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Descontento y nuevas voces políticas impactan escenario electoral

La desvinculación del electorado con los partidos y candidatos tradicionales podría favorecer la consolidación de nuevas fuerzas políticas y posiciones ideológicas que pongan a prueba la estabilidad democrática costarricense
8 nov 2017Ciencia y Tecnología

A menos de cuatro meses de las próximas elecciones, el 40 % del electorado dispuesto a votar no ha elegido candidato, una muestra del descontento que presenta la mayoría de la ciudadanía, según la última encuesta publicada en octubre y realizada por el Centro de Investigación en Estudios Políticos (CIEP) de la UCR.

A menos de cuatro meses de las próximas elecciones, el 40 % del electorado dispuesto a votar no ha elegido candidato, una muestra del descontento que presenta la mayoría de la ciudadanía y que fue retratado en la última encuesta publicada por el Centro de Investigación en Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR) en octubre pasado.

Según el politólogo y docente Gerardo Hernández Naranjo, el distanciamiento del electorado de los partidos políticos responde a cambios culturales, inconformidad por el incumplimiento de promesas, escándalos de corrupción y ruptura de las tradiciones familiares partidarias.

Aunque Costa Rica se mantiene como un país con un alto apoyo al sistema democrático, las diversas publicaciones del Barómetro de las Américas reflejan que es también una sociedad con fuerte intolerancia a la diversidad de opiniones, lo que da lugar a una suma de factores que la convierten en tierra fértil para la ruptura democrática.

“El descontento por sí solo no es malo, la gran diferencia está en cómo es canalizado”, afirma Ronald Alfaro Redondo, coordinador de la Unidad de Opinión Pública del CIEP, quien aseguró que incluso, “el desencanto político podría ser una fuerza muy poderosa a favor de la democracia”.

Agrega que el ideal de un país democrático es contar con apoyo al sistema político y con tolerancia ciudadana, lo cual no solo refleja valores de convivencia favorables como la libertad de elegir o expresarse, sino que también evidencia una sociedad madura y estable.

Sin embargo, el descontento colectivo y la intolerancia pueden convertirse fácilmente en asidero para la consolidación de ideas o figuras políticas cuyas estrategias y llegada al poder pondrían en riesgo la estabilidad democrática de un país.

Desencantados

Lejos del bipartidismo que caracterizó a Costa Rica hasta el año 2002, el panorama electoral actual incorpora la aparición de nuevas fuerzas políticas que dan voz a sectores tradicionalmente excluidos y parecen ser reflejo de una sociedad cada vez más diversa.

Hernández cataloga este fenómeno como un síntoma positivo y legítimo de una sociedad democrática; no obstante, reconoce que también se están reforzando “discursos y agrupaciones totalmente opuestas a esta agenda de valores y de inclusión de la diversidad”.

Mensajes violentos y de odio divulgados en espacios, como las redes sociales, contra ciertos partidos políticos o hacia grupos como la población Lésbica, Gay, Bisexual, Transexual e Intersexual (LGBTI), preocupan a los analistas sobre la forma en que la legitimación de estos discursos por parte de un partido político pueden desencadenar una mayor intolerancia en el país.

“Las condiciones facilitarían que algunos actores quieran utilizar ese descontento como arma política, capturar ese respaldo, movilizar a la gente y llevarla a las urnas para que respalden algunas medidas que atentan contra la democracia”, afirma Alfaro.

En su criterio, aunque siempre habrá actores tolerantes e intolerantes en una sociedad, las diferencias de opiniones nunca deberían derivar en acciones que lesionen los derechos de terceros.

“En una democracia se espera que las personas no tomen acciones que violenten los derechos de las demás personas, solo porque tienen opiniones diferentes a las de ellos”, enfatiza el investigador.

La aparición de discursos autoritarios, de populismo punitivo y amenazas de mano dura por parte de ciertos aspirantes políticos son interpretadas como la antesala de ideologías que, de llegar al poder, afectarían la estabilidad de la democracia costarricense.

“Se está abonando a esa intolerancia y a esa desvalorización del sentido de lo que es vivir y convivir en democracia. Desde el momento en que se empieza a descalificar y a no reconocer a otros hay señales fuertes de intolerancia política o social”, señala Hernández.

El académico advierte que el contexto político actual del país puede propiciar que “este tipo de discursos calen más entre gente que está disconforme con la política tradicional, y aparezcan líderes que por golpear la mesa o hablar muy duro puedan tener cierto atractivo para electores inconformes”.

Fragmentación política

Además de ser bien conducidas, libres, limpias y transparentes, se dice que los procesos electorales también deben educar a la ciudadanía y darle herramientas para tomar decisiones.

Ilka Tremiño, directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso)-Costa Rica considera que el electorado costarricense se enfrenta al reto de conocer a los candidatos a la presidencia, pero también, a quienes aspiran a los curules legislativos.

“El presidente ya no es la única figura con toma de decisión y nos hemos venido equivocando en menospreciar la búsqueda de información sobre los representantes legislativos, saber quiénes son y de dónde vienen, saber si representan esa responsabilidad democrática que buscamos”, asegura Tremiño.

Los grupos que lleguen al poder tras las elecciones del próximo 4 de febrero se enfrentarán con un Poder Legislativo que, como ocurre desde 1994, está cada vez más fragmentado y, por tanto, requerirá de acuerdos y coaliciones para lograr que avance la agenda política del país.

“Los candidatos y las candidatas tienen que saber que van a jugar en un tablero que no tiene blanco y negro, es un tablero multicolor y, por tanto, plantea una dinámica muy distinta”, resalta la politóloga.

En este panorama, la consolidación de grupos intolerantes a las diferencias y renuentes a la negociación generaría un importante impacto en la estabilidad democrática y el futuro del país.

Los expertos concluyen que si bien los partidos y candidatos son responsables de plantear propuestas respetuosas de las diferencias, la ciudadanía tiene el deber de ejercer un voto informado y de no hacer eco de aquello que atente contra la democracia.

 

Andrea Méndez Montero
Periodista, Oficina de Divulgación e Información
andreamemmpyndez.ucr  @gmailotsu.com

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