ayudar a proteger vidas, identificar a tiempo a las personas sobreexpuestas, planificar tratamientos y prevenir tragedias futuras.

Liderar esta capacidad consolida al Inisa-UCR como referente regional en la atención científica de emergencias radiológicas. Además, fortalece las competencias técnicas y científicas del país para investigar el amplio espectro de la biología de las radiaciones, generar evidencia que respalde los ajustes regulatorios e incorporar técnicas de biodosimetría en el monitoreo ocupacional”, destacó el Dr. Fabio Andrés Chaves Campos, coordinador del Laboratorio de Dosimetría Biológica del Inisa-UCR.

¡En buena hora! El conocimiento producido, indicó el Dr. Chaves, permite impulsar protocolos nacionales de vigilancia, prevención y respuesta. Con ello, Costa Rica refuerza su soberanía científica y amplía su capacidad estratégica en salud pública.

Dosimetría biológica

La evaluación del paciente con sobreirradiación siempre está a cargo de un médico tratante. A partir del cálculo de dosis realizado por el Inisa-UCR y de un informe con el resultado del análisis, el médico puede tomar las decisiones en cuanto al tratamiento por seguir. Foto: Archivo OCI.

El daño invisible

Ahora, contestemos una nueva pregunta. Si la sobreirradiación genera daños, ¿de qué depende su gravedad? Para el Dr. Hande, la magnitud de las afectaciones radica según la dosis recibida. 

En exposiciones altas, las personas pueden desarrollar el síndrome de radiación aguda y fallecer en pocos días. En dosis bajas, los efectos son más persistentes y pueden incluir mutaciones genéticas y cáncer a largo plazo.

Los estudios históricos de Hiroshima y Nagasaki, comentó el Dr. Hande, han mostrado que las generaciones posteriores también sufrieron consecuencias, como deformidades físicas, trastornos mentales y padecimientos. Por supuesto, la radiación no solo se asocia con grandes catástrofes nucleares. 

También existen exposiciones cotidianas en entornos ocupacionales, especialmente en industrias, laboratorios y hospitales. En algunos países de América Latina, comentó el Dr. Hande, las personas trabajadoras de las industrias han sufrido quemaduras graves al guardar fuentes radiactivas sin saberlo. Un caso así ocurrió en Bolivia.

En abril del 2002, se produjo un accidente con una fuente de radiografía industrial, la cual fue transportada como carga desde Cochabamba hasta La Paz en un autobús de pasajeros. 

Durante la mayor parte del trayecto, que duró ocho horas, el autobús viajó lleno de personas bajo una radiación imperceptible, pero con la fuerza suficiente para generar efectos profundos, comunicó el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

En la vida cotidiana, los efectos de la radiación pueden estar presentes en el personal médico y de imagenología, trabajadores de plantas industriales, así como en profesionales de la ciencia que viven cada día bajo pequeñas dosis de radiación.

El Inisa-UCR se encuentra en la capacidad de participar en la atención de posibles casos en los que se sospecha de una sobreexposición a radiaciones ionizantes. Para ello, tras recibir la referencia médica, se toma una muestra de sangre de la persona, por medio de la cual, luego de procesarla, estudiamos las frecuencias de aberraciones cromosómicas características por el daño a la radiación”, detalló el Dr. Chaves.

“Ese dato permite estimar una dosis a la que la persona estuvo expuesta y la información da la posibilidad de brindar una atención médica adecuada, así como estimar riesgos de los efectos en el corto y mediano plazo. Adicionalmente, estas pruebas pueden ser aplicadas para estudiar el monitoreo de la exposición crónica ocupacional, al evaluar el efecto de las radiaciones a nivel cromosómico a lo largo del tiempo”, amplió el experto de la UCR. 

¿Y los tratamientos? Depende de la dosis de radiación recibida. “Cuando la dosis es alta, hay que tratar de inmediato, incluso con trasplantes de médula ósea o terapias con células madre. Pero cuando la dosis es baja, el daño es silencioso y hay que vigilarlo por años”, aseveró el Dr. Hande.

Por el momento, las guías internacionales establecen límites de dosis. Si una persona los supera, debe ser retirada de la exposición y continuar con las evaluaciones para prevenir daños a largo plazo, puntualizó el experto internacional.

Así se hace en la UCR

¿Y cómo se efectúa el análisis en la UCR? Como ya lo explicó el Dr. Chaves. En el laboratorio de dosimetría biológica del Inisa-UCR se recibe una muestra de sangre del paciente, se procesa y, luego, se observan los cromosomas como si fueran un mapa. 

Mediante un equipo de alta tecnología recibido en el 2017, se capturan las imágenes de las alteraciones celulares de forma automática. En esto, se utiliza una curva dosis-efecto avalada por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

Con las imágenes captadas, las científicas y los científicos examinan cada figura celular, cuentan los cromosomas y anotan el número de cromosomas dicéntricos —aquellos con dos centrómeros—. Lo normal es tener solo uno. 

Al concluir ese estudio, se puede saber si una persona estuvo expuesta a radiación, cuánto tiempo aproximado y qué riesgos corre. 

“Que Costa Rica cuente con la fortaleza científica del Inisa-UCR frente a situaciones de exposición a radiaciones ionizantes evita la dependencia a laboratorios extranjeros, reduce tiempos de respuesta y fortalece la soberanía científica del país en la investigación de biología de las radiaciones”, expresó el Dr. Chaves. 

Por lo tanto, este servicio no solo constituye un avance técnico, sino que también se consolida como un recurso estratégico clave para la seguridad radiológica, la salud pública y la capacidad nacional de respuesta ante emergencias, enfatizó el especialista costarricense.

El siguiente paso

La tecnología está evolucionando y la UCR también. Las técnicas tradicionales, como la citogenética —que se enfoca en mirar los cromosomas y contar sus modificaciones—, están siendo complementadas con los análisis genómicos y de secuenciación, que permiten identificar qué vías moleculares son alteradas por la radiación y anticipar enfermedades antes de que aparezcan.

Por eso, ahora el siguiente paso para la ciencia es lograr un enfoque multiparamétrico, que evalúe diversos indicadores en una misma muestra. 

Desde la mirada del Dr. Hande, lo anterior permite conocer no solo el daño puntual, sino el estado global de las células y su funcionamiento, lo que ofrece una visión más completa para diseñar tratamientos. En esto se requieren especialistas altamente capacitados, como las y los físicos médicos que la UCR forma desde el 2010.

“Necesitamos más personas que elijan este campo, que lo estudien, que lo amen y que los países les garanticen estabilidad para que sigan en esto. No basta con aprender a medir, hay que saber interpretar”, concluyó el Dr. Hande.

Jenniffer Jiménez Córdoba
Jenniffer Jiménez Córdoba
Periodista Oficina de Comunicación Institucional
Áreas de Cobertura: Ciencias de la Salud, Administración Superior
jenniffer.jitlmdmenezcordoba  @ucrbkws.ac.cr

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